Había una vez un niño muy travieso que se llamaba Jaime. Un día, oscurecido por las nubes, Jaime se adentró en un bosque para jugar. El no se daba cuenta pero a cada toque que daba a la pelota se adentraba más y más en la oscuridad del bosque. Cayó la noche y el no se enteraba de nada hasta que…¡ZAPP! Un trueno salió de la nada, los búhos se oían, y los murciélagos se veían. Asustado Jaime corrió hacia todos lados hasta que encontró un castillo, y se adentro en él… Lo exploró pero no encontró a nada ni a nadie, ¡BUMM! Un terrible sonido se oyó de la puerta y ¡ZAPP! Le apareció un vampiro detrás, se puso a chillar y correr desesperadamente, pero antes…” si hay menores de once años en la sala les ruego que salgan porque”… ¡CRAC! SE oyó el chasquido de…¡Un ataúd! DE ahí salió un Frankenstein inchable, se dio cuenta porque el ataúd estaba lleno de agujas y solo veía los restos de goma. Pero a lo que íbamos el vampiro le estaba buscando pero él encontró una puerta y entró y…¡ Era el baño de las momias! Lo sabia porque había muchos rollos de papel. Al final pudo salir pero eso solo era la casa del terror de una feria.
Ahora sabiendo que él había tenido miedo al menos por dos horas, ya no se burla de nadie porque sabe que el terror está a la esquina de su casa.
Tavi Rad