BORGES Y JOHN KEATS

Quienes han frecuentado la poesía lírica de Inglaterra no olvidarán la Oda a un ruiseñor que John Keats, tísico, pobre y acaso infortunado en amor, compuso en un jardín de Hampstead, a la edad de veintitrés años, en una de las noches del mes de abril de 1819. Keats, en el jardín suburbano, oyó al eterno ruiseñor de Ovidio y de Shakespeare y sintió su propia mortalidad y la contrastó con la tenue voz

imperecedera del invisible pájaro. Keats había escrito que el poeta debe dar poesías naturalmente, como el árbol da hojas; dos o tres horas le bastaron para producir esa página de inagotable e insaciable hermosura, que apenas limaría después.

 

A JOHN KEATS (1795-1821)

Desde el principio hasta la joven muerte

La terrible belleza te acechaba

Como a los otros la propicia suerte

O la adversa. En las albas te esperaba

De Londres, en las páginas casuales

De un diccionario de mitología,

En las comunes dádivas del día,

En un rostro, una voz, y en los mortales

Labios de Fanny Brawne. Oh sucesivo

Y arrebatado Keats, que el tiempo ciega,

El alto ruiseñor y la urna griega

Serán tu eternidad, oh fugitivo.

Fuiste el fuego. En la pánica memoria

No eres hoy la ceniza. Eres la gloria.

                                               J.L.Borges

 

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