“Pues sólo tú puedes regalar a los mortales con una paz tranquila, porque los feroces trabajos de la guerra los rige Marte, señor de las armas, quien suele abandonarse a tu regazo, rendido por eterna y amorosa herida, y, reclinando así su bien torneada cerviz, levanta hacia ti la vista y apacienta de amor sus ávidos ojos, sin saciarse jamás…”
LUCRECI: De rerum natura, I, 31