Un debate, es casi un combate. Imponernos con un argumento sólido, o con una salida original. En el diálogo, es diferente. Se busca la confluencia, el acuerdo.

Los mejores diálogos son los simétricos, es decir, de igual a igual. El tiempo se reparte. El que habla, nota cuando debe callar. Los gestos guían la interacción.

El objetivo principal del diálogo cotidiano, o doméstico, no es aleccionar. Es aproximarse. Aún así se encuentran las siguientes dificultades: Hay personas que entienden lo que entienden. Y personas que necesitan afirmarse, o lucirse con opiniones llamativas. También hay personas que toleran mal una corrección, y se enfadan. Y personas que tienden a irse por los “cerros de Úbeda”. Y los que no se engancha a ningún tema y te cuentan sus batallas: “Cuando yo era joven… Cuando estuve en Afganistán”. Y el que tiene un tema y no lo saques de ahí.

Sea como sea, conversar es sano. Y caminar también.