MARCO Y SU VENGANZA

Año 1939. Una familia alemana vive en las afueras de Berlín, en una casa enorme de tres pisos. El padre, Rhys, es un importante general nazi. Tiene una figura esbelta e intimidante, con unos ojos negros como la noche. Debido a su trabajo, no está mucho tiempo presente en la vida de su familia, pero siempre intenta pasar algún momento con ellos. Laura, la madre, es una persona alegre, llena de carisma y siempre dispuesta a transmitir su felicidad a quienes la rodean. Tiene un corazón tan grande como las arenas del mar. Esta pareja tiene dos hijos: Marco y Polo, mellizos de 10 años que, desde que nacieron, han vivido rodeados de amor por parte de su madre.

Los hermanos son completamente opuestos. Marco tiene el pelo azabache, el cuerpo diminuto y muy delgado, la piel tan blanca como la nieve y unos enormes ojos azules. Es muy reservado, no le gusta socializar y desconfía de las personas. Polo, por su parte, tiene el cabello rubio como su padre, un cuerpo robusto para su edad y unos ojos marrones. Es extrovertido, tiene una personalidad fuerte y siempre se distingue por su carisma, usando su energía y fuerza para ayudar a los más débiles. Los dos niños siempre han estado muy apegados a su madre y la aman con todo su corazón.

Laura tiene un gran secreto, uno que, si llegara a salir a la luz, podría significar su fin. Su secreto es que es judía, algo que casi nadie sabe, ni siquiera su esposo, Rhys. Laura siempre se pregunta qué pasaría si su marido, un hombre tan profundamente comprometido con el régimen nazi, llegara a descubrir su origen y su religión. El miedo constante la destruye, pero a pesar de ello, intenta llevar una vida lo más normal posible junto a su familia.

Una noche, Laura decide contarles a sus hijos la verdad sobre su vida. Los niños se quedan desconcertados, ya que siempre pensaron que su madre era simplemente ama de casa y no tenía otro trabajo. Con voz tranquila, Laura les explica que nació en Jerusalén, una ciudad muy importante para su religión. Les habla sobre su diferencia de pensamiento respecto a lo que les enseñan en la escuela, y les transmite que todos somos iguales, sin importar de dónde venimos, qué pensamos o el color de nuestra piel. Poco a poco, Marco y Polo empiezan a entender el mensaje de su madre. Saben que no hay razón para que las personas mueran por ser “diferentes”.

Laura les revela cómo, a lo largo de los años, se ha sentido impotente al no poder hacer más por su comunidad, siempre temerosa de ser descubierta. Pero en una ocasión, se enteró de cómo podría ayudar a los judíos perseguidos, y decidió buscar refugios secretos y casas donde pudieran estar a salvo. Los niños se sienten fascinados por la valentía de su madre, admirando su trabajo y su determinación. Polo, especialmente, se siente identificado con ella, ya que también siente una gran necesidad de ayudar a los demás. Sin embargo, Laura les recuerda que nadie puede saber sobre su situación.

Una mañana cualquiera, Marco y Polo están haciendo sus tareas en sus respectivas aulas. La profesora les pide que escriban sobre los trabajos de sus madres, pero Marco no sabe qué poner. Observa cómo uno de sus compañeros cuenta que su madre es enfermera, que salva muchas vidas y es muy bondadosa. Al terminar, todos los niños le aplauden. Cuando llega el turno de Marco, se queda en silencio. No sabe qué decir: no puede contar la verdad sobre su madre y tampoco se atreve a mentir frente a sus compañeros. Los demás niños se burlan de él, y Marco, avergonzado, sale del aula llorando, seguido de cerca por su profesora. La clase se llena rápidamente de murmullos.

Polo, enfadado por lo sucedido, se levanta de su asiento, se vuelve hacia sus compañeros y, con voz firme, grita:
“¡Nosotros tenemos a la mejor madre! Ella trabaja ayudando a personas sin hogar, las salva de la muerte, y lo hace sin importar su pasado ni su etnia. Dudo mucho que alguno de vosotros tenga una madre que ayude a personas judías sin prejuicios. Así que, ahora mismo, todos os vais a callar. Y si oigo que alguien vuelve a hablar mal de mi hermano o de mi familia, se las verá conmigo.”

 

Una tarde posterior a lo sucedido en la escuela de los pequeños, unos policías nazis tocan a la puerta. Laura está sola en casa, como tantas veces. Rhys está fuera, cumpliendo con sus deberes como general nazi, y los niños, como de costumbre, están en la escuela. Pero un presentimiento negativo le dice que hoy todo cambiará. Cuando abre la puerta, un grupo de soldados con uniformes oscuros y caras frías la miran en silencio. El comandante, un hombre de mirada vacía e intimidante, da un paso al frente.

—¿Eres Laura Rhys?- pregunta el general.

—Sí.—  responde ella con voz temblorosa.

—¿Eres la mujer que ayuda a los asquerosos judios?— escupe el hombre con asco.

—Sí, lo soy.— esta vez, Laura responde firme, orgullosa de lo que se le acusa.

—¿Eres judía?— Hay un silencio enorme, Laura teme por su respuesta, sabe que todo ha acabado.

—Sí.— dice finalmente.

 Solo un instante, un segundo, una palabra, una respuesta es necesaria para cambiar tu vida completamente. Laura, sin poder resistirse, es arrastrada hacia el exterior. El frío de la noche la hiela, pero no es ese frío lo que realmente le hace estremecerse. Es el miedo, el terror de lo que vendrá después de su partida. Sabe que no habrá un juicio justo, ni una oportunidad para defenderse. Sabe que su destino está acabado desde el momento en que su verdadera identidad ha sido descubierta.

Durante el trayecto hacia la comisaría, Laura recuerda los momentos felices que ha vivido con sus hijos, su esposo, su vida antes de que todo esto comenzara. Su mente se aferra a esos recuerdos. Cuando llegan al lugar, los nazis la obligan a bajar del camión. Las paredes del edificio son frías y grises En ese momento, un oficial se acerca con una mirada sombría. Y sin mediar palabra, le dispara en la frente. Un disparo es suficiente para acabar con la vida de un ser lleno de luz.

Rhys acaba de llegar a casa, justo a las 22:00 p.m. como de costumbre. La casa está demasiado silenciosa que de normal; las luces están apagadas, salvo una pequeña lámpara en la sala. No hay rastro de Laura. Los gemelos están dormidos en su habitación.

El hombre camina hasta su estudio, donde encuentra un sobre con un sello oficial Nazi. Lo coge con las manos y cuando lo abre y lee las primeras líneas se queda congelado:

“Su esposa, Laura Rhys, ha sido ejecutada esta tarde por su ascendencia judía y por traición a nuestra patria. Se ha descubierto que formaba parte de una organizazción que ayuda a judíos perseguidos. Consideramos que usted no es culpable de sus acciones. Su honor sigue intacto, no se preocupe .”

El papel cae de sus manos. Rhys siente una furia inmensa mezclada con un gran desprecio. Laura, su esposa, su amada, la madre de sus hijos, una judía. La palabra retumba con fuerza en su cabeza. La rabia y la humillación que siente en su interior es indescriptible. Su mente, que lo único que ha aprendido durante toda su vida era que los judios eran la peor cosa que podía existir, no le permite sentir otra cosa que odio y repulsión hacia su familia.

Él decidido, sube las escaleras con pasos firmes. Llega a la habitación de los niños y abre la puerta de golpe. Marco y Polo se despiertan asustados, sus diminutos rostros reflejando terror al ver la expresión sombría de su padre.

—Levántense. —Les ordena Rhys con voz cortante.

Los niños se levantan temblorosos. Su padre los observa con asco, no puede pensar con claridad, ¿cómo pueden ser estos infantes sus hijos? Cada centímetro de ellos le recuerda a Laura, a su traición, a la sangre que siempre ha despreciado.

—¿Sabían lo que su madre era? —pregunta con voz baja, cargada de desprecio.

Polo, valiente como siempre, le contesta.

—Sabíamos que mamá era buena. Mejor de lo que tú serás jamás.

La bofetada llega antes de que Polo termine de hablar. El golpe resuena en la habitación, y Rhys, en un arrebato de ira ciega, saca su pistola del trabajo. Sin pensarlo dos veces, apunta al pecho de su hijo.

—Eres un error. Un recordatorio de la traición de tu madre.

—¡No!— grita Marco, el disparo retumba con fuerza por toda la habitación y atraviesa el cuerpo de Polo.

Polo cae al suelo, su mirada buscando a su hermano mientras la luz de sus ojos desaparece. Marco, paralizado por el horror, siente el corazón golpear con fuerza en su pecho. Una mezcla de miedo y desesperación lo invade, pero no puede quedarse allí.

De repente, corre hacia la puerta de la habitación mientras Rhys grita detrás de él.

—¡Marco, vuelve aquí!

 

Rhys dispara de nuevo, pero Marco es pequeño y rápido. Baja las escaleras de un salto, esquivando las balas, y sale corriendo por la puerta principal. La noche es fría y oscura, pero él no se detiene. Corre con todas sus fuerzas, ignorando el dolor en sus piernas y el ardor en sus pulmones.

El bosque donde pasaba horas jugando lo envuelve. Se adentra entre los árboles, buscando un lugar donde esconderse. Finalmente, se arroja al suelo bajo unos arbustos y se acurruca, temblando de miedo y frío. Lágrimas silenciosas le recorren las mejillas mientras su mente se llena del recuerdo de Polo y su madre.

Sabe que no puede volver. Su padre no lo perdonará, y su hogar ya no es seguro. Pero también sabe que debe sobrevivir. Por él. Por Polo. Por Laura.

En la oscuridad, Marco cierra los ojos y hace un juramento: algún día, encontrará la forma de vengarlos.

 

Marco

Después de tranquilizarme, decidí levantarme y escapar de esa situación. Corrí aquella noche como si el infierno me estuviera persiguiendo, que en realidad, era cierto. Mi padre, mi hogar, todo lo que había conocido hasta entonces, quedó atrás. El bosque se convirtió en mi única protección, pero también en un campo lleno de minas. Cada crujido de una rama me hacía temblar, cada sombra me parecía un soldado enviado por el miserable de mi padre para acabar con mi vida.

El frío era insoportable, pero el fuego de la rabia y el miedo mantenía mi corazón latiendo. Mientras corría, solo podía pensar en Polo. Su cuerpo inmóvil, su mirada fija en mí mientras la vida se le escapaba. En cómo murió para defendernos y la valentía que yo nunca tuve pero que el si. 

No podía detenerme. No podía dejar que la muerte de mi madre y mi hermano fuera en vano.

Los días en el bosque se convirtieron en semanas. Greta, la anciana que me rescató en aquel bosque, fue como una luz en la oscuridad. Me dio comida, un lugar para dormir, y lo más importante, esperanza. Estuve con ella un par de meses, pero yo era consciente de que tenía que huir de ese país.  Gracias a ella conocí a un grupo secreto que me sacaría de Alemania.

Llegar a Gran Bretaña fue como despertar de una pesadilla. Pero incluso allí, el dolor no me dejó. Me encontraba en un orfanato lleno de niños que habían perdido todo, igual que yo. Compartimos nuestras historias, pero la mía siempre terminaba en silencio y en miradas de lástima. ¿Cómo unos niños pueden entender que un padre había matado a su propio hijo, cuando ni un adulto podría? 

Con el tiempo, aprendí a disimular mi dolor. Pero no olvidé. Nunca olvidé. Y nunca olvidaré.

Cuando cumplí dieciséis años, mentí sobre mi edad y me alisté en el ejército británico. Necesitaba hacer algo, luchar contra las personas e ideologías que habían destruido mi vida. Pensaba en Polo, en mamá, en todo lo que los nazis me habían arrebatado. Y con la rabia que eso me provocaba, pude obtener fuerzas para seguir adelante.

Al cabo de los años, mi dedicación no pasó desapercibida. Mis superiores decían que tenía un talento natural para liderar, pero lo que realmente tenía era un propósito. Subí de rango rápidamente, y con cada ascenso, sentía que me acercaba más a mi meta. Volver a Alemania y destruir a los hombres que habían causado tanto sufrimiento a más de mil millones de personas.

Hace unos días me nombraron general y se que estoy listo. Mis tropas son hombres y mujeres que comparten mi odio por los nazis. Juntos, somos imparables.

 

Volver a mi tierra natal es como caminar sobre un campo de recuerdos rotos. El pecho me arde al recordar tantos momentos felices, pero ya no puedo hacer nada más, excepto vengarlos.

 Las calles que recorría por las mañanas para ir al cole están irreconocibles, llenas de escombros y de caras que han perdido toda esperanza. Camino con mis tropas con una determinaciónincreíble, arrasando con cada trinchera nazi que encontrámos en nuestro camino.

Finalmente, llegamos a Berlín. Se que mi padre sigue allí. He oído rumores de que todavía se aferra al poder. Como un desgraciado al borde de la miseria.

 

Cuando llego a nuestra antigua casa, siento que el tiempo se detiene. Es como si nada hubiera cambiado, como si mamá y Polo aún estuvieran allí, esperándome. Pero sé que eso es imposible.
Entro en el estudio y lo encuentro sentado detrás de su escritorio, como si estuviera esperándome. Ha envejecido, pero sus ojos siguen siendo los mismos, fríos, vacíos, inhumanos.

—Has vuelto— dice con voz tranquila, como si hablara con un viejo amigo.

—He vuelto por ti, buscando justicia.— respondo, mi voz temblando de rabia.

Él se levanta lentamente, su figura todavía imponente a pesar de los años.

—¿Justicia? ¿Eso es lo que llamas esto? Eres igual a tu madre, lleno de sueños estúpidos.— Su mención a mamá es como un golpe en el estómago.

—No vuelvas a mencionar a alguien tan puro en tus sucios labios nunca.— le advierto, levantando mi pistola.

—¿Qué vas a hacer, Marco?- pregunta, dando un paso hacia mí—. ¿Matarme? ¿Vas a ser como yo?

Lo miro fijamente, recordando todo lo que ha hecho. No solo a mí, sino a mamá, a mi hermano, a todos los inocentes que han sufrido por su culpa.

—No soy como tú.- respondo, con la voz firme.— Tú mataste por odio. Yo mato por ellos.— Apunto al centro de su pecho, exactamente donde él disparó a Polo.

—Esto es por mamá. Por Polo.

Disparo.

Rhys cae al suelo, su cuerpo rígido y sus ojos llenos de sorpresa. Me acerco lentamente mientras su vida se desaparece

—¿Alguna última palabra?— le pregunto, con la voz tan fría que me dió escalofríos.

—Eres una aberración, nunca debiste nacer y me alegro de haberlos matado.— llega a decir a duras penas. 

Y en ese momento sentí un peso levantarse de mis hombros. Me siento orgulloso por haber cumplido con mi juramento. Mi madre y mi hermano finalmente han sido vengados. Pero, mientras camino hacia fuera de la casa, me doy cuenta de que la venganza no llena el vacío en mi corazón. Polo y mamá siguen sin estar conmigo, y nunca lo estarán.

La guerra termina poco después y mi propósito ha finalizado. Pero tengo algo nuevo en mente, dedicar lo que me queda de vida a construir un mundo donde nadie tenga que pasar por lo que yo he pasado. Ayudar a los que más lo necesitan como hacía mi madre y mi hermano. Porque al final, no es el odio lo que me define. Es el amor que mamá y Polo me han enseñado, y eso es lo que realmente me hace fuerte.

FIN.

 

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