Lámparas de bajo consumo y salud

Lámparas de bajo consumo y salud

Desde el pasado 1 de septiembre, han dejado de fabricarse y distribuirse en la UE las bombillas incandescentes de 100 vatios, es decir el modelo más potente de las lámparas de toda la vida, aunque en las tiendas se pueden seguir vendiendo hasta que se acaben las existencias.

Se aplica así una Directiva de la Comisión Europea destinada a retirar del mercado aparatos de alto consumo y escasa eficiencia energética. Se trata de un auténtico apagón incandescente, porque a las bombillas de 100 W seguirán las demás. Las más usadas, las de 60 W, estarán disponibles hasta septiembre de 2011 y las de 40 W y 25 W hasta septiembre de 2012.

El objetivo es que en 2016 sólo queden en el mercado las lámparas más eficientes: bombillas tipo LED, las lámparas halógenas de clase energética B y las lámparas fluorescentes compactas (LFC).

Luces y sombras de las LFC

Las bombillas LFC son efectivamente mucho más eficientes desde un punto de vista energético. Pero su uso no está exento de cierta polémica, pues hay quien pone en entredicho su calidad y alude a posibles problemas para la salud, por ejemplo por su contenido en mercurio.

El contenido en mercurio

El mercurio es un componente indispensable de las LFC, cada bombilla cuenta con 5 mg. Este metal pesado está en el interior de la lámpara y sólo podría liberarse si se rompiera la lámpara.

* En ese caso, habrá que proceder con precaución: recoger los residuos con un celo o una tela húmeda (nunca pasar el aspirador) y ventilar bien la habitación. Los desechos deberán eliminarse.
* Estas bombillas, o sus restos, no pueden tirarse a basura, sino que es preciso dirigirse a un punto limpio de recogida.

La OCU se ha dirigido a la Comisión Europea para solicitar reducciones paulatinas en la cantidad de este metal tóxico y también ha solicitado que promueva nuevas políticas de recogida y reciclado para este tipo de producto facilitando la tarea a los consumidores.

Los rayos ultravioletas

Éste es otro de los “peros” que se argumentan contra las LFC. Es cierto que algunas personas particularmente sensibles podrían llegar a padecer una enfermedad de la piel motivada por la emisión de rayos ultravioleta de las lámparas de bajo consumo LFC. Esto afecta a un porcentaje mínimo de la población. Para el 99,9% restante un uso normal de la bombilla LFC no supondrá ningún problema, aunque una exposición prolongada (más de 8 horas) a una distancia muy corta (unos 20 cm de la lámpara) pudiera producir lesiones cutáneas u oculares. En la peor de las hipótesis afectaría a 250.000 personas en la UE. En cualquier caso, el uso de lámparas con doble envoltura permite reducir mucho la emisión de radiaciones ultravioletas… y el consiguiente riesgo. Claro está, la doble capa implica una merma de eficacia (se reduce en un 5 o 10%).

Otra de las cuestiones en las que se trabaja es si este tipo de lámpara puede tener otras afecciones no relacionados con la piel, como: migrañas, ataques en pacientes epilécticos, fibromialgia, catararas….

Según un dictamen emitido en septiembre de 2008 por el Comité científico de la Comisión Europea de los riesgos sanitarios emergentes y recientemente identificados (CCRSERI) con título “Light Sensitivity”, no existen pruebas científicas que respalden esta relación. Aunque creen que es necesario realizar más estudios antes de extraer conclusiones definitivas respecto a varias afecciones. La preocupación radica en diferentes características de las lámparas compactas fluorescentes de bajo consumo como el parpadeo, la radiación ultravioleta y la luz azul que emiten, así como los campos electromagnéticos.

Fuentes: OCU; GreenFacts

Ampliar información: Publicación de GreenFacts con información extraída del documento «Light Sensitivity» realizado por el CCRSERI. Ofrece información sobre:

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