Había una vez un chico de 11 años llamado Hannes, lamentablemente, huérfano porque su madre en el parto padeció la muerte materna obstétrica. Hannes representaba una cara arrugada con unos labios rojizos y un cuerpo atlético. Los labios son parecidos a los de un hámster y con unas cejas juntas. El chico sufre autismo, y le encantaba observar las pequeñas cosas de la vida. Detalles que otros pasaban por alto, como el suave movimiento de una hoja llevada por el viento o el reflejo de las nubes en el agua, eran para él momentos de pura fascinación. A menudo se encontraba sumido en estos pequeños momentos, disfrutando del mundo en su forma más tranquila y sencilla.
Un día, después de comer, decidió relajarse viendo un poco la televisión en el comedor de su cabaña ubicada en el extremo de un bosque frondoso con árboles altos y robustos cuyas abundantes hojas limitan la expansión de la luz del sol y su llegada a su interior. Mientras nuestro protagonista oía sonidos provenientes de animales de su alrededor y que se comunican para expresar sus emociones y sentimientos, e iba cambiando de canal, se topó con un anuncio sobre una bella y amable orca llamada Shamu, que iba a hacer un espectáculo en el acuario justo a unos kilómetros de su hogar. Sigue leyendo