[Foto: Spyders, en devianart]
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Sirvan estas palabras de JULIO CORTÁZAR como inspiración para un pequeño relato con reloj. Unas 80 palabras.
Un día por la mañana, me dispuse a comprar mi primer reloj. Después de caminar un rato, encontré una tienda que me llamó la atención. Observo con curiosidad los diferentes tipos de relojes, sus formas redondas, cuadradas, rectangulares… Al ver los todos juntos me impresionaron: son una maravilla. Al final me decanté por comprar un reloj antiguo que, además, se puede colgar. Me lo pongo a diario y admiro cómo se mueven las agujas de los minuteros, y las horas.
Yo digo, como aquel refrán africano: “Ustedes tienen el reloj y nosotros el tiempo”, qué gran frase y cuánta información valiosa contiene. Si pudiéramos vivir sin relojes, sin tanto control del tiempo, todo nos iría mejor. Qué sensación tan refrescante poderte despertar a tu hora biológica y natural en tu día a día, sin relojes… Alguien se quedará sin experimentar esa sensación, por su pasión a los relojes y a medir el tiempo en todo momento. Quiero mirar el sol en el cielo, el mar y la luna para saber cuánto tiempo tengo hoy, que es lo único que tengo.
El reloj ya es una parte de nuestra vida, el tiempo se detiene y la vida se detiene también. Aunque a veces deseamos que se pare en momentos felices de nuestras vidas, cuando estamos con nuestros queridos o en momentos inolvidables …También pedimos que se vuelva el tiempo para atrás para corregir nuestros errores, aclarar malos entendidos… Por eso os digo que no esperéis hasta que pase el tiempo, dejad de esperar que pasen y haced que pasen porque cuando nos demos cuenta… ¡ya será demasiado tarde para arrepentirse! Todo tiene un tiempo determinado, un tiempo para nacer, tiempo para vivir, tiempo para morir, para reír, para llorar…, sin embargo el tiempo nos marca en diferentes momentos en nuestra vida: al encontrar el amor verdadero, ante el nacimiento de un hijo, o la muerte de un abuelo… son momentos inolvidables quedan registradas en nuestras mentes. Hay que vivir el momento porque solo existen dos días en el año: ayer y mañana. Por lo tanto, hoy es el día perfecto para vivir el presente.
Oigo ese pitido estridente de nuevo. Es el despertador que suena. Es el sonido del nuevo día, de una mañana recién amanecida que se despereza, y yo con ella. Apenas hay luz en la habitación. Alargo mi brazo y a tientas consigo callar de un golpe a este endiablado invento llamado reloj.
¡Tic tac tic tac!, el tiempo avanza, esto no puede detenerse ya. Debo comenzar con el ritual: acicalarme, vestirme, desayunar … Estoy despierto pero no deseo abrir los ojos aún. No quiero que termine la noche, me gustaba mi sueño y ¡quiero seguir soñando!, pero poco a poco noto cómo las imágenes y recuerdos de este se desvanecen, hasta olvidarme de él casi por completo. De nuevo otra historia inacabada, otra historia perdida sobre la que nunca nadie escribrirá unas palabras.
¡Tic tac tic tac!, de nuevo ese sonido en mi mente. ¿Cuánto tiempo habrá pasado ya desde que oyera sonar el despertador por primera vez?, ¿qué hora debe ser ya? Debo alargar mi mano y alcanzarlo de nuevo, pero algo me lo impide. Debe ser mi subconsciente que aún controla parte de mi cuerpo y que se niega a abandonar la mente al consciente. Finalmente hago un último esfuerzo y consigo llegar a él.
¡Tic tac tic tac!, ¿qué hora es?, ¿llegaré tarde de nuevo al trabajo?… Falsa alarma. Parece que me equivoqué y coloqué por error la alarma una hora antes de lo habitual. Tengo una hora más, 60 minutos más, 3600 segundos más, … me relajo, respiro hondo y dejo que el espíritu del sueño posea de nuevo mi cuerpo.
A lo largo de mi vida me han regalado relojes, incluso yo ocasionalmente también lo he hecho. ¿Quién no ha tenido ese reloj de primera comunión, ese reloj de algún amigo, familiar o de empresa? Parece como si quisiéramos transmitir el sentimiento de amor o agradecimiento al hacer un regalo, y con él, parte de nosotros. Cuando llevo en la muñeca el reloj que me han regalado puedo llegar a revivir ese momento y sentir el cariño con el cual fue hecho el regalo; y en ese instante es como si el tiempo no hubiera pasado.
Amanece nuevamente el séptimo día. Mi despertador anuncia una jornada tranquila, sosegada. Lo primero que percibo es el constante tictac de su segundero, como un pálpito, llevando el tempo musical en medio del silencio. Me incorporo y al llegar al ventanal puedo contemplar el alba, que entremezcla tonalidades azafranadas y blanquecinas, saliendo poco a poco, disfrutando del paso lento del tiempo en medio del tic y del tac. Al poco me cubro con mi equipaje de corredor urbano, me calzo mis deportivas y salgo a la calle a gozar de aire fresco. Conecto mis auriculares y lentamente aumento el ritmo de la marcha, paso a paso, dejando atrás desgaste semanal, cansancio y malas energías acumuladas.
Se acerca la hora de liberar todos mis sentidos. Miro el reloj de pulsera cuando ya estoy en el parque y marcan las ocho y media. Probablemente estaré hasta las nueve, pero no va a ser tarea fácil. La respiración me va pidiendo progresivamente más esfuerzo, y el espacio del tiempo se vuelve inamovible. Este es el momento esperado, dicho sacrificio vale la pena ser vivido, superado. Es un reto entre mi mente y el paso firme de ese tictac desafiante.
Viejos versos
se busca mañana tarde y noche
que no relojes
se busca un lugar
a poder ser con porche y sol
se busca a alguien casi tan tonto como yo
o a alguien que me lo explique