En la antigua Grecia (469 – 399 AC), Sócrates era un maestro reconocido por su sabiduría. Un día, el gran filósofo se
encontró con un conocido, que le dijo muy excitado:
– Sócrates, ¿sabes lo que acabo de oír de uno de tus alumnos?
– Un momento -respondió Sócrates-. Antes de decirme nada me gustaría que pasaras una pequeña prueba. Se llama la prueba del triple filtro.
– ¿Triple filtro?
– Eso es, -continuó Sócrates-. Antes de contarme lo que sea sobre mi alumno, es una buena idea pensarlo un poco y filtrar lo
que vayas a decirme. El primer filtro es el de la Verdad. ¿Estás completamente seguro que lo que vas a decirme es cierto?
– No…, me acabo de enterar y…
– Bien – dijo Sócrates-. Conque no sabes si es cierto lo que quieres contarme. Veamos el segundo filtro, que es el de la Bondad.
– ¿Quieres contarme algo bueno de mi alumno?
– No. Todo lo contrario…
– Con que -le interrumpió Sócrates-, quieres contarme algo malo de él, que no sabes siquiera si es cierto. Aún puedes pasar
la prueba, pues queda un tercer filtro: el filtro de la Utilidad.
– ¿Me va a ser útil ésto que me quieres contar de mi alumno?
– No. No mucho.
– Por lo tanto, – concluyó Sócrates- si lo que quieres contarme puede no ser cierto, no es bueno, ni es útil, ¿para qué contarlo?
Esto explica el por qué de la grandeza de Sócrates, y por qué se le tenía en tanta estima.
Ahora, después de haber leído esta historia, me gustaría que comentárais qué querrá decir todo ésto. A ver si entre todos podemos sacar unas conclusiones. Os pueden ayudar los padres.