Qualsevol nit pot sortir el sol és, a banda del títol d’una cançó d’en Sisa que m’agrada molt, una frase que em repeteixo quan, tot d’una, em trobo amb una cosa nova que em crida l’atenció: ara em passa amb en Harold Lloyd.
Com a molta altra gent “Harold Lloyd” només em suggeria la imatge d’un home penjat de les busques d’un rellotge. Fa un mes, un dvd de la biblioteca em va descobrir un personatge extraordinari.
Les pel·lícules d’en Lloyd –que era un molt bon actor- són d’allò més divertides i et fan riure amb un humor que mai no és cruel, ni sentimentaloide, ni cínic i que mostra sempre alegria i optimisme. Però, a més, tenen un ritme trepidant i una tècnica molt mesurada que converteix en senzill allò que és el resultat d’una elaboradíssima posada en escena.
Vista ara, l’obra d’en Harold Lloyd és també un testimoni fantàstic de la història del cinema (amb molta influència en obres i gèneres posteriors) i de la vida quotidiana als Estats Units durant el primer terç del segle XX.
És per tot això que em sento molt afortunada d’haver-lo –encara que amb molt de retard- descobert.
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MIS PERSONAJES SECUNDARIOS
El verano pasado la conversación iba de actores atractivos y este año va de personajes literarios. Comenzó con nuestros héroes de la infancia y juventud y siguió con nuestros personajes más queridos, cuando vimos que ambas categorías no siempre se correspondían.
He llegado a la conclusión de que mis personajes favoritos no siempre, o no sólo, son mis ídolos y que, desde niña, he sentido un especial cariño por otros personajes de las historias que me han fascinado.
Y así desde la Rayo de Luna, del radiofónico “Jim Phoscao” al Catarella del “Comisario Montalbano”, pasando por el Franz d’Epinay de “El Conde de Montecristo”, el Ottis Vanbrough de “Beau Geste”, la Mammy de “Lo que el viento se llevó”, el Viernes de “Robinson Crusoe”, el Biscuter de “Pepe Carvalho” y tantos otros, me suelen fascinar personajes secundarios, a veces pequeños, otras no tanto, pero siempre actuando en la segunda fila y no pocas veces perdiendo al final aquello que querían conseguir.
¿Por qué personajes tan diversos, me gustan a menudo más que el protagonista de la historia?
Ahora que me lo planteo descubro que lo que me gusta de ellos es su lealtad. Lealtad a quienes aman, pero principalmente -digna, honesta y sin trampas- lealtad a sí mismos. Por eso, aunque no lo parezca, en realidad siempre acaban ganando. Al menos siempre acaban ganándome a mí.
NINA, JOY, SAMBA Y CANELO

Nina era de Ana, Canelo es de Pili, Joy de Emma, y Samba de Oriol.
Nina tenía el pelo gris, marrón y blanco, un poco áspero. No soportaba que le tocaran las patas pero le encantaba que la acariciaran y le rascaran la panza. Era muy cariñosa, dulce, y sociable. Le chiflaba el yogurt y les tenía pavor a los truenos y a los ruidos fuertes: cuando los oía corría a esconderse bajo la cama y tardaba horas en salir de allí.
Canelo es marrón oscuro, con una larga y ondulante cola. Tiene un porte majestuoso, un poco distante, de amo y señor de la parte de la calle que es el territorio que controla. Le gusta mucho el jamón de York y sólo se altera en las épocas de celo, cuando persigue, con gran éxito, a todas las perritas del barrio.
Joy es un pequeño gruñón, gris, marrón y blanco, muy apegado a la gente que conoce y muy irascible con el resto. Es muy delicado con las comidas y muchas cosas le sientan mal. Cuando tiene miedo a ser abandonado se pone melancólico y sólo se consuela jugando con un cochecito rojo, una y mil veces remendado, que se resiste a abandonar.
Samba es color canela, con un pelo largo y suave y grandes orejas caídas. Es muy alegre, sociable y juguetona: trepa a los árboles, nada, corre, salta, pasea por la barandilla del jardín y los niños de la casa la disfrazan sin que nada la incomode. Es una perrita omnívora a la que todo le gusta: carne, pescado, fruta, verdura… especialmente el melón y la lechuga.
Nina, Canelo, Joy y Samba, cuatro perros que alegran nuestros veranos.
MARY, SUNSI, CONCE, TERE, MAY

César sobre un frigorífico se comía una verde manzana bajo la envidiosa mirada de un gato, que tenía que conformarse con beber agua fresquita o leche. La primera era de un pozo guardado por un ángel al que era imposible quitarle su flecha solitaria. Este drama “trenebundo” era contemplado por un pingüino, un nene y un caballero con sonrisa de millonario, mientras el cordobés dejaba que la hermosa Blancanieves peinara su sedosa cabellera con un peine largo total y Evaristo, con cara de misto, mantenía animada conversación, sobre Jimmy el Pecas y el agente 007, con su amigo Ceniciento, en tanto que Patricio observaba… y Jean Paul idem. Entonces pasó, tras el Corrreo, el Rápido (aunque es al revés) donde montaron todos desapareciendo de mi “fardativa” vista.
EL CARNAVAL DE CÁDIZ
Nunca me había interesado especialmente el carnaval hasta que un día, haciendo zapping, descubrí el de Cádiz en el canal Andalucía y me convertí en una entusiasta. Como mucha otra gente había visto en televisión alguna chirigota y me había parecido algo gracioso sin más pero el carnaval de Cádiz es mucho más que sus chirigotas (aunque ellas siguen siendo mis preferidas).
Entre coros, comparsas, cuartetos y chirigotas con sus decorados, vestuario, música, letra, escenografía… dudo que haya alguien -sin contar los de Sevilla que también se apuntan- en la ciudad y alrededores que no esté, de una forma u otra, comprometido con la fiesta: y eso se nota. Creo que sin esa gran implicación colectiva no sería posible el derroche de energía, pasión, amor a la ciudad, capacidad de análisis y síntesis, visión crítica, humor inteligente, gracia y salero que desprende cada agrupación.
Así que todos los años me uno, desde la distancia, al Falla, a las ninfas, al Selu, al Yuyu, al Gago, al Kike Remolinos, al Canijo de Carmona, y a los vampiros, los mosquitos, las princesas, los elfos… disfrutando con los pelotazos y enfadándome, a veces, con los cajonazos del jurado.
No he estado nunca en Cádiz pero, gracias al carnaval, conozco la Puerta de Tierra, la Caleta, el barrio de la Viña, el Pópulo y sé quien fue Paco Alba. Creo que ya va siendo hora de que les haga una visita.
EN VACACIONES
A veces en vacaciones se recuerdan cosas curiosas, como personajes de películas interpretados por actores que nunca estuvieron tan atractivos como entonces.
Algunos ejemplos:
El Bernardo de “West Side Story” (George Chakiris). El Mr. Ripley de “A pleno sol” (Alain Delon). El Indiana Jones de “En busca del arca perdida”. El Diego de “Fresa y chocolate” (Jorge Perugorría). El Mr. Jones de “Mr. Jones” (Richard Gere). El Leo de “La casa de las dagas voladoras” (Andy Lau). El Vito Corleone de “El padrino II” (Robert de Niro). Los Jordan Benedict y Jett Rink de “Gigante” (Rock Hudson y James Dean). Los Jim Mckay y Steeve Leedy de “Horizontes de Grandeza” (Gregory Peck y Charlton Heston). Los Henry “Shaw”” Gondorff y Johnny ”Kelly” Hooker de “El golpe” (Paul Newman y Robert Redford). El Ned Racine de “Fuego en el cuerpo” (William Hurt). El Shane de “Shane” (Alan Ladd). El fantasma de “El fantasma de la ópera” (Gerard Butler)
