
Nina era de Ana, Canelo es de Pili, Joy de Emma, y Samba de Oriol.
Nina tenía el pelo gris, marrón y blanco, un poco áspero. No soportaba que le tocaran las patas pero le encantaba que la acariciaran y le rascaran la panza. Era muy cariñosa, dulce, y sociable. Le chiflaba el yogurt y les tenía pavor a los truenos y a los ruidos fuertes: cuando los oía corría a esconderse bajo la cama y tardaba horas en salir de allí.
Canelo es marrón oscuro, con una larga y ondulante cola. Tiene un porte majestuoso, un poco distante, de amo y señor de la parte de la calle que es el territorio que controla. Le gusta mucho el jamón de York y sólo se altera en las épocas de celo, cuando persigue, con gran éxito, a todas las perritas del barrio.
Joy es un pequeño gruñón, gris, marrón y blanco, muy apegado a la gente que conoce y muy irascible con el resto. Es muy delicado con las comidas y muchas cosas le sientan mal. Cuando tiene miedo a ser abandonado se pone melancólico y sólo se consuela jugando con un cochecito rojo, una y mil veces remendado, que se resiste a abandonar.
Samba es color canela, con un pelo largo y suave y grandes orejas caídas. Es muy alegre, sociable y juguetona: trepa a los árboles, nada, corre, salta, pasea por la barandilla del jardín y los niños de la casa la disfrazan sin que nada la incomode. Es una perrita omnívora a la que todo le gusta: carne, pescado, fruta, verdura… especialmente el melón y la lechuga.
Nina, Canelo, Joy y Samba, cuatro perros que alegran nuestros veranos.


