MISTRESS BRENNAN

Una cosa lleva a la otra.
Monsieur Brouard me ha devuelto a Oxford donde, en uno de los periodos tristes de mi vida, Mistress Brennan me levantaba la moral todas las mañanas (alabando mis peinados y mis vestidos), tardes (enviando a su gran perro color miel a esperarme a la parada del autobús) y noches (dándome conversación y bombones de chocolate), durante las dos semanas que pasé alojada en su casa.
Mistress Brennan no solamente era un encanto de persona, una especie de abuelita de cuento, sino –y esto es extraordinario tratandose de una lady inglesa- era una cocinera fantástica con un sentido de la estética más que notable. Quizás porque en su juventud había sido cocinera en la India, me servía unos desayunos y cenas deliciosos con una profusión de copas y platos dignos de una maharaní.
Siempre la recuerdo con cariño y una inmensa gratitud.

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