UNAMUNO

Miguel de Unamuno, filósofo agonista, se adelantó en muchas cosas a su tiempo: con sus “nivolas” llenas de niebla para esculpir en ella; con sus personajes rebeldes al autor, que no querían morirse ni seguir el argumento de la trama, como le ocurría al propio Unamuno; con sus afirmaciones paradójicas pero terriblemente certeras (como que don  Quijote era más real que el propio Cervantes); con sus ficciones metafísicas que prefiguran al bibliotecario ciego Borges; con su grito de buceo trágico en los abismos de la identidad; “¡adentro!”; con su hambre de Dios y deseo de creer como un niño chico, con la fe del carbonero; con su atisbo de la importancia de la intrahistoria, que libra ferozmente del anonimato a millones de seres humanos; con su conciencia lingüística inversa: el lenguaje es ante todo pensamiento y es pensada su belleza; con sus versos renqueantes y algo chirriantes como una puerta que no acaba de cerrar, su poesía desnuda y conceptual, al margen de toda moda y corriente literaria; con su valoración de los románticos ingleses y del italiano Leopardi… en fin con su afán expresado a modo de credo poético:

Piensa el sentimiento, siente el pensamiento;

que tus cantos tengan raíces en la tierra,

y que cuando en vuelo a los cielos suban

tras las nubes no se pierdan.

No te olvides de que nunca más hermosa

que desnuda está la idea.

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