El domingo apuré al máximo el fin de semana; me quedé en Valencia a ver una obra de teatro. Hacía mucho que no iba a esta sala que está dentro del circuito de teatros alternativos de la ciudad. La sala se llama Manantiales. La conozco desde mis tiempos de universitaria y entre tanto ha tenido diferentes espacios (desde el Cabañal a la ubicación actual cerca de la plaza de España); también diferentes propuestas. Arturo ha escrito para la compañía, actualmente la sensibilidad del director (Manantiales es Chimo Flores) está muy alejada de la suya, pero siempre que puede va a ver los montajes más interesantes. Éste me lo recomendó él. Conocíamos a la compañía (El canto de la cabra) desde hace muchísimos años, vimos en su propia sala en Madrid (cerca del metro de Chueca), en una terraza al aire libre, Esperando a Godot de Beckett. Era uno de nuestros primeros contactos con el teatro contemporáneo, el espacio era precioso, nos sentíamos tan adultos… Hace un par de años El canto de la cabra ya representó su último montaje en Manantiales. También fuimos a verlo. Nos gustó.
Lo que vimos el otro día no sé en qué categoría entra: teatro contemporáneoalternativovanguardistanoteatro. Se rompía el discurso convencional, la frontera entre la ficción y la realidad (los personajes se llaman como los actores, cuentan vivencias personales, muestran fotos de su Primera Comunión!); el propio título, Trece años sin aceitunas, no tiene ningún referente a lo largo del texto; los espectadores empezamos sentados en el suelo hasta que participamos en el montaje del espacio destinado al público (en un excelente ejemplo de colaboración ciudadana vamos colocando sillas plegables en las que a continuación nos sentaremos). No he dicho que una vez allí Arturo me dijo que éste era su regalo de cumpleaños. Él forma parte del teatro, pero para gente como yo que somos meros espectadores a veces nos sentimos ajenos a ese mundo. Lo notas en la cola para sacar las entradas, ¡todos son actores que se conocen!, se nota en tus ropas, que tienen un punto de convencionalismo que no ves alrededor, en el peinado incluso. Bueno, no me sentí fuera de lugar en la obra pero sí tuve la sensación de que los actores-creadores estaban jugando con los (ya) estereotipos del teatro contemporáneo: ese teatro-danza en el que casi no hay palabra, en el que se suceden acciones a veces inconexas, acciones estéticamente bellas pero sin una finalidad expresa. Por ejemplo, en la obra hay una escena en la que se vierte un cántaro de leche sobre una jarra transparente. La imagen es hermosa, el juego de luces focaliza el blanco, pero la escena se convierte en algo feo porque se eterniza: la leche empieza a derramarse y lo que en principio provoca fascinación llega a ser molesto. Bien, creo que este exceso es buscado por los creadores para incidir en el sinsentido de este tipo de acciones si no están apoyadas por un buen armazón teórico. En definitiva, obra desconcertante que cuetiona el lugar del espectador y del actor. Increíbles los actores. Una experiencia no para todos los públicos, pero excelente regalo.
No he conseguido poner ninguna foto del montaje pero os apunto la página web: http://www.elcantodelacabra.com/
¿Os animáis a comentar alguna experiencia “curiosa” en el último concierto o espectáculo al que hayáis asistido o del que hayáis formado parte?
A continuación tenéis una canción de Antonio Machín. En la obra se escuchó un bolero suyo, no es éste, ¡pero ya estoy contenta con haber podido colgar este enlace!
[kml_flashembed movie="http://www.goear.com/files/localplayer.swf" width="366" height="75" fvars="file=91f3226" wmode="transparent" /]Mar y cielo
Viernes por la tarde.
Rodeada de libros que esperan ser abiertos. Ganas de hacer nada.
Solo de recordar ese fin de semana fantástico.
Viernes por la tarde, unas semanas atrás.
Dos personajes un tanto peculiares parten hacia Barcelona. Sabina y Serrat les esperan.
La oscuridad del escenario. Dos vidas entregadas a la música. Cientos de personas esperando, sin parpadear, felices. Entre estás personas, ella y yo, juntas.
De repente, las luces, las primeras notas, el placer, nuestra ilusión y la de tantos, se fusionaron.
Una voz dañada por los años y los excesos… “Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escena del sofá; yo no quiero que viajes al pasado…”
Hola ELena,
leer tu post con la música de Machin de fondo ha sido una delicia. He de confesarte que soy alérgico al teatroalternativonoconvencionalyquenosesabequepretende así que no te puedo explicar ninguna experiencia friki!! En ese aspecto soy bastante normalito y formalito…jejeje Prefiero ir al cine antes que al teatro aunque me cultivan los textos teatrales de algunos autores y también siento admiración por buenos actores que se han bragado en los escenarios teatrales. Pero en el cine es donde viven mis fantasmas, mis mitos, mis héroes (Redford, Monroe, Ford, Newman, Pfeiffer, Allen…).
Saludos cordiales,
marià 🙂
Yo no soy especialmente mitómana, pero desde pequeñita siento debilidad por Paul Newman. La culpa la tiene la tele, la de aquella época en que todavía se hacían ciclos sobre algún actor norteamericano en horario “infantil”. En aquellos ciclos se forjó una devoción especial por Marlo Brando. Cuando ya fui mayor esa pasión se materializó en un ejercicio de escritura teatral en el que teníamos que crear un mito contemporáneo. Y Brando ha gozado una vida a la que exprimir las más bajas miserias; era el momento en que su hijo había matado al novio de su hija Cheyenne (fíjate, es que hasta la saga familiar ha conseguido conservar un tipo de vida que de tan real parece sacada de una novela sobre las mezquindades humanas).
En fin, mi pasión también es el cine. Creo que la intimidad que se crea entre la imagen y el espectador no es superable por ninguna otra experiencia. Que precisamente por lo emocional de su naturaleza, nos enfrenta directamente con nuestro pensamiento, con nuestra razón. Con los años temo que he ido perdiendo pasión por conocer directores, filmografías, vidas… y es una lástima porque para mí era una manera de enriquecer lo cotidiano, a veces tan pobre.
¡No quiero parecer desencantada! Y menos este año, que me encuentro bastante a gusto en clase y con proyectos, como este bloc, el cine-fòrum, que me motivan a nivel laboral. Otra causa de satisfacción a nivel personal-laboral muy grande es que haya alumnos que respondan a las propuestas que se les hacen. Alumnos, jóvenes, con el suficiente criterio como para reconocer los excesos en las voces dañadas y aún así valorar la protesta del que no soporta un amor civilizado. Satisfecha porque me estoy planteando cuestiones lingüísticas (y estoy planteando a compañeros, ellos sí, desencantados) que te despiertan la mente, ¡yo que soy de literatura!
Saludos a mis dos “comentaristas”.