42.- Las premoniciones en ECdO.

Como el público ya conocía que ECdO debía culminar con la muerte del protagonista, Lope no crea una tragedia protagonizada por la intriga o la peripecias, sino que lo poético y lo simbólico son las características que dominan en ella.

El concepto básico en la estructura de El caballero de Olmedo es el de gradación, es decir, el aumento progresivo de la tensión trágica hasta el clímax y desenlace. Un repaso al texto de la comedia revela esta insistente presencia del anuncio de muerte, oscuro para el personaje, pero claro para el espectador, que va así disponiendo sus expectativas. Por ejemplo, en el comienzo de la obra, don Alonso sigue a la iglesia a Inés, y hace un juego de palabras sobre la expresión “estar en capilla” (v. 155) alusiva al reo condenado a muerte.

Todavía la cosa es leve. Pero al final del acto primero, cuando Fabia promete a Inés que don Alonso será suyo, pronuncia los dos versos finales de la seguidilla: “Déjame a mí tu suceso. / Don Alonso ha de ser tuyo; / que serás dichosa espero / con hombre que es en Castilla / la gala de Medina, / la flor de Olmedo” (vv. 882­87). Los espectadores completarían en su mente la canción añadiendo los dos primeros versos (“Que de noche le mataron / al caballero”), que no hacían al caso en ese contexto, pero que resultaría imposible no evocar, apuntando así la tragedia por venir.

Las referencias a la muerte abundan, pero en el final del acto II dominan toda la atmósfera y se acumulan en el tercero. Lope sitúa el conflicto entre la vida y el presentimiento de muerte en las fiestas de la Cruz de mayo (muerte junto al mes del florecimiento). La primavera evoca a la vez la juventud de los protagonistas, así como su incipiente amor. En el símbolo de los toros se funden los dos principios que presiden el drama: la vitalidad y la muerte que les acecha en los festejos en la plenitud de su vida.

En estos festejos, la muerte se anuncia mediante más símbolos. Antes de acabar el acto, se habrá comparado a Alonso con héroes mitológicos muertos en plena juventud: Héctor y Aquiles (vv. 861 y ss.). . Además, el amor se ha ido presentando durante todo el acto como una enfermedad (vv. 44-56), y con una fiebre (vv. 902-910), que fuerza a desear la muerte, insistiendo así en que el amor que los espectadores presentan tendrá un reverso negativo.

Al inicio del acto II, se compara Alonso a otro amante mitológico que muere trágicamente, Leandro (vv. 924-926). Este acto se cierra con un cuadro en que Alonso da rienda suelta a su melancolía por la inmimente ausencia de Inés. Primero, mediante una endecha (romancillo), que es la forma métrica tradicional para la expresión de penas de amor (vv. 1608, y ss.); luego, con el romance en que explica el augurio del sueño en que un azor mata un ave dejando a otra viuda (vv. 1755 y ss.).

Lope también recrea en esta obra el mito de Caín. Durante ECdO, conocemos bien las razones del envidioso, Rodrigo, que no es un hombre malvado intrínsecamente; más bien, es cegado por su mala fortuna: lleva dos años desatendido por Inés ; en la plaza, sus vecinos vitorean a su rival ante el Rey e Inés. Rodrigo reconoce los méritos de su rival (vv. 1352), aunque le parece injusto el juicio popular (vv. 1831). Por tanto, el asesinato es para él la única manera de restablecer la justicia ante un destino que le maltrata, y más cuando sufre la última humillación de deber la vida a su futura víctima (vv. 2030). Más que un personaje alevoso, como sería Abel, Rodrigo tiene un exagerado pundonor. Le resulta más fácil perdonar el mal que soportar favores que considera humillantes. Don Rodrigo, igual que Caín, es un personaje trágico, a quien el destino condena a  un callejón sin salida, empujándolo al crimen y a la degradación moral.

Otra anticipación de muerte es la canción que glosa Alonso en su entrevista nocturna con Inés en el tercer acto (“puesto ya el pie en el estribo / con las ansias de la muerte…”). Las metáforas que utilizan ambos para referirse a la muerte que les supondrá la ausencia de su amado/a, el público las habrá de entender como premonición del destino trágico de Alonso.

La misma función de anuncio de la muerte es la que cumple la sombra que dice ser el propio don Alonso. Esta figura del doble es el inicio de la entrada en una noche llena de horrores. En este sentido, la canción del labrador anuncia también el porvenir de Alonso. Los recursos de la sombra y de los augurios no habían sido aceptados por Lope en su Arte nuevo, porque eran propios del teatro clásico,  pero en esta obra sí aparecen, aunque dándoles una forma realista (la sombra, que tiene la forma de un caballero, parece fruto de la imaginación alterada de Alonso, y la aparición del labrador está justificada; además, su canción no es un anuncio divino, sino que la ha oído a una “Fabia”). Ambos tienen la función que tenía el coro en el teatro clásico: ser los portavoces del destino y anunciar el futuro trágico del protagonista.

 

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