El 45% de los niños tienen problemas de peso. El 70% de los adolescentes obesos podrían serlo también al alcanzar la edad adulta.
La obesidad es una enfermedad crónica que suele gestarse en la infancia. La escuela tiene un papel determinante a la hora de inculcar buenos hábitos alimenticios y de ejercicio físico entre los más pequeños, un grupo de población que cada vez se ve más afectado por el exceso de peso.La educación alimentaria de los niños recae en gran medida en la família: los hábitos de los padres acompañarán al niño a lo largo de su vida.
Los hábitos dietéticos en la población infantil se han visto modificados. La dieta mediterránea tradicional ha sido reemplazada por comidas ricas en grasa y azúcares añadidos. Hay un exceso de carnes, embutidos, lácteos y alimentos de gran contenido energético (dulces, bollería industrial y refrescos carbonatados), así como un déficit de ingesta de frutas, verduras, cereales y legumbres.
Otro factor que explica el auge de la obesidad infantil es el sedentarismo, favorecido por un entorno urbano que no suele facilitar la práctica de actividad física. Los niños juegan cada vez menos en las calles y los parques y, en cambio, dedican más horas a jugar con el ordenador o los videojuegos.
La obesidad tiene efectos en el organismo que condicionan la calidad de vida a corto y largo plazo. El exceso de peso predispone a enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial, el aumento de los niveles de colesterol y otras alteraciones que condicionan una afectación cardiovascular.
Los efectos psicológicos también son importantes: la obesidad genera problemas de autoestima, depresión, aislamiento…Para combatir la obesidad hace falta prevención; hay que inculcar desde pequeños hábitos de alimentación y actividad física saludables”.
