¿Todo para el profesorado sin el profesorado?

 

 

 

 

Andy Hargreaves escribe en Profesorado, cultura y postmodernidad (1994) la siguiente dedicatoria:

 

Este libro está dedicado a mi madre y a mi difunto padre. Aunque se les negaron los beneficios de la educación que merecían, siempre apreciaron su valor. Tras el fallecimiento de mi padre, mi madre apoyó decididamente mi propia educación, tanto durante como después de la etapa obligatoria, a veces, a costa de considerables sacrificios personales. El sacrificio es una de las virtudes humanas más pasada de moda y menos valorada. Para mi madre, y las personas de su sexo, clase social y época, constituía la forma suprema de amar. Especialmente para quienes lo ofrecen, el sacrificio no precisa devolución, sino sólo aceptación y redención. A quienes actuaron así por el futuro de sus hijos, y a mi madre en particular, va dedicado este libro.

 

 

En la contraportada del libro podemos leer:

 

Hargreaves afirma que las estructuras y culturas de la enseñanza tienen que cambiar aún más para que los docentes no se vean atrapados en la culpabilidad, oprimidos por el tiempo y sobrecargados por las decisiones que les imponen.

 

Tomo estas dos citas para la reflexión. Una dedicatoria a sus padres que es un sentido homenaje, y una referencia a las “estructuras y culturas de la enseñanza” que considero un toque de atención a las responsabilidades que están por encima y también fuera del aula.

 

Permítaseme que añada un comentario poco ingenuo: si esto fue escrito en 1994, puede que debamos cuestionarnos la dirección de los cambios, no vaya a ser que se agudicen los problemas que Hargreaves pretendía prevenir.

 

Los maestros, en general, no tiramos balones fuera. Asumimos nuestras responsabilidades en todos los ámbitos. Pero quizá ya va siendo hora de que todos aquellos que nunca pisan el terreno de juego se cuestionen si sudan la camiseta en sus respectivos papeles.

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