ESTRUCTURA DE LVSECS. Gustavo Mendoza, Angello León.
Se puede considerar que esta obra de Eduardo Mendoza es bastante compleja en cuanto a la estructura, ya que presenta unas partes bastante diferenciadas entre sí, con elementos heterogéneos.
Eduardo Mendoza alterna en esta obra distintos géneros literarios y presenta una estructura básica que se puede diferenciar en 2 partes de 5 capítulos cada una. Los cinco primeros capítulos son de ardua dificultad y es difícil obtener una información o una idea clara.
Se mezclan en ellas narraciones en primera (Miranda) o en tercera persona (narrador omnisciente), con diálogos entre el juez Davidson y Javier Miranda , fragmentos de artículos periodísticos (“Continuación del Affidávit prestado ante el cónsul…), cartas (“Carta del comisario Vázquez al sargento Totorno”), etc… De todos estos capítulos, el más importante es el primero ya que se presentan los personajes y la relación que tienen. Una característica que presentan las dos partes es que las cosas no aparecen por orden cronológico sino que van apareciendo de forma libre y esto hace que la novela sea difícil de entender y provoque desconcierto al lector.
En la segunda parte, en cambio, la narración es más sencilla porque los acontecimientos importantes transcurren con más fluidez ya que en esta segunda parte se descubre finalmente toda la verdad de esta historia. Esta parte es menos compleja que la primera principalmente porque no aparecen tantas referencias históricas sino que se centra mucho más en mostrar hechos importantes de la novela.
Los fragmentos que forman ambas partes no mantienen un orden cronológico ni espacial y poseen un contenido y carácter heterogéneos. El hilo conductor son las declaraciones de Javier Miranda con ocasión de un pleito judicial posterior a los hechos recordados (1927) y cuyas razones no aparecen hasta el final de la novela, de modo que las primeras impresiones del lector son de desconcierto. A ello se añade la presentación sincopada de la historia, los múltiples puntos que permanecen oscuros. Así la obra se presenta como una “novela enigma”, estructura claramente emparentada con la novela policíaca. En la primera parte Mendoza recrea el trasfondo político, económico y social de la época. Se introduce un numeroso material histórico, aunque en el primer capítulo, el más completo, aparecen los principales personajes y relaciones entre ellos.
La segunda es más sencilla en cuanto a su estructura, el relato es más lineal y se centra no tanto en lo histórico sino en las experiencias personales y reflexiones de Javier Miranda. La información se presenta de manera ambigua y confusa, hay múltiples aspectos sin aclarar y así la obra se plantea como una “novela enigma”, emparentada con el género policiaco. Podemos hablar de una estructura caleidoscópica y perspectivista.
Primera parte:
capítulos I-V: presentan la máxima complejidad. Encontramos materiales heterogéneos aparecen mezclados tres tipos de textos:
Documentos que se han presentado como pruebas (artículos publicados por el periodista Pajarito de Soto, declaraciones ante el comisario Vázquez, cartas, etc.) y transcripciones literales de los interrogatorios que se producen en un juicio que se celebra en Nueva York, en 1927, para tratar de aclarar los hechos acaecidos en 1917/18
Una narración en tercera persona (narrador omnisciente).
Una narración en primera persona, en la que Javier Miranda va contando su versión de los hechos.
Fragmentos de un interrogatorio, textos periodísticos, documentos, cartas… se presentan entrelazados con los recuerdos del protagonista, que aparecen de forma inconexa, a retazos dispersos; asistimos a los caprichosos mecanismos de una memoria, así se justifica el desorden cronológico (“Los recuerdos de aquella época, por acción del tiempo, se han unido y convertido en detalles de un solo cuadro…”). En esta parte se ofrecerán buenas muestras de las técnicas utilizadas en la obra: técnica caleidoscópica, el laberinto, los cambios del punto de vista,… que la convierten en un auténtico rompecabezas. Se plantean los acontecimientos decisivos: muertes confusas de Savolta, Pajarito y Claudedeu. Se trata de una serie de páginas que pueden llegar a despistar al lector no familiarizado con los nuevos procedimientos narrativos. A veces un mismo documento se nos ofrece separado en varias secuencias. Por ejemplo el artículo de Pajarito de Soto, con el que se inicia la novela: se inicia en la secuencia 1ª, continúa en la siete y vuelve a reaparecer, ya sin título, en la veintiséis, en la treinta y uno y en la treinta y seis.
Segunda parte:
- a) Capítulos I-V de la 2ª parte: ofrecen menor complejidad. Sin embargo, se siguen alternando varias líneas narrativas y se conserva el desorden cronológico. Continúa la historia en el año siguiente (1918), pero se retrocede a 1917 para asistir -desde el punto de vista de Nemesio Cabra- a algunos acontecimientos ya narrados en la primera parte. El relato va saltando libremente de una época a otra. Con eventuales saltos temporales, se nos cuenta el ascenso social de Lepprince y el matrimonio de Miranda con María Coral. Algunos personajes están empeñados en descubrir los sucios manejos del francés. En los capítulos restantes , la trama se desarrolla de forma lineal:
- b) Capítulos VI-X de la 2ª parte: se desarrolla con la máxima sencillez: hay un solo hilo argumental, contado linealmente y de acuerdo con patrones narrativos tradicionales. Se aclaran los aspectos oscuros de la trama y Javier Miranda se da cuenta de cómo él también ha sido utilizado por Lepprince. Hacia el final, el comisario Vázquez hace un resumen de los hechos Son diversas las técnicas de narración utilizadas por Eduardo Mendoza: en la primera parte domina la fragmentación de la historia, el montaje “caleidoscópico” y la presentación abrupta –sin aclaración previa- de personajes o hechos. En los últimos capítulos, encontramos un relato ágil y de ritmo rápido. Esta variación se explica por la consciente imitación de diversos modelos narrativos.
Lo verdaderamente significativo es que frente al modo de contar tradicional, centrado en único narrador que presenta la historia de principio a fin, en La verdad del caso Savoltaaparecen procedimientos como desorden temporal (el relato no sigue un orden cronológico), multiplicidad de perspectivas desde las que se nos cuenta (documentos, recuerdos de Javier Miranda, narrador en 3ª persona), diversas modalidades del discurso (diversos registros lingüísticos: coloquial, culto, lenguaje administrativo, periodístico…).
En resumen, la novela supone un gradual deslizamiento desde las formas narrativas más complejas de la narrativa actual hasta viejas (o “marginales”) formas de contar.
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LEPPRINCE Y MAX. Enric Milà, Sara Torras.
Paul-André Lepprince tiene un origen un tanto dudoso, ya que por lo que él dice es nacido en Francia pero de madre española y en ningún momento habla sobre el padre, pero hacia al final de la novela nos hace especular sobre si el padre es el abogado Cortabanyes.”– Ni hablar, hijo -replicó el abogado-. Yo no me quedo solo en esta calle tan oscura. Además, hace un frío de muerte”.
Lepprince se caracteriza por ser una persona maquiavélica, con una gran habilidad para actuar y manipular a las personas que él crea necesario sin ningún tipo de escrúpulo. Está ávido de poder, y es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir lo que realmente quiere, incluso siendo amoral o ilegal. Por lo tanto, no duda en planear una serie de asesinatos con el fin de asentarse en la aristocracia barcelonesa, y así gozar de poder y fortuna. Lepprince alcanza su apogeo cuando, después de casarse con María Rosa Savolta, recibe la noticia de que va a ser padre, y eso supone su adhesión definitiva a la burguesía”. —Me alegro mucho, muchísimo. Siempre quise tener un hijo y ya lo tengo. Ahora —añadió con voz ronca— nada me detendrá”.
Aunque parece ser una persona fría y absolutamente individualista, necesita constante apoyo de sus colaboradores, a los que luego no duda en engañar, entre los cuales se encuentra Miranda, quien no es más que un títere para que el plan de Lepprince triunfe. De esta manera parece señalarse alguna carencia afectiva, tal vez por su origen oscuro, tibiamente relacionado con la paternidad enigmática por parte de Cortabanyes.
Guapo, refinado, brutal, se casa con una rica heredera tras haber
hecho matar al que iba a ser su suegro. Envuelto en un aire de misterio, Lepprince es un
amoral trepador, de inteligencia sinuosa y reflexiva. Lepprince es el motor de la acción
y en él convergen múltiples puntos de vista. Sabe analizar con lucidez la sociedad que le
rodea, una selva deforme en la que se ha propuesto triunfar con procedimientos que no
difieren de los habituales entre los poderosos. Nada le detiene, recurre fríamente al
crimen. Su fascinación sobre todos, incluido Javier, le facilitan la tarea. Sin embargo, en
algún momento adivinamos sus soledad, lo vemos necesitado de amistad: así, se confía
a Javier, a la vez que lo utiliza sin reparos. Su doblez desconcierta al mismo lector.
Este personaje ficticio se podría relacionar con el Barón de König, quién existió realmente. Era un joven de origen germánico que se trasladó a Barcelona, formó parte de una trama para desacreditar tanto el anarquismo como el nacionalismo catalán y contribuyó al triunfo de la dictadura de Primo de Rivera.
Todos los asesinatos y hechos a los que no conseguimos hallar una respuesta clara como el traslado del comisario Vázquez a Tetuán parecen estar ideados por Lepprince, por lo que podemos decir que es el motor de la acción. Sin embargo, nunca es él quien desempeña los planes directamente. Siempre recurre al contrato de matones o a su fiel guardaespaldas Max.
Victor Pratz es un espía alemán que colabora con Lepprince en el contrabando de armas. Éste se oculta bajo el nombre de Max para mantener su identidad en secreto. Aparentemente Max es un personaje secundario, pero es un desdoblamiento de Lepprince, ya que sin su guardaespaldas no se siente seguro y no hubiera podido llevar a cabo sus intenciones. Cuando Max se fuga, la vida de Lepprince se desmorona. La figura de Max, el guardaespaldas, es también un desdoblamiento del propio
Lepprince. El prototipo del guardaespaldas es común a la novela policíaca que tan bien
conoce Mendoza. En La llave de cristal (1931) de Dashiell Hammett el personaje
principal es Ned Beaumont, que no es un detective, sino un guardaespaldas del ganster
Paul Madwig.