‘Tomy y yo’ por Claudia Rodríguez

Un día yo fui con mis padres al establo de al lado de mi casa. Estaba a diez minutos andando así que no nos hizo falta coger el coche. Una vez allí vi a un caballo, diferente a los demás y me llamó la atención, era marrón claro pero tenía la crin blanca y quizá era un poco más feo que los demás, pero a mi era el que más me gustaba.

Pregunté su nombre y me dijeron que se llamaba Tomy.

Le dije a mis pares que quería montar en él, pero ellos me dijeron que mejor otro caballo porque Tomy era un poco raro, yo tuve que montar en otro caballo por culpa de mis padres. Después de una hora dando vueltas con el otro caballo volví al establo, yo noté que Tomy estaba triste y se sentía solo porqué nadie lo quería. Entonces yo fui allí, la puerta de donde estaba él estaba abierta sí que decidí entrar.

El caballo cuando me vio entrar no hizo nada, entonces yo lo acaricié y le mostré mi aprecio hacia él. Yo hablaba con él aunque no me entendiera pero sabía que él sentía mi cariño.

A partir de ese día fui cada día al establo, y le llevaba zanahorias y cosas, me sentaba junto a él y le explicaba mis penas e ilusiones, yo estaba segura de que me entendía. Yo me preguntaba porqué no le gustaba a la gente, porque era el mejor caballo que había visto nunca, no importa si eres feo, guapo, bajo o alto mientras que seas buena persona…

Como mis padres eran ricos les supliqué y supliqué que me compraran el caballo y así fue, me lo compraron y Tomy y yo fuimos muy buenos amigos.

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