¿Caos?

premi prosa batxillerat (castellà)

Le despertó el sonido irritante del despertador. Odiaba el murmullo que emitía el reloj y detestaba el tictac que se escapaba del movimiento incesante y discontinuo de las manillas al marcar los segundos. Aún no entendía por qué no se había desecho de él.

Con un golpe seco y sonoro logró que aquel ruido insoportable cesara, pero tal fue el golpe, que el reloj cayó al vacío, más allá de la mesita donde estaba colocado, y tras unos segundos de silencio volvió a sonar.

El irritante sonido seguía atornillando su cabeza, pero le era prácticamente imposible abrir los ojos a causa de la perpetua luz que iluminaba su cara. La única solución para conseguir que cesara aquel ruido era levantarse y fiarse de sus sentidos, al menos hasta que sus ojos se acostumbraran a la luz, pero estaba demasiado fatigada para terminar su sueño tan pronto.

Tras unos segundos intentando sosegar aquel sonido tapándose los oídos con las manos y, más tarde, con la almohada se dio por vencida.

Se levantó de un salto, después de haberse convencido a sí misma que tras apagar el despertador podría volver a conciliar el sueño, y empezó a buscarlo.

A causa de la rabia y la impotencia que sentía por no encontrar el maldito objeto, no dejaba de proliferar palabras obscenas y comentarios despectivos hacia seres no presentes en aquella habitación.

Lo único que deseaba en aquel momento era encontrar el maldito reloj y tirarlo a la basura. Sí, era hora de separarse de él.

Tirada en el suelo y de rodillas, empezó a pasar la mano por debajo de la cama, de donde creía que procedía el ruido. Sus ojos empezaron a mandarle señales y pudo empezar a interpretarlas. Durante unos segundos sólo veía manchas negras en un fondo gris que no le decían nada, pero unos instantes después pudo ver el objeto cuadrado que estaba buscando. Se encontraba allí, emitiendo ese sonido irritante que le taladraba la cabeza, exactamente igual que unos minutos antes.

Lo cogió con rabia y sin mirarlo lo apagó. Silencio. En un momento se quedó todo en silencio. En aquella sala sólo se escuchaban sus jadeantes respiraciones a causa del gran esfuerzo realizado y su corazón, que parecía que fuese a salir disparado de su pecho en aquel momento.

Respiró hondo, básicamente para intentar regresar a la normalidad, varias veces, y luego, casi rendida, se sentó de nuevo en la cama dejando el despertador encima de la mesita de noche. Miró la hora, las 9:45. Se la quedó mirando unos instantes, y se convenció de que era hora de empezar el día.

Se levantó a paso rápido, la excitación que le había provocado la revelación repentina del despertador aún no había acabado, y aún sentía su corazón presionando a su pecho, intentando abrirse paso para salir disparado.

Se vistió rápido allí mismo, y como no tenía ganas de peinar-se, se dirigió al baño y se hizo una coleta para intentar esconder el estropicio de pelos que tenía en la cabeza. Cuando salió del baño, aquel baño que le había costado tanto dinero y tantos años de trabajo, se dirigió de nuevo a su habitación, tenía aún algo que hacer.

Al llegar a la habitación, después de haber recorrido aquel estrecho pasillo cubierto de parquet que separaban la habitación principal del baño, se dirigió directamente a la mesita de noche. Cogió el bolso dulcemente y se lo colgó en el hombro, y, con ambas manos libres, cogió el despertador y decidida, sin mirar atrás y sin disminuir la velocidad de su caminata que había adoptado nada más salir de la habitación, se dirigió a la cocina. Al llegar allí, sólo se fijo en uno de sus componentes, la papelera. Dio un par de pasos y se colocó justamente delante de ella. No había nada más en la bolsa de basura que cubría la papelera y, orgullosa, dejó caer la primera cosa del día que se podía considerar basura, el despertador.

Sin mirar atrás y con paso decidido, se dispuso a ir hasta el recibidor de su casa. Una vez allí, cogió las llaves y abrió la puerta sin rodeos, la cerró y la dejó atrás, ya que ni siquiera se paró a cerrar la puerta con llave, y con paso decidido salió a la calle.

Cuando llevaba unos minutos caminando, se paró en seco. No podía quitarse de la cabeza el momento en que había tirado el despertador a la basura. Tenía que ir a comprar otro, se lo había dicho muchas veces, pero en el fondo, llevaba con él muchos años y nunca le había fallado, siempre la despertaba y seguía sus indicaciones tal y como ella se las pedía. Era cierto que no soportaba el sonido irritante que emitía y sobretodo odiaba el tictac que se escapaba del movimiento incesante y discontinuo de las manillas al marcar los segundo, pero era su despertador…

Sin ser consciente del caos que estaba provocando para el resto de personas que intentaban circular por la calle a causa de su parada repentina, se giró y reanudó su marcha, pero hacia casa.

El remordimiento de haber tirado algo el reloj a la basura no dejaba de atormentarla y en su cabeza siempre tenía lugar la misma imagen, el instante en que su reloj, su despertador, su objeto, caía al vacío y se precipitaba a la papelera sin protección alguna, asegurando un golpe considerable.

Sí, lo tenía claro, volvería a casa, cogería el despertador de la basura lo colocaría de nuevo en la mesita, dejaría el bolso en el suelo, se quitaría la coleta y se volvería a tumbar en la cama, quizás, con un poco de suerte, el sueño volvería en cualquier instante y podría volver a dormir.

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