La autoría de esta obra corresponde a Charles-Antoine Coypel, quien llegó a crear veintiocho cuadros que representan escenas de la historia de don Quijote. Estos fueron un gran éxito y se vendieron como la seda entre 1714 y 1794.
He elegido esta obra, no solo por su agradable contemplación estética, sino también por cómo refleja la realidad paralela que se desarrolla en la mente de don Quijote. Uno de los rasgos característicos de nuestro caballero y de su locura es la melancolía, la manera en que a través de la caballería se aferra a la edad de oro, la época esplendorosa del imperio español, para así evadirse de la edad de hierro, el estado de deterioro en que realmente ya estaba sumido. No hace falta más que ver la teatralidad, la luz y el color tan propios del barroco, que incluso rozan el rococó. Todos los elementos del cuadro plasman a la perfección la escena que se plantea en la mente de don Quijote.
Este cuadro puede corresponder a más de un pasaje en el libro, puesto que don Quijote se hospeda en distintas posadas a lo largo de su historia, sin embargo, creo que se podría atribuir concretamente a la escena que se dio en el capítulo II de la primera parte de 1605, donde don Quijote, en su primera salida, se aloja en una venta con que se topa por el camino. Entre los distintos personajes que se encuentran en el cuadro, cabe destacar a las dos “rameras damas” que le recibieron a la entrada de la venta y que le ayudaron a comer, puesto que el caballero fue incapaz de quitarse la celada. También se puede observar al “ventero castellano del castillo” con una caña en la mano izquierda, el único medio con que se pudo dar de beber a don Quijote.
Es digno de alabanza que, por «conjeturas verisímiles» (como escribió Cervantes en el primer párrafo de su inmortal novela) hayas sabido ubicar la escena de la pintura en el segundo capítulo de la primera parte. Coypel, como cualquier otro autor rococó, era amante de los detalles y tú has sabido interpretarlos bien.
Como bien aduces, a ojos del espectador, el óleo solo muestra la visión idealizada de don Quijote, no la realidad que define a los personajes. Es por ello que en tus entrecomillados deberías mencionar solo los referentes ficticios: “damas” mejor que “rameras damas” y “castellano del castillo” mejor que “ventero castellano del castillo”. Así, los profanos en el texto cervantino tendrán una mejor idea del sentido literal del pasaje original, que trascribo a continuación:
«Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo y que le servían con música y que el abadejo eran truchas, el pan candeal y las rameras damas y el ventero castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida».