Un fragment de la bellíssima novel.la que va inspirar “Memoria de mis putas tristes” de Gabriel García Márquez. A l’incomprensible país de les geishes, un home vell s’enfronta amb el final de la vida amb el rerafons del desig que s’apaga, furgant en la ferida que vincula l’amor i la mort, el desig i la caducitat, la fragilitat del cos i la trivialitat de l’escriptura.
Era una trivialidad, pero la muchacha, cuyo  pecho se había manchado de sangre, le había enseñado que los labios de un hombre  podían hacer sangrar casi cualquier parte del cuerpo de una mujer. 
Y aunque  posteriormente Eguchi evitó llegar hasta este extremo, el recuerdo, el don de  una mujer para comunicar fuerza a toda la vida de un hombre, seguía vivo en él,  a pesar de sus sesenta y siete años. 
Una cosa todavía más  trivial…
Yasunari Kawabata: La casa de las bellas durmientes.