29.- La estructura y la técnica narrativa de LVSECS (a partir de la Guía de lectura de Vicente Tusón).

LVSECS se divide en dos partes de 5 y 10 capítulos respectivamente; a su vez, los capítulos se componen, salvo excepción, de varías secuencias. Así pues, se utilizan tanto los capítulos largos propios de la novela tradicional como la fragmentación propia de la novela actual. Esa combinación de tradición y modernidad se observa más claramente en la estructura interna de la obra.

 

Considerada en su conjunto, la novela recoge una serie de recuerdos del protagonista, JAvier Miranda, surgidos con ocasión de un pleito judicial muy posterior a los hechos recordados. Sin embargo, como las razones de ese pleito no aparecen hasta la antepenúltima página, las primeras impresiones del lector son de sorpresa, de desconcierto. A ello se añade la presentación sincopada de la historia, los múltiples puntos que permanecen oscuros -a veces, hasta el final-. Y así, la obra se nos presenta, en buena parte, como una «novela enigma», estructura claramente emparentada con la de la novela policíaca.

 

Si pasamos a examinar el desarrollo de la historia y los diversos materiales que intervienen en su construcción, pueden distinguirse en La verdad sobre el caso Savolta tres partes o bloques de capítulos de complejidad decreciente. Veámoslo.

 

  1. a) Los capítulos 1-V (Primera parte) presentan la máxima complejidad. En ellos encontramos materiales heterogéneos: fragmentos de un interrogatorio judicial, textos periodísticos, documentos, cartas… Y entrelazados con todo ello, van surgiendo los recuerdos del protagonista, pero de forma muy inconexa, a retazos dispersos o en «flashes» rápidos. Estamos asistiendo -sin previo aviso- a los caprichosos mecanismos de una memoria. A principios del capítulo IV, el autor justificará astutamente su proceder, al poner en boca del protagonista estas palabras: «Los recuerdos de aquella época, por acción del tiempo, se han uniformado y convertido en detalles de un solo cuadro […] Las imágenes se mezclan, felices y luctuosas, en un plano único y sin relieve.» A ello corresponde -punto importante- el desorden cronológico. Y, por otra parte, estos capítulos ofrecerán buenas muestras de procedimientos que vimos en el capítulo anterior: la técnica caleidoscópica, el laberinto, los cambios del punto de vista, etc. En suma, la libertad y audacia constructiva hace que esta parte se nos presente como un rompecabezas. Pero sus piezas irán encajando perfectamente: el lector debe entrar en el juego, debe ser cómplice del autor. Y es un juego apasionante y placentero.

 

  1. b) Los capítulos I-V de la Segunda parte ofrecen menor complejidad. Sin embargo, siguen alternando varias líneas narrativas y se conserva el desorden cronológico. En efecto, por una parte continúa la historia en el año siguiente (1918); pero, por otra, se retrocede a fines de 1917, para asistir -desde el punto de vista de Nemesio- a algunos de los acontecimientos ya narrados en la primera parte. Y el relato va saltando libremente de una época a otra.

 

  1. c) En fin, en los cinco últimos capítulos (VI-X), el relato se desarrolla con una máxima sencillez: hay un solo hilo argumental, contado linealmente y de acuerdo con patrones narrativos tradicionales, sometidos a un hábil pastiche.

 

En resumen, la estructura de LVSECS supone un gradual deslizamiento desde las formas más complejas de la narrativa de la novela experimental hasta las formas más tradicionales de las novelas que incluyen un narrador omnisciente. Se une así el placer de lo nuevo y de lo viejo. Y el autor ha buscado, como decimos, la complicidad del lector en diversos niveles.

 

 

Ya conocemos la importancia que se otorga en la novela a la posición del narrador, al punto de vista y a las personas narrativas. LVSECS es buena muestra de ello. Parte de la obra aparece escrita en primera persona por Javier Miranda (punto de vista del narrador-protagonista). junto a ello, hay pasajes contados en tercera persona. Sin embargo, ello es, a veces, engañoso. Así, las dos fiestas a las que asistimos: aunque se comienzan a contar en tercera persona, el protagonista estaba presente en ambas y es él quien las evoca. De este modo, aparece subrepticiamente el narrador omnisciente. En fin, este narrador omnisciente es ya el que cuenta la historia de Nemesio Cabra; pues, aunque Javier la conocerá por las revelaciones del comisario Vázquez, es evidente que no podía contarla con todos sus detalles, tal y como la leemos.

 

Por otra parte, los materiales de tipo documental, a que hemos aludido, introducen otros «puntos de vista»: el de Pajarito de Soto, el del comisario, etc. Así, muchos hechos aparecen iluminados desde diversos enfoques. Por ello, puede hablarse, con toda propiedad, de Perspectivismo. No hará falta insistir en la sabiduría técnica que todo ello revela en el autor.

 

Son diversas las técnicas de narración utilizadas por Eduardo Mendoza. En la Primera parte, como apuntamos, domina la fragmentación de la historia, el montaje «caleidoscópico» y la presentación abrupta -sin aclaración- de personajes o hechos. Pero ello puede alternar con una larga secuencia sin puntos y aparte (cap. 11), en que los hechos se presentan perfectamente hilvanados. Y en los últimos capítulos, encontramos un relato ágil y de ritmo rápido. Indudablemente, esta variación se explica, en buena parte, por la consciente imitación de diversos modelos narrativos, cuestión que completaremos en el epígrafe siguiente.

 

El retrato no se prodiga en la obra, pero los hay admirables: el de Cortabanyes (página 23), el de Pajarito de Soto (pág. 79), el de diversos personajes secundarios… Paradójicamente, no encontraremos retratos de los personajes principales: no sabemos cómo son físicamente Javier o Lepprince; de María Coral, sólo conocemos la intensa impresión que produce su belleza. Y sin embargo, ya hemos visto hasta qué punto son figuras vivísimas.

 

Mucho mayor es el lugar otorgado a las descripciones o pinturas de ambientes. Es imborrable la impresión que nos producen, por ejemplo, el cabaret (págs. 39-40, etcétera), el salón de baile popular (pág. 48), la casa de Pajarito de Soto (pág. 79), el Barrio Chino (pág. 199) o la pensión miserable (págs. 223 6 243); y, como contraste, la elegancia de la casa de Lepprince (por ejemplo, pág. 201) o el balneario (pág. 315). A las cualidades ya señaladas del autor, habrá que añadir, pues, la capacidad de hacernos vivir intensamente en las atmósferas más variadas.

 

El diálogo abunda en la novela. Hay secuencias constituidas casi exclusivamente por conversaciones: así, las fiestas mundanas con su cháchara intrascendente junto a diálogos muy «literaturizados», se hallarán otros que fluyen con absoluta naturalidad. Si se comparan las conversaciones entre amigos, en las tabernas, en el círculo anarquista, etc., se observará la diversidad de tonos y estilos a que luego aludiremos.-

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà Els camps necessaris estan marcats amb *