Los monos saben gramática

La noticia es curiosa, pero los científicos de pacotilla. Desde luego que los monos al mirar fijamente el altavoz se dan cuenta de que algo cambia, pero entre las unidades lingüísticas que un cerebro podría reconocer se encuentran los afijos, pero también los sonidos. ¿Quién nos dice que a los graciosos titís de cabeza blanca lo que les extraña no es que no escuchen esa sibilante inicial similar al viento de sus selvas? 

Ahora bien, si se demostrara que la gramática está ya instalada al nacer en nuetra memoria filogenética, Chomsky se iba a apuntar un buen tanto. Mientras lo lees escucha la música de los titís. la música de los titís.

Los monos aprenden reglas básicas de gramática

La habilidad de estos animales es la misma que ayuda a los niños a aprender los fundamentos del lenguaje

A las capacidades cognitivas de los primates no humanos, que nuevos estudios no cesan de ampliar, se une ahora un sentido primitivo de la gramática, según publica un grupo de científicos de la Universidad de Harvard (EEUU) en Biology Letters.

Los investigadores partieron de una observación: muchos idiomas construyen palabras combinando sistemas de prefijos y sufijos. Incluso en otras especies, como aves, ballenas o monos, la concatenación de los sonidos en un orden particular es crucial para transmitir el mensaje.

 Esto, indican los científicos, les indujo a plantear que el lenguaje humano se basa en patrones ancestrales no lingüísticos facilitados por los mecanismos de la memoria.

El modelo animal elegido fue el mono tití de cabeza blanca (Saguinus oedipus). Los autores del trabajo sometieron a 14 de estos animales a un aprendizaje acústico de palabras inventadas que tenían en común un mismo prefijo. A través de unos altavoces, los monos escuchaban una lista de palabras como shoybi, shoyka, shoyna o shoyro.

Al día siguiente, tocaba examen. El test consistió en reproducir por el altavoz una nueva lista de palabras, pero en este caso, alternando algún vocablo incorrecto, en el que shoy aparecía al final y no al comienzo de la palabra. El método era simple: comprobar si, al escuchar la palabra errónea, los monos se quedaban mirando el altavoz. “Esto es exactamente lo que hicieron”, dice el director del estudio, Ansgar Endress.

Según los autores, esta habilidad básica de los monos es la que también ayuda a los niños a aprender los fundamentos del lenguaje.