DON QUIJOTE DE LA MANCHA – APUNTES

 

DON QUIJOTE – APUNTES

LA NARRACIÓN EN EL QUIJOTE

 

Autor y narrador:

Autor y narrador son conceptos diferenciados. El autor es la persona, externa al texto, que selecciona los grandes criterios narrativos –aquel que determina quién es el narrador y cuáles son sus características, qué es lo que se relata, y el modo en que se relata–, mientras que el narrador, es la voz que nos relata la acción.

El narrador omnisciente

Entre las múltiples posibilidades a su alcance, el autor del Quijote ha querido que su historia sea relatada por un narrador omnisciente –aquel que sabe más que los per­sonajes y puede acceder incluso a sus pensamientos.

No obstante, a pesar de su omnisciencia, este narrador no ha sido tes­tigo directo de los hechos que narra, sino que reelabora la historia a partir de diversas fuentes orales y escritas, la más importante de las cuales es la Historia de Cide Hamete Benengeli.

Por otra parte, en cierto tipo de situaciones, el narrador comparte con los personajes la función narra­tiva.

Finalmente, el narrador pasa a un segundo plano en las frecuentes oca­siones –aventuras fingidas e interpolaciones– en que el autor utiliza el procedimiento del relato dentro del relato por el cual se introducen histo­rias narradas directamente por los personajes.

A continuación, analizaremos estas incidencias siguiendo el orden de su aparición en la secuencia narrativa:

La primera salida

Durante la primera salida de Don Quijote el narrador tiene un papel prácticamente exclusivo en la conducción de la historia. Actúa como narrador omnis­ciente, aun cuando dice valerse de diversas fuentes a las que ocasional­mente alude para señalar sus contradicciones.

Incorporación de Sancho

Al iniciarse la segunda salida, se introduce una novedad significativa: Sancho Panza acompaña ya a Don Quijote y se inicia entre ambos un diálogo que se man­tendrá a lo largo de la obra. Establecido este diálogo, las intervenciones del narrador se hacen, lógicamente, menos frecuentes.

La crónica de Cide Hamete

A partir del hallazgo del manuscrito de Cide Hamete el narrador se presenta como segundo autor de la historia –lo que ratifica que no conoce de primera mano los acontecimientos– y hace frecuentes referencias al texto y a los comentarios del primer autor –Cide Hamete–, así como a las contradicciones de las crónicas.

Aunque ello no le impide seguir actuando de forma omnisciente, el narrador invoca frecuentemente la presunta autoridad de la crónica ori­ginal, especialmente con referencia a su verosimilitud.

Situaciones orales

En ciertas situaciones, basadas en intervencio­nes orales de los personajes, estos asumen fun­ciones descriptivas y narrativas:

a) En las aventuras andantes concurren una realidad exterior u objetiva, y una realidad subjetiva –que solo existe en la mente de Don Quijote–, entre las que se da una lejana relación de analogía. Para dar cabida en la narración a una y otra realidad, el autor atribuye a Don Quijote la función de describir la realidad subjetiva. Ello ha de ser así para que Sancho sepa qué es lo que ve Don Quijote.

b) Del mismo modo, Sancho se ve obligado a describir una realidad ficticia cuando pre­tende que Don Quijote crea que la labradora del Toboso es Dulcinea, que ha sido encantada.

El lector llega a representarse los dos aspectos de la realidad, el objetivo –formulado por el narrador principal– y el subjetivo– formulado por el personaje narrador.

Las invenciones de Don Quijote

En ciertas ocasiones Don Quijote inventa, pura y simplemente, lo que relata, y asume, por extensión, ya no sólo funciones descriptivas, sino también fun­ciones narrativas. A este tipo de discurso pertenece el relato del des­censo a la cueva de Montesinos.

La intervención del narrador principal

El predominio del diálogo, la existencia de situaciones basadas en la expresión oral, la abundancia de relatos dentro del relato, la atribución a los personajes de funciones narrativas determinan que el narrador permanezca en un segundo plano e intervenga con no excesiva frecuencia.

EL DIALOGO EN EL QUIJOTE

El autor del Quijote utili­za el diálogo, con carácter general:

–Para el desarrollo puntual de las situaciones del argumento.

–para caracterizar a sus personajes y evidenciar el contraste de sus pers­pectivas.

El dialogo central entre don Quijote y Sancho

El Quijote presenta un gran diálogo central, que tiene lugar entre Don Quijote y Sancho.

El propio autor resalta, al darle relevancia argumental, la importancia que este diálogo central alcanza en la obra: Don Quijote atribuye los abu­sos de confianza de Sancho a la mucha conversación, por lo que le prohíbe hablar. Sin embargo, para Sancho la cuestión es tan importante, que insiste una y otra vez en pedir a su señor que le autorice a hablar, y amenaza, incluso, con volverse a su aldea si no se lo permite. Finalmente, Don Quijote le levanta la prohibición.

La característica fundamental del diálogo entre Don Quijote y Sancho es la naturalidad y la fluencia, así como la serenidad del tono, aunque presenta diversos clímax que se corresponden con sus momentos de enfrentamiento.

Contenido y función del dialogo central

El diálogo entre Don Quijote y Sancho cumple varias funciones relevantes para la estruc­turación de la novela:

1. Como hemos visto, Don Quijote y Sancho asumen en determinados pasajes funciones narrativas.

2. A través del diálogo Don Quijote alecciona a Sancho acerca de las cuestiones de la caballería.

3. Don Quijote y Sancho se refieren constantemente a sí mismos y a su antagonista. La caracterización que se opera por esta vía –autodefinición– contrasta con la que nos ofrece el narrador. Los protagonistas parecen no ser tal como inicialmente se nos dijo que eran. El autor introduce intencionadamente la ambigüedad acerca de sus motivaciones, creencias y actitudes, para obligar al lector a tomar partido.

4. También los hechos del argumento –entendidos en sentido amplio: sucesos, diálogos, actitudes, o actos de los personajes– son objeto del comentario posterior de Don Quijote y Sancho, que nos ofrecen acerca de ellos versiones contradictorias. Partiendo de las imaginaciones, conjeturas y comentarios de Don Quijote y Sancho nos parece posible que las cosas no hayan ocurrido tal y como inicialmente se nos relataron.

5. Finalmente conviene señalar el valor humorístico de muchos de los diálogos que no están ligados a una aventura o situación narrativa, a una acción con­creta entre caballero y escudero, especialmente las referencias de cada uno al habla del otro.

Otros diálogos

Prácticamente no hay diálogos entre terceros personajes cuando están ausentes Don Quijote y Sancho, y estas intervenciones consisten en su mayor parte, en comentarios sobre la monomanía de Don Quijote.

Los diálogos caballerescos de intención paródica

Como no podía dejar de ser –considerando que Don Quijote es un caballero en armas–, los diálogos que más abundan en la novela son los que versan sobre materia caballeresca. Podemos clasificarlos en diálogos caballerescos de intención paródica y de tono grave.

Sancho Panza es el único personaje que, en apa­riencia, desconoce las costumbres de la caballe­ría andante y no está familiarizado con los libros de caballerías. Es necesario que sea así para que resulte verosímil la credulidad con que, inicialmente, acoge las promesas y explicaciones de su señor. En consecuencia, Don Quijote asume la tarea de aleccionar a Sancho y, al hilo de los acontecimientos, va comentando con él, en estilo colo­quial, las costumbres, situaciones, personajes y temas de los libros de caballería; lo que podríamos llamar, en suma, el paradigma de lo caba­lleresco.

Don Quijote introduce sus comentarios mediante fórmulas análogas a las siguientes: «sábete Sancho», «quiérote hacer sabidor de», «hágote saber», «quiero que sepas», «Sancho amigo, has de saber que», «si tú supieras como yo lo se», «qué poco sabes Sancho de achaques de caballerías».

Inicialmente, Sancho acepta las explicaciones de su señor. Pero, al comprender su error, intenta hacérselo ver por considerar que esa es su obligación como escudero. Sancho utiliza expresiones similares a estas: «Si vuestra merced se enoja yo callaré y dejaré de decir lo que soy obligado como buen escudero, y como debe un buen criado decir a su señor». «por lo que toca al descargo de mi conciencia quiero advertir a vuestra merced».

Su capacidad de observación y la experiencia que pronto adquiere le llevarán a comentar críticamente las afirmaciones de Don Quijote y el punto de vista desde el que éste las formula.

La parodia surge del enfrentamiento de perspectivas (la ideal–caballe­resca de Don Quijote y la empírica de Sancho) latente en la tensión entre el esfuerzo de Don Quijote por aleccionar a Sancho y el intento del escu­dero por sacar al caballero de su error.

La caballería andante es vista y juzgada por Sancho –así como por Don Quijote en sus momentos de distensión –desde lo que podríamos llamar la “perspectiva del hombre de a pié”, de lo cotidiano, del aquí y el ahora, que se contraponen a la utopía caballeresca.

La imitación caballeresca:

–       No utiliza un lenguaje coloquial, sino que imita, parodiándolo, el estilo grandilocuente de los libros de caballería.

–       Se basa en los tópicos de los libros de caballería –en el paradigma caballeresco– para crear situaciones nuevas.

Se sirven de este tipo de discurso quienes fingen ante el caballero con intención de engañarle –sea para devolverle a su aldea, sea para diver­tirse a su costa. Estos diálogos pueden observarse en las aventuras fingidas del el Caballero de la Blanca Luna.

La imitación caballeresca es sólo posible por el hecho de que los per­sonajes –excepto Sancho, decíamos– están familiarizados con los libros de caballerías y saben imitar su estilo y situaciones.

EL ESPACIO EN EL QUIJOTE

Espacio itinerante

El propio oficio del protagonista, caballero andante, nos da idea de la dimensión itinerante de la obra.

La denominación de cada uno de los ciclos aventureros de Don Qui­jote, 3 salidas, es igualmente elocuente –y adquiere, además, un valor con­notativo, ya que el hidalgo sale de sí y de su aldea, de la realidad rutinaria que le circunda, para cumplir el destino al que se siente llamado.

El autor no atribuye demasiada importancia a las descripciones de lugar. Se limita a situar la acción mediante las escasas pinceladas que le son necesarias. En este sentido, los espacios no son significativos sí mismos.

Espacios andantes y sedentarios

Las aventuras andantes surgen al paso de Don Quijote y se desarrollan al aire libre, en espacios naturales: caminos, bosques, campos….

Las aventuras contrahechas o fingidas son, por el contrario, sedentarias y se sitúan en tomo a los espacios humanos –ventas, viviendas o pala­cios– en los que Don Quijote se detiene.

Hay por tanto una oposición básica entre espacios naturales o andantes y espacios humanos o sedentarios. Si cuando Don Quijote va de camino la acción es fluida, se remansa cuando el caballero permanece bajo techo o se demora en algún espacio humano, momentos en que se introducen, además, los principales episodios dialogados.

La literatura caballeresca se caracteriza por su localización utópica e ideal. Por el contrario el autor del Quijote sitúa la acción en espacios reales que resultan familiares para sus lectores –La Mancha, El Toboso, Barcelona– y a los cuales se alude en la obra como si se tratara de espacios caballerescos. Esta traslación de lo caballeresco a un espacio realista constituye una forma de descontextualización que responde a una intención paródica.

 

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