Saray había estado años buscando algo que no encontraba para devolverle la felicidad a su madre porque había quedado en un vacío profundo después de la muerte de su bebé por un accidente. Aunque su familia y los doctores la intentaron ayudar, el gran vacío que sentía no se iba. Saray no se quería rendir, quería ayudar a su madre. Saray había escuchado rumores sobre un lugar donde los deseos más profundos desde el corazón se cumplían, pero pagando un gran precio, entonces decidió ir a ese lugar donde los deseos más profundos desde el corazón se hacían realidad.
Saray encontró una cueva y ahí pidió el deseo para que se hiciera realidad, pero esa cueva tenía algo en especial, que no cualquiera la podía ver y al pedir su deseo le traería muchas consecuencias. Sin embargo, no esperó ni un segundo más y pidió el deseo y dijo: que mi madre vuelva a ser feliz por el resto de su vida. Pero ese día no ocurrió nada en especial, pero al día siguiente vio a su madre más feliz y contenta como una versión nueva de su madre más perfecta, pero aun así se le notaba un gran vacío a su madre y el amor y el carisma eran como si se hubieran esfumado.
Pero su madre que no lo sabía le dijo a Saray: “El deseo más triste es a veces el que más deseas” y Saray se quedó mirando a su madre sorprendida por lo que había dicho, pensando que lo sabía. En ese instante lo entendió todo: que su deseo se había hecho realidad, pero no como lo había planeado. Su madre estaba feliz, pero no de la manera que lo había planeado a pesar de eso algo se encendió dentro del corazón de su madre, pero no era como antes y ahí entendió que a veces los deseos nos dan lo que pedimos, pero no siempre lo que necesitamos.