A muchos de nuestros alumnos les gusta jugar a videojuegos. No hace falta recurrir a estudios rigurosos sobre este tema, basta con preguntarles personalmente en clase. Y lo cierto es que durante estos últimos meses de pandemia, muchos títulos de esta industria han tenido éxito, ya sea Among Us, Fortnite o Minecraft.
Cuando comenzó el confinamiento y ya no pudimos reunirnos para dar clases, las videollamadas y los correos electrónicos se convirtieron en el principal medio de comunicación entre alumnos, padres y profesores. Sin embargo, no podíamos dar clase de la misma manera que hacía días atrás… Fue en ese entonces cuando se nos ocurrió a todos una idea, al principio en plan de broma, pero luego lo intentamos. “Profe, ¿por qué no nos metemos todos en un servidor de Minecraft? Allí hablan inglés”. Aunque un poco receloso, quise intentarlo. ¿Por qué no? Así que desempolvé mi vieja cuenta de Minecraft (no hace tanto tiempo yo también había sido adolescente) y me puse a adaptar uno de los mapas que mi hermano pequeño y yo habíamos construido de pequeños: EL FAR Café. ¡Qué recuerdos! Pero, ¿seguiría siendo divertido después de tantos años? Es más, ¿tendría sentido darle a un juego la suficiente relevancia como para utilizarlo como herramienta de aprendizaje?
Fue entonces cuando encontré una noticia que se hacía eco de que la edición educativa de Minecraft había sido lanzada de forma gratuita a causa de la pandemia. Bueno, la verdad es que en ese momento yo todavía no tenía grupos grandes de alumnos (la situación hacía que las plazas de profesor fueran muy limitadas), y solo tenía algunos alumnos. Así que decidimos intentarlo.
Primero tuve que tener claro el objetivo de esta actividad: a todos estos alumnos les gustaba jugar a este videojuego. Estaban motivados para aprender, pero lo estarían aún más si lo hacían en su día a día a través del juego al que dedicaban parte de su tiempo.
Decidí crear una actividad utilizando como elementos los objetos de libros que se encuentran en el propio videojuego. Verbos irregulares y lectura. Eso estaría bien. ¡Y les gustó! Fue una actividad breve, de unos 15 minutos, pero fue suficiente para que pidieran más. La siguiente actividad era más compleja y requería un cierto conocimiento de la lengua inglesa más elevado para realizarla. Lo consiguieron, y durante las clases online hicieron muchas preguntas sobre lo que habían aprendido en el juego. De ahí surgieron varias propuestas y actividades. Incluso grabamos un vídeo de sus personajes hablando en inglés. En resumen, en dos rondas aprendieron lo que calculo que probablemente habría tardado en explicar en unas 6 sesiones.
Por supuesto, seguramente estas actividades no sean extrapolables a grupos grandes como los que solemos tener en nuestros institutos. Tampoco creo que sea una actividad para hacer regularmente, puede estar bien una vez al año para que nuestros alumnos hagan algo diferente, pero no para convertirla en nuestra metodología y enfoque principal.
Aun así, la experiencia con un grupo muy reducido de alumnos ha sido increíble. Y lo han encontrado divertido y ameno, algo que durante estos meses han echado mucho de menos. Después de esta experiencia, si las circunstancias lo permiten y el juego sigue de moda (si no tendremos que adaptar los materiales a lo que venga) daré más oportunidades a la enseñanza con videojuegos de forma ocasional. Lo llaman gamificación, ¿cierto?
Si quieres saber más, visita la página web de este proyecto.
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