Arxiu mensual: abril de 2016

52.- El Romanticismo y el drama romántico. Características.

 

 

Definición

El Romanticismo es un movimiento cultural que se opone a los principios característicos de la Ilustración y que es resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio, como es el de las primeras décadas del siglo XIX.

 

Características

 

El ansía de libertad

El Romanticismo es una reacción en contra del Neoclasicismo. La libertad creativa desplaza a la razón ordenadora.

 

La exaltación del yo individual

En el siglo XVIII neoclásico, con el despotismo ilustrado, la voluntad del rey se imponía sobre la opinión de sus súbditos.  En cambio, los postulados de la revolución francesa (libertad, igualdad, fraternidad) hicieron variar la situación. Ellas fueron las ideas inspiradoras del Romanticismo, que propugnó una intensa valoración de la propia personalidad.

 

El espíritu de rebeldía

Las ansias de libertad se traducen en un espíritu de rebeldía, que se observa en numerosos personajes literarios, todos ellos aventureros y rebeldes.

 

Sentimiento de soledad y de resignación al sufrimiento

El fatum romántico proviene de un emparentamiento con la cosmovisión cristiana medieval.

 

Identificación con la naturaleza

La naturaleza en su estado puro, no se trata de una naturaleza de jardín sino de una naturaleza guardadora de secretos en la que pueda proyectar su estado anímico.

 

Exaltación de la imaginación y del sentimiento

El romántico muestra su valor en la firmeza de sus sentimientos. Es un caballero en una gesta del corazón.  Por otro lado, su imaginación le pone alas a su sentimiento amoroso.

 

Valoración de lo nacional y popular

Tal como el hombre romántico necesita afirmar su yo, las naciones precisan destacar los valores propios que las diferencien de otras comunidades humanas.

 

 

 

El Romanticismo en España.

Después del Neoclasicismo, en España el Romanticismo supuso un resurgimiento literario, aunque su producción no sea comparable a la de los Siglos de Oro. Con respecto a Europa, es un Romanticismo tardío, que empieza en la primera mitad del siglo XIX. Su plenitud, aproximadamente, dura unos 15 años (1835-1850), aunque continúa durante todo el reinado de Isabel II, coexistiendo con el primer Realismo.

Hubo dos tipos de Romanticismo en España: uno primero más liberal (José de Espronceda), y otro más conservador (Bécquer).

 

El drama romántico Se denomina drama romántico a un tipo de pieza teatral puesto de moda durante el Romanticismo, en el siglo XIX. No debe confundirse con la expresión anglicista homónima donde romántico equivale a “de tema amoroso” que no es equivalente.

Sus principales características son:

  • Voluntad de romper con la estructura del drama neoclásico.
  • Mezcla de lo cómico y lo serio, en busca de expresar lo grotesco por medio del contraste entre valores positivos y negativos de la existencia; de personajes de alta y baja condición social y de prosa y verso en algunas piezas, pero no llegó a triunfar. Una vez que a los dramaturgos se les pasa la fiebre de romper con las normas escriben sus obras en verso.
  • ºSe rompen las tres unidades aristotélicas de acción (se cuenta más de una historia), de lugar (transcurre en varios lugares distintos y apartados o separados entre sí, de forma que utilizan gran número de escenografías y decorados ocuadros) de tiempo (transcurre en más de veinticuatro horas, y a veces incluso puede durar toda una vida, con diversos y extensos cortes cronológicos que marcan los saltos en la acción)
  • Ambientación lúgubre, nocturna o agitada por todo tipo de fenómenos violentos de la naturaleza: tormentas, rayos, naufragios, etcétera.
  • Ruptura de la unidad de estilo, mezclándose prosa y verso, y en el seno del mismo verso adoptando lapolimetría.
  • Rechazo de los temas grecolatinos y preferencia por los de historia medieval, lasleyendas y las civilizaciones exóticas y remotas.
  • Los personajes suelen ser misteriosos o rebeldes a la sociedad de su época, contra la cual se enfrentan.
  • Abundan las acotaciones escénicas, tanto las que se refieren a escenografía romántica, como las que se refieren a la actitud de los personajes.
  • Fuerte temporalización frente a la atemporalidad del teatro neoclásico, y espesa concreción del espacio teatral.
  • La acción aparece siempre cuidadosamente localizada.
  • La escenografía cobra gran importancia en la obra.
  • El número de actos puede variar entre tres, cuatro y cinco.
  • El tema fundamental es el destino, vehiculado normalmente a través del amor, siempre apasionado, un amor absoluto, más allá del bien y del mal, siempre relativo.
  • Tema de la libertad como sentimiento.
  • Voluntad de crear una intriga compleja y sorprendente que mantenga atento al espectador y le procure emociones truculentas por encima de la acción puramente dramática.
  • Desaparece la finalidad didáctica propia del siglo XVIII. Buscan conmover e inspirar al público.

Ejemplos de dramas románticos son, en Francia, Hernani o Cronwell de Víctor Hugo; en el Romanticismo español, Don Álvaro o La fuerza del sino, del Duque de RivasEl trovador de Antonio García GutiérrezLos amantes de Teruel de Juan Eugenio HartzenbuschDon Juan Tenorio, de J. Zorrilla.

 

 

51.- Don Pedro, Nucha y Julián, tres personajes naturalistas.

 

Don Pedro Moscoso, el apócrifo Marqués, es un personaje contruido según los preceptos del naturalismo plasmados en las novelas de Zola, con gran atención a su origen familiar y con rasgos heredados del determinismo medioambiental.

Don Pedro Moscoso y tu tío, Manuel de la Lage, son dos nobles decadentes, soberbios y poco avispados, cuya naturaleza violenta resulta suavizada tan solo por las normas sociales, siendo el hogar donde se manifiestan con la más sincera brutalidad. Ambos se parecen tanto sin duda por la herencia genética: los dos provienen de una estirpe de hombres instintivos, vigorosos y brutos, que creen que “más vale asno vivo que doctor muerto”. A esta misma saga había pertenecido el fallecido Gabriel Pardo, hermano de Manuel, vividor sin escrúpulos que se había instalado en los pazos para gastar el patrimonio familiar, responsable de haber enseñado a cazar y de enseñar a Pedro el apetito carnal. La idea de un linaje corrupto emerge en la novela, de la misma forma que es la clase social, la antigua nobleza rural gallega, la señalada.

Don Pedro crece como un ignorante, con el hábito de un despótico señor feudal, hecho que se demuestra en su conducta, como cuando hace traer un ama, hija de uno de sus caseros, que acaba de tener un hijo, para que críe a Manolita. Estas maneras no llaman la atención en el medio rural donde se ha criado, pero en Santiago el Marqués teme conducirse como un patán. Por eso renuncia a Rita, la prima coqueta y desenvuelta. Su decisión de casarse con Nucha no tiene que ver con el deseo de matrimonio cristiano que tanto preocupa a Julián; el marqués, que es un celoso posesivo capaz de pegar a las mujeres, teme que Rita empañe la honra de la casa de Ulloa y que ello lo convierta en el hazmerreír de sus siervos. Con Nucha no corre ese riesgo, y además ella es la heredera de una familia rica.

Don Pedro está también descrito de forma satírica muchas veces, tal como se nota en la parte política de la novela, donde se convierte en una especie de bufón ignorante al que dominan otros personajes. En Santiago presume de apoyar la Revolución del 68 para llevar la contraria a su tío, pero luego aceptará ser el candidato del Partido absolutista. Aunque no entiende ni le importa la política, se lleva un gran disgusto por haber perdido las elecciones. Don Pedro representa un tema muy retratado en la novelística del realismo: las víctimas del paso del tiempo, en este caso tanto él como su clase social. En la continuación de la novela, La madre naturaleza, aparecerá hecho un despojo de lo que fue, desprovisto de fuerza, gotoso y sin autoridad ninguna sus dominios.

 

 

Nucha es un personaje sobre el que también pesa el determinismo genético y del medio. De constitución enfermiza y dotada como Julián de un “temperamento linfático-nervioso”, su salud se resentirá mucho tras un parto difícil que le impide criar a su hija.

Tampoco es capaz de adaptarse a la realidad de la zona rural, con cuyos habitantes y costumbres no congenia, en paralelo a lo que también sucede con Julián. Nucha presenta los rasgos de la enfermedad de la histeria, tal como se describía en los tratados de medicina de la época: “una sensibilidad extrema del sistema nervioso”, “la pérdida de conocimiento que acaba en llanto y sollozos”. Así, Nucha confiesa a Julián que desde el nacimiento de su hija ha sufrido miedos y supersticiones, al creer que otros habitantes de los pazos la quieren matar. El mismo día de su boda ya se ha dado cuenta de que Perucho es el hijo bastardo de su marido y en su conciencia se ha solidificado la idea de que Primitivo y los otros habitantes  de los pazos quieren deshacerse de ella, ya que es su rival para hacerse con la propiedad de la hacienda.

La calumnia de su relación ilegítima con Julián sin duda tendrá que ver en su muerte elíptica, que conoce Julián por una esquela que recibe en la alejada parroquia donde ha sido destinado por el obispado. Como Julián, Nucha no es muy lista y acepta con naturalidad los valores del mundo reaccionario de los pazos. Marcelina se caracteriza por su sumisión a una autoridad paterna y por un profundo instinto maternal que le impulsó ya desde una niña a hacerse cargo de su hermano Gabriel.

De este modo, Nucha es la víctima de tres voluntades masculinas que precipitarán su muerte: su padre, don Pedro y Julián.

 

 

 

Julián Álvarez es un contemplativo que se toma muy en serio su ministerio sacerdotal y posee una cultura religiosa nada desdeñable. Le gusta la literatura de la Contrarreforma, como Fray Luis de Granada y las obras del padre Nieremberg y el Kempis. Pero también muestra conocer la obra de Jaime Balmes, un importante filósofo religioso contemporáneo, aunque muestra cierto desdén por las obras de la Ilustración.

Pero este conocimiento no le da armas para entender el mundo, ya que Julián es un “alma de Dios”, una persona bondadosa y sencilla. Ya en el seminario sus compañeros se habían burlado de él llamándole San Julián, o diciendo de él que solo le faltaba una paloma en la mano. Por eso, fuera de su medio, parece un personaje ridículo. Así lo ve el Marqués de Ulloa la primera vez que topan en el camino a los Pazos, que no acababa de encontrar. Por esta torpeza, Julián tarda en darse cuenta de la relación ilegítima del Marqués con Sabel, así como de la paternidad ilegítima de Perucho.

Este carácter de Julián está descrito según el método naturalista, es decir, atribuido a la genética y a la educación materna. Por eso se destaca el temperamento femenino del sacerdote. Igual que se atribuía a las mujeres, se ruboriza, se escandaliza a veces, levanta su tono de voz, pero es incapaz de rebeldía. También, es femenino porque posee un profundo instinto familiar, que se manifiesta en el cuidado que dispensa a Perucho y al amor que le inspirará Manolita.

Julián tiene dos características de santo: va a un lugar corrupto a llevar la palabra de Dios (conducir al Marqués a la virtud de un matrimonio cristiano). En este sentido, estimula la elección de Nucha, la más devota y más débil de las hijas de don Manuel. Pero la elección se constituye en un error.

El cura no es consciente de su predilección por Nucha, pero al lector sí se le hace evidente que entre ambos hay cierta conexión cómplice; sus conversaciones, sus gestos, su  misericordi ante la argolla donde había habido un esclavo en otra época, etc. Parece que Julián identifique a Nucha con María, la madre de Jesús, pues como ella, a Julián Nucha se le antoja virgen antes y después del parto.

Pero el hogar cristiano que quiere construir Julián se viene abajo nada más nacer Nucha. El marqués se muestra dolido porque su mujer no le ha dado un varón y vuelve a sus hábitos de antes: la reanudación de sus amores ilícitos con Sabel. Julián ocupa el puesto que ha quedado vacante y asume un rol que no le corresponde: esposo virtuoso y padre putativo. Ambos forman una sublimada pareja de santos, vinculados por un matrimonio casto, relacionable también con la de José y María.

El conocimiento que Julián adquiere de estas vicisitudes de la vida a través del fracaso vincula Los pazos de Ulloa con el género de las bildungsroman, explicitado en la entrada 49. Durante su estancia en casa de los Ulloa, Julián pasa por un duro proceso de conocimiento y aprendizaje del desengaño que le marcará y le hará cambiar sus objetivos vitales, que ahora serán la renuncia y la penitencia. Al final de la novela, Julián es desterrado por el Obispo. Su culpa es haber roto una norma del sacerdocio católico: no tener una amistad particular como la que Julián ha tenido con Marcelina. Julián se sabe culpable de algo tan grave como haberse dejado llevar por el egoísmo en la elección de Nucha como esposa ideal de don Pedro y haber sido por ello el provocador de la trágica muerte de la joven.

50.- La dialéctica campo-ciudad.

La dialéctica campo-ciudad se muestra en la novela estructurada en los tres espacios en que sus personajes se mueven: los Pazos y Cebre, la comarca rural y la ciudad pequeña o cabeza de partido, respectivamente, frente a Santiago, la urbe.

La novela muestra los conflictos humanos y sociales de un medio rural atrasado en que pervive el sistema de explotación de la tierra en régimen de foro, es decir, la cesión por un propietario del dominio  útil de la teirra a un tercero a lo largo de varias generaciones, a cambio de la paga de una parte del beneficio. Desde el siglo XVIII, los sectores reformistas de la Ilustración habían intentado cambiar este sistema medieval, contra el inmovilismo de los propietarios como don Pedro (“¡Foro de casa! No corre por ahí una liebre que no paste en tierra mía!”). La autora, cuyo padre había sido un terrateniente partidario del liberalismo económico, era partidaria de un uso más compartido de la tierra.

El narrador de la novela parece ser más portavoz de los señores que de los campesinos. No obstante, la novela cuestiona a la nobleza rural irresponsable, representada por personajes como don Pedro, que ya ni es marqués, Ramón Limioso, que parece un quijotesco superviviente del pasado, y las hermanas Molende, pasivas y conservadoras, que también eran carlistas.

Por este motivo, tiene sentido que don Pedro se presente a las elecciones en representación de su clase social, con la intención de “restablecimiento de los vínculos y el mayorazgo”, apoyado por el estamento eclesiástico, también afectado por la Desamortización de Mendizábal, de treinta años antes.

Era normal que los terratenientes gallegos se desentendieran de la gestión de la tierra y de su hogar, y las dejaran en manos de los administradores, como en el caso de Primitivo Suárez, y bajo el consejo de un clérigo. Es el mayordomo Primitivo quien se hace con el control de las cuentas del Pazo y se enriquece a cuenta de su amo, para luego convertirse en prestamista de los campesinos que trabajan en sus tierras. Primitivo pretende adueñarse de la casa de Ulloa con una táctica de resistencia pasiva y conducta criminal: no obedece ni desobedece a nadie que sea don Pedro, pero mientras tanto roba y no duda en matar a quien supone un problema para sus objetivos: Julián, y al final de forma frustrada a Nucha y su hija.

En el campo, domina el instinto: don Pedro se dedica básicamente a cazar. No hace falta guardar las formas en casa: comer con cubiertos y respetar las costumbres en la mesa; en este sentido, la violencia doméstica, el adulterio y la bastardía se consienten porque no se airean en voz alta, y se puede disponer de la vida de los súbditos. Por eso, para los advenedizos como Julián y Nucha, el campo “embrutece y envilece”. El crimen y el secreto son allí algo normal.

 

 

Primitivo tiene relaciones con la mesocracia que mueve los hilos del poder en Cebre, la ciudad pequeña cabeza de partido. A diferencia del mundo dramático de los Pazos, Cebre es retratado con cierto humor. En este sentido, la figura del médico idealista y republicano es presentada como una caricatura por su inocencia e incapacidad para callar.  En Cebre es donde viven los dos caciques, Barbacana y Trampeta, vinculados al Partido moderado y a la Unión liberal. Ambos se radicalizan cuando se abre el debate constituyente. La principal función del cacique era el control electoral de la población mediante el otorgamiento de favores. Cuando, aun así, el resultado no estaba claro, intentaban falsificar los resultados de los comicios. De este proceder dan fe los capítulos XXIV a XXVI. La compra de voluntades estaba al cabo de la calle en este contexto, como la que provoca el asesinato de Primitivo por parte del Tuerto de Castrodorna, protegido por Barbacana.

Los capítulos que se ocupan de las elecciones tienen un gran carácter documental, pero también inciden en el desenlace de los personajes. Nucha había albergado esperanzas de irse de los Pazos si su marido era elegido diputado. Trampeta había hecho correr el rumor de que la casa del Marqués era un lugar de adulterio (don Pedro-Sabel y Nucha-Julián).

 

 

Santiago es presentado como algo contrario al mundo rural de los Pazos. Allí, las formas sí se mantienen, en casa y en la calle; los hombres de mayor categoría no comparten su ocio con sus criados, pero también existen lugares donde se manifiesta cierta vida conspirativa, como el casino, donde se comentan en voz baja los rumores deshonrosos para los diferentes estamentos rivales. Don Pedro no está cómodo en Santiago, pues le cuesta adaptarse a los usos más civilizados, como guardar silencio, no hacer comentarios indecorosos. La diferencia entre las mujeres de ambos lugares es significativa, pues don Pedro se queja de la falta de fortaleza de las habitantes de la ciudad, en contraposición a las fuertes campesinas a las que está acostumbrado.