Martín Martínez Martínez
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LA PANDEMIA NOS SEPARÓ, EL APAGÓN NOS HA UNIDO.
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¡El apagón!. Ya pasó todo. Si hablamos de la desconexión, podemos elegir tres o cuatro temas: Las causas. Las consecuencias generales. Las vivencias particulares. Y para mi el tema más importante:
Las lecciones aprendidas.
Primera: Los jóvenes, especialmente los hiperconectados, se asustaron más que los mayores. Los mayores aún usamos la radio digital, la vela, o la linterna, y el libro. Segunda: Sin el móvil, la observación del entorno , la reflexión y la interacción, pasó a ser una buena ocupación. Tercera. La interacción con los vecinos aumentó. Incluso las relaciones familiares mejoraron: Cuarta. El estatus de los libros aumentó. Esos objetos que no consumen energía, y no te fallan nunca.
Mencionadas las lecciones positivas, añado una observación importante, comparando la pandemia con el apagón: La pandemia redujo los contactos físicos y aumentó las vivencias virtuales, el apagón ha tenido el efecto contrario. (…). Cuando el virus nos preocupaba tanto, aumento el teletrabajo, la telecompra, la teleasistencia, la televisión, la telegestión, y la teleeducación. Quedarse en casa era la mejor opción. Desparecieron los diarios de los bares, y el uso de las monedas decreció. ¡No toques, lo que otro tocó!. El aislamiento creció. De la desconexión, podríamos decir lo contrario.
EL PAPA DE LOS EXCLUIDOS Y EL PRESIDENTE DE LOS INCLUIDOS.
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Con frecuencia las personas podemos optar. Entre centrarnos o dispersarnos. Entre acoger o agredir. Eso es una opción.
Esas personas que cuando van a pasear o, a comprar siempre se dirigen o bien al centro de la ciudad o bien al centro comercial, porque prefieren el lujo del centro y rechazan la escasez de la periferia.
Esas personas, que no aprecian la paz, y siempre exhiben gestos, expresiones, y reacciones, que hieren, porque son agresiones.
Algunas veces, no son opciones, son tendencias o inclinaciones: Tenemos el caso de la excentricidad derivado del trastorno mental. También tenemos el caso de los que excluyen a los de fuera por egoísmo o desconfianza. O el caso de las personas con mucha testosterona, que tienden a reaccionar con violencia si les “mojas la oreja” o les “pisas el terreno”.
Y para acabar. Aceptamos que nos puede mover la ideología o la biología, ¡ y las circunstancias!. Aceptamos eso y nos preguntamos: ¿ A dónde colocamos al Papa Francisco y a Trump?.. Y afirmamos: El primero era el Papa de los excluidos, el segundo es el presidente de los incluidos y poderosos. El primero ambicionaba incluir a los marginados y el segundo, lo contrario, ¡y anexionarse territorios!.