Antes si no tenías agua, ibas a buscarla, al río o a la fuente. Ahora basta con acercar las manos a la fuente.

Si no tenías lo que te gustaba, comías lo que pillabas. Ahora, obtener comida gratis en un banco de alimentos es fácil.

Antes si querías aprobar, tenías que esforzarte tú. Ahora, se ha de esforzar el profesor y adaptarte el currículum, es decir, bajar el nivel.

Antes si querías evitar el embarazo, tenias que recurrir a la abstinencia o al preservativo. Ahora hay unas píldoras que te evitan ese sacrificio. Antes si tenías el ánimo hundido, te recomendaban ir a la playa, y paseos por el campo.

Ahora tienes el Prozac que hace milagros. Antes si querías combatir tu obesidad, te recomendaban comer masticando lentamente, consumir alimentos saciantes, engañar el hambre con chicles y mucha fuerza de voluntad para mantener la gana controlada. Ahora hay unas píldoras, el Ozempic, que te reducen el apetito. (…).

Ahora todo es más fácil, ahora hay que esforzarse menos. Todo esto modifica nuestro comportamiento y nuestro pensamiento y por tanto nuestra cultura. Todo esto acaba o debilita la cultura del esfuerzo. Y en este nuevo contexto, tenemos más derechos y menos obligaciones.