Estaba anocheciendo, y en lo alto de la montaña, en medio de la niebla, sobresalía un gran castillo. Este parecía sombrío, tenebroso, horrible diría yo. Nos mirábamos los unos a los otros mientras se nos ponía la piel de gallina. ¿Como nuestros padres habían pagado una excursión a un lugar tan escalofriante y espantoso como aquel?
Cogimos los equipajes y nos dirigimos al vestíbulo. Allí nos dieron la llave de la habitación y escogimos los compañeros con los que íbamos a compartir tres noches. Lógicamente enseguida hicimos el grupo Ángel, María, Tomás y yo.
Cuando llegamos a la habitación Tomás dijo:
-¿Pablo cómo vamos a repartir las camas? y yo le respondí:
-Que elija María primero y nosotros nos las jugamos a piedra, papel o tijera. Y así fue como repartimos las literas.
Bajando las escaleras para ir al comedor a cenar, las telarañas colgaban por todas partes, el ambiente era húmedo. Todo estaba sucio y la luz era tenue…. ¿Qué más podíamos desear? Eran las ocho y media.
La comida no fue nada del otro mundo, pero estábamos tan cansados que los ojos se nos cerraban, solo soñábamos con irnos a la cama. Así fue como a las diez estábamos los cuatro profundamente dormidos.
El reloj dio una campanada, María se levantó para ir al baño y medio dormida vió una sombra que la asustó. Se olía un tufo a azufre . Sus ojos se hicieron grandes como platos, ¿Que había visto? ¿ Lo había soñado o era real? Empezó a escuchar un gruñido acompañado de unos golpes. María dio media vuelta y empezó a gritar. Pablo se despertó y susurrando le preguntó: ¿Qué ocurre, por qué gritas?? Es muy tarde…. He visto un espectro, o no un fantasma…. Tengo miedo!!!! Y así fue como Tomás y Ángel también se despertaron incrédulos. De repente, en el pasillo, se oyó el chirriar de una puerta…. Salimos y al fondo, en medio de la oscuridad, el resplandor de la sombra traspasaba una puerta secreta. Y Tomás dijo:
-¿Seguíamos al fantasma o volvemos a la cama? …..