Sin rumbo, pero contigo

― ¡Vete a la mierda! Escuché gritar a mi madre hacia mi padre, sin embargo, ya estaba acostumbrada, porque no era la primera vez que sucedía y seguramente tampoco sería la última. Aparte, ya estaba harta, cada día era lo mismo y, aunque no me gusta decir esto, la verdad es que me estaba afectando mucho.

Decidí salir a tomar el aire, hace tiempo que en casa ya no me sentía cómoda y, cuando sucedian este tipo de cosas, prefería estar en todos lados menos ahí.

Pero cometí el error de dejar que los problemas de mis padres afectasen a mi vida, me metí en muchos líos y con gente muy peligrosa, por ejemplo, me acuerdo de esa vez en la que, borracha, decidí pelearme con un tío al que le debía dinero que me doblaba en edad y fuerza. Acabó, como era de esperarse, conmigo tumbada en el suelo, y con la nariz rota. Tumbada en el suelo me puse a llorar, me sentía realmente mal y sentí que decepcionara a mis padres. Pasaron las horas, y cuando me desperté de madrugada con un fuerte dolor de cabeza, y desubicada, me fui a mi casa. Esa noche, mis padres ni siquiera se preguntaron dónde estaba, si estaba bien, o lo más obvio, que me había pasado en la nariz. Decidí quedarme a dormir en casa de mi amiga, y a la mañana siguiente, cuando volví a la mía, en vez de preguntarme donde había pasado la noche, mis padres me regañaron por no haber tendido la ropa, que según ellos, era mi única responsabilidad. 

Al día siguiente, tomé una decisión que cambió mi vida. Me iba de casa. No aguantaba más las frecuentes discusiones entre ellos, y quería disfrutar mi adolescencia. Decidí llamar a Martina, la chica que la noche anterior me había acogido en su casa, y mi única amiga. Pensé en ella ya que sus padres viajaban mucho, y siempre estaba sola.  Al venir de buena familia, su casa no era modesta, con varias habitaciones de invitados, y todas las comodidades posibles.

Gracias a Dios, mi amiga me dejó quedarme allí, la verdad es que vivir con ella fue una maravilla, pero la segunda noche me entró el miedo de que mis padres me buscasen ya que era obvio de que se darían cuenta de que no estaba en casa. Pero eso eso no pasó, y aunque no quería volver para oír sus discusiones, vivir metida en líos y en un lleno de cucarachas sin un poco de limpieza, me sentó mal no ver carteles míos por la calle donde pusieran fotos mías y pusieran “niña perdida” o algo por el estilo.

La pena fue más leve de lo que hubiera sido si no fuera por Martina, la verdad es que ella fue muy buena conmigo y yo nunca terminaré de agradecerle todo lo que hizo por mí porque sinó mi vida hubiera sido muy diferente. Sin embargo, aunque Martina hizo que la tristeza fuera más leve, igual fue muy dolorosa. Fue tanta que volví a consumir drogas, pero con el dinero que me había regalado Martina, claro. Tan solo enterarse, Martina me regañó como una madre, ya que le prometí cambiar mi vida para mejor y, creerme que yo quería hacerlo. Ese día que volví a probar drogas por culpa de mi tristeza, Martina intentaba ayudarme, pero no se puede ayudar a alguien que no quiere ayuda, y no es que yo no la quisiera pero estaba muy adicta, sabía que estaba mal pero me hacia distraerme, olvidar mis preocupaciones.

Cinco meses más tarde pasó algo que me haría dejar las drogas para siempre, bueno, me haría dejar las drogas y los líos, porque se me  ha olvidado mencionar que aun estando con Martina me había vuelto a meter en líos una y otra vez, pero de esos líos pude salir gracias a ella. El tema, un domingo de maratón de películas que hacíamos una vez al mes Martina me dijo que mirase a la ventana del frente, que había un chico guapísimo. Mi amiga me dijo que era nuestro vecino y que ella había hablado con él años atrás, que era muy dulce, simpático y que tenía un año más que nosotras, Martina me dijo que me lo intentase ligar, pero a mi no me interesaba, yo estaba muy ocupada pensando en mis padres. 

Nos quedamos espiándolo con binoculares un buen rato, porque así nos divertíamos un poco. Gabriel, que era como se llamaba el chico, se giró hacia nosotras y nos sonrió, qué vergüenza, me quería morir así que rápidamente baje la cortina.

Al día siguiente en el portal de casa me encontré a Gabriel, este me vió llena de moratones por… Bueno no voy a enrollarme, me invitó a pasar a su casa y como yo no tenía nada que perder, pasé. Me dijo que me sentase en el sofá y él fue a por hielo, me preguntó que me había pasado y me inventé cualquier excusa mientras él me curaba los maratones. Hablamos un rato y me di cuenta que lo que había dicho Martina era cierto,era dulce, amable, simpático, muy divertido y guapísimo, pero a pesar de eso, en ese momento no me gusto ni lo más mínimo, en fin me cayó bien y ya, pero él no paraba de piropearme, “Que guapa eres”

“El que sea tu novio ha de ser muy afortunado” y cosas así, pero no me molestó, pasamos un rato increíble. Nada más llegar a mi casa se lo conté a Martina y ella se alegró y me dijo: “Ya es tuyo” y me guiño un ojo, pero de verdad que a mi no me atraía ni lo más mínimo, osea era guapo pero ya. 

La vida me sonreía, ya había olvidado el asunto de mis padres, bueno, hasta ese momento. Era el lunes 25 de julio y hacía muchísima calor, así que Martina y yo fuimos a la playa y nada más llegar me quedé en shock.

 Recuerdo que tenía un helado de limón en la mano el cual se me cayó, también recuerdo el tacto de una lágrima en mi mejilla derecha. Nada más llegar a la playa vi a mis padres con un niño de más o menos un mes de edad. Mis padres sonreían como la familia perfecta. No pude aguantar ver esa imagen, eran mis padres, los mismos que habían pasado de mi tantos años, los mismos que ahora eran la razón por la que estaba perdida por el mundo, eran una pareja que se veía feliz y sin preocupaciones. De la nada solté un chillido, no lo hice a posta simplemente se me escapó, pude ver como todos en la playa me miraron como si estuviera loca, pero no me importó. Lo que realmente me impactó fue ver como mis padres me miraron con indiferencia, como si no existiera, como si hubieran pasado tantos años que ya no me reconocieran. Quizá el problema era yo.

Salí corriendo de allí, me sentí triste pero también con rabia,  me dió muchísima pena ver la mirada fría de mi madre hacia mí, la mirada de odio de mi padre, y lo felices que parecían, pero lo que más me dolió fue ver a la niño riendo y jugando con ellos. Tenia que ser una broma, ¿Ese puto bebé antes que yo? 

Una vez en casa me eché a llorar como si no hubiera un mañana, hasta que llegó Martina. Ahí me derrumbé en sus brazos,y entre sollozos le pregunté qué había hecho para merecerme esto. ¿Por qué mis padres no me querían? ¿Porque no podía dejar de lado la mala vida? Ella me acarició el pelo, y me empezó a consolar, diciéndome que yo era una chica muy especial, y que a pesar de todo lo que había sufrido, nunca había perdido mi esencia, y que eso le gustaba mucho. Aunque no me creí ni una sola palabra de lo que dijo, dentro de mí creció un sentimiento de agradecimiento, porque por primera vez, me sentía querida por alguien. 

Decidí preguntarle algo que, desde hace tiempo, me rondaba por la cabeza.

-¿Por qué eres tan buena conmigo? Martina me explicó que ella también se sentía sola, y que al conocerme a mí, todo había cambiado. Por otra parte, porque sabía lo que era que no te prestaran atención, aunque ella sabía que sus padres no se la prestaban porqué no podían. La verdad es que en ese momento, me sentí fatal. Yo había llegado a su casa, y lo único que había hecho era abrumar con mis problemas. Me sentí tan culpable por todo, que la abracé. La abracé como nunca.

Cuatro días más tarde, en mi cajón de sujetadores encontré unas pastillas. Una sustancia ilegal, que, al verla me hizo replantearme volver a consumir. Desde el incidente de la playa, había intentado no caer en la tentación , pero ver tantas en un cajón me recordó lo bien que me sentía cuando las consumía, y decidí tomarme una. Solo una. Eso sí, se lo dije a Martina,y aunque no estuvo conforme, sabía lo mal que me sentía y lo difícil que era salir de ahí, así que no se quejó.

Con el paso del tiempo, nuestra amistad se fortaleció, y una tarde, decidimos ir al cine, sin embargo, al volver me empecé a sentir muy mal y me dió  por vomitar. Sin embargo, este no era del color habitual, sino de un rojo bastante extraño. Al cabo de unos segundos, me di cuenta, era sangre. Gabriel, me llevó corriendo al hospital, y al llegar, el médico me dijo que se trataba de una intoxicación por pastillas. Entonces entendí que si seguía consumiendo, me mataría lentamente, y aunque hace unos días esa idea me podría haber gustado, ahora tenía claro que quería poder vivir la vida que me esperaba por delante. Sin embargo, sabía que dejarlo no era algo fácil. Me producía una sensación de bienestar, y me hacía olvidarme de mis problemas momentáneamente, por lo tanto sabía que tenía que tener mucha fuerza de voluntad.

Después de ese incidente, intenté dejar de consumir, y aunque al principio era difícil y caía constantemente, poco a poco lo iba dominando. Aun así, meses después tuve la primera recaída, al recibir una llamada de mis padres dándome un ultimátum. O sacaba mis últimas cosas de casa, o las iban a quemar. Ese día, me acuerdo que estaba demasiado cegada por el dolor, y sin ser consciente, llamé a mi camello. Le pedí veinte gramos de coca, y aunque al saberlo, Gabriel y Martina me advirtieron que era mucha cantidad y que no poseía el dinero para comprarla, me dio igual. Eran 2.000$, ya buscaría la manera de pagarlo. 

Cuando el camello llegó, le confesé que aún no tenía el dinero, y aunque se mostró receloso, me dijo que me daba como mucho un mes para recolectar lo que le debía, o me podía ir despidiendo, porque él personalmente se encargaría de hacerme desaparecer.

Dos horas más tarde llegué a mi casa hecha un desastre, Martina y Gabriel me preguntaron que me había pasado y yo les expliqué todo. No sabéis qué cara se me quedó cuando Gabriel me dijo que me lo podía pagar, pero solo lo haría si yo paraba de consumir drogas, que aparte de ser malas me estaban matando. Acepte, y muy feliz, le di un gran abrazo y un beso en la mejilla. Extrañamente, al hacer eso él se ruborizó, y aunque no le di mucha importancia, me pareció.. Curioso.

Al día siguiente quedé con Gabriel en la plaza de nuestro barrio, para ir a entregarle el dinero al camello, y aunque por una parte me sentía culpable, por la otra solo quería zanjar el asunto cuanto antes. Pero había otro asunto, que al igual que con Martina, me rondaba por la cabeza. — Gabriel, ¿Porque eres tan amable conmigo?  Es decir dar 2.000 euros por mi? En fin se que somos amigos pero todo ha sido muy de repente. Entonces, sin previo aviso, me miró, me cogió el rostro y me  dio un beso tímido aunque lleno de pasión.  Estaba muy confundida, y sin embargo, yo le continué el beso. No sé porque lo hice, supongo que fue un poco la tensión del momento. Pasaron unos segundos, y cuando los dos nos recuperamos del shock, me habló: Perdón valeria, yo… No se como se me ha podido ocurrir, de verdad. Supongo que no te lo esperabas, yo también estoy muy confundido, pero supuse que era un  buen momento para pedirte una cosa, ya que vamos a morir -dijo medio en broma- desde el primer día en el que nos cruzamos no he dejado de pensar en ti, y aunque no nos conocemos mucho, eres la primera persona que me a gustado.. ¿quieres ser mi novia?

La pregunta me cogió muy desprevenida, y sentí como el rojo se apoderaba de mis mejillas. ¿Que se supone que tenía que decir ahora? Admito que Gabriel era un chico muy atractivo, y era una de las pocas personas mas buenas que había conocido. No se si fue por pena o porque de verdad sentía algo, pero acaba aceptando su propuesta, y nos fundimos en un último beso antes de seguir avanzando. 

De camino, me explicó que llevaba una pistola de agua en el bolsillo trasero del pantalón, y aunque no era muy útil, conseguiría mantener al margen a los camellos, ya que realmente parecía una de fuego.

Sin darnos cuenta, llegamos al punto de quedada. Un callejón sin salida, alejado de todo. Allí no había nadie, aunque nos llamó la atención un papelito pegado en la esquina, donde decía lo siguiente. “DEPOSITAD EL DINERO EN EL CUBO DE BASURA DE LA IZQUIERDA Y LARGAOS POR DONDE HABÉIS VENIDO”. 

Nos disponíamos a hacerlo, cuando escuchamos una voz. 

-Cambio de planes, amigos míos.

Se me helo la sangre. ¿Y ahora qué? Pensé en salir corriendo, pero descarté esa idea en seguida cuando vi a otros tres personajes encapuchados avanzando hacia nosotros. De repente, la voz volvió a hablar.

– He visto que el payaso que está a tu lado tiene un reloj. Dámelo.

Noté como Daniel cerraba los puños, pero no se atrevió a moverse más.

-QUE ME LO DES YA, JODER.

Supe que si no hacíamos lo que pedía la posibilidad de salir sin vida se multiplicaba, así que lentamente le cogí la mano a mi “amigo” y le quité el objeto dorado de la muñeca. Este me miró sorprendido, pero antes de poder quejarse, un encapuchado se acercó y me lo arrebató sin ningún esfuerzo. De repente, empecé a escuchar susurros a mis espaldas, y aunque no me atreví a girarme, no pude evitar prestar atención.

 

-Jefe, hay que irnos

-No me jodas, ¿has visto al rubio ese? Tiene mucha pasta.

-Pues lo aprovecharemos, pero no ahora, los maderos pasan por aquí a menudo, no quiero más líos.

 

Un silencio incómodo se apoderó del lugar, aunque un par de minutos después, el camello soltó una última frase antes de desaparecer.

”NOS VOLVEREMOS A VER, NO TENGÁIS NINGUNA DUDA”. 

La estridente voz, sonó por última vez ese día, sin embargo Gabriel y yo tuvimos la certeza de que pronto recibiremos otra visita de nuestro nuevo “amigo”.

 

En cuanto estuvimos seguros de que se habían ido, Gabriel y yo nos giramos hacia atrás, y al no verles, empezamos a correr sin detenernos, hasta llegar a la plaza donde habíamos empezado el recorrido. De ahí, ya un poco más calmados, recobramos la caminata, esta vez hacia la casa de Martina. Al llegar, tuvimos que ponerla al día con todo lo que nos había ocurrido, que no era poco, y aunque al principio prefería no hacerlo, también le acabamos contando nuestra inesperada relación. Al principio no reaccionó, pero a medida que pasaban los minutos, su cara iba pasando por todas las fases posibles, hasta quedarse con una poco… Agradable.

Al día siguiente, nada más levantarme, ví como entraba una piedra desde mi ventana. Esta, tenía una nota que decía lo siguiente. “Más te vale depositar 50 euros mañana mismo a esta cuenta si no quieres morir.” en cuanto la leí, un miedo terrible se apoderó de mí, pero Gabriel y Martina se lo tomaron con tanta calma que me alivió mucho, dijeron que probablemente sería una broma, y que la cuenta que ponía en la nota probablemente ere inventada.

Días más tarde, al llegar a casa después de una sesión de cine con Gabriel, vi cómo todo estaba por el suelo, los jarrones caros de la madre de Martina estaban destrozados, las joyas de Martina y de sus padres habían desaparecido, los ordenadores, Ipads, tablets, móviles ya no estaban, pero lo peor fue entrar a la cocina y ver la lechuga, los huevos, los tomates, el pan todo por el suelo etc. Sin embargo, al llegar a la cocina, nuestra ansiedad aumentó cuando nos encontramos una nota que decía: “Queremos 1.500$ para pasado mañana, como en 48h no los tengamos en nuestra cuenta, acatad las consecuencias.” Junto a esa nota, había una mucho más inquietante: “por cierto, olvidaros de vuestra amiguita si no pagais”.

Nada más leer eso me eché a llorar, habían secuestrado a mi mejor amiga, a una de las pocas personas que me quería, una de las pocas personas que me entendía, que me aceptaba. No veía mi vida sin otra persona que no fuera ella a mi lado. 

Después de llorar mucho Gabriel me dijo que fuéramos a denunciar, también me comentó que él podía pedirle un préstamo a sus padres, abuelos, tíos, primos y amigos, dijo que si le pedía a todos y yo llegaba a juntar unos cien euros llegábamos justos. La policía revisó todo el piso en busca de huellas o algo por el estilo pero nos dijeron que no encontraron nada y que no teníamos pruebas, yo pensé que alomejor podrian llegar a los mafiosos por la cuenta a la cual depositar dinero, pero la cuenta no tenía un destinatario como tal sino más bien estaba vinculada a una empresa sin dueño, que además tenía pinta de estar medio abandonada.

Esa noche, Gabriel y yo tuvimos una charla. Me dijo que con un poco de suerte, en unas horas había conseguido el dinero necesario. Sin embargo, con cara triste, me confesó que aunque toda su vida había tenido dinero, últimamente el negocio de su padre estaba en la ruina, y le sabía mal cogerle tanto dinero a sus espaldas. Me sentí fatal por él, no se merecía todo eso, y en parte sabía que era culpa mía.

Al día siguiente, al despertarme, me di cuenta de que tan solo faltaban unas 20 horas para que entregaramos el dinero. Gabriel se había quedado a dormir, pero decidí no molestarle. Me sentía culpable por todos los problemas que le estaba trayendo a la vida, así que lo mínimo que podía hacer era dejarle descansar.

Doce horas antes de tener que dar el dinero me sentí excesivamente mareada, y justo cuando Gabriel entró para venir a abrazarme, al levantarme de la cama me desmayé y me desplomé en el suelo. Gabriel nada más verme allí tirada me llevó de urgencias, al despertarme agradecí tenerlo allí enfrente mío. Estaba tan guapo, tan atractivo, y se veía tan preocupado que sentí que si llegaba a perderlo me moría.

Decidí preguntarle qué me había pasado, sin embargo él habló antes de poder decirle nada.

-¿Qué cojones has hecho, Valeria? Teníamos un trato, y no lo estás cumpliendo. Me dejo la piel por ti, mi padre se está arruinando, pero aún así yo te estoy ayudando económicamente, pagandote las citas del médico, y me lo agradeces drogándote con MI dinero. Paso. Valeria tu y yo hemos roto, no voy a dar nada por alguien como tú.

Seguramente Gabriel esperaba que yo me disculpara, me pusiera a derramar lágrimas como loca o le suplicase, pero ni siquiera fui capaz de hacer eso. Simplemente agaché la cabeza como cuando de pequeño coges un trozo de más de pastel. Deseaba llorar pero no quería que todos los del hospital se enteraran de mi caso, antes de darme cuenta Gabriel se había marchado y yo me había quedado sola. 

Salí fácil de allí, obviamente no me dejaban irme hasta que me recuperara del desmayo, pero se despistaban muy fácil, y con mi experiencia de colarme en casas para llamar la atención de mis padres fue pan comido.

 Otro de mis principales problemas es que apenas tenía dinero, y faltaban unas cinco horas para que el plazo terminará. Pensé en llamar a mis padres, pero para ellos su hija estaba muerta. Intenté buscar un trabajo, sin embargo no tenía un buen currículum, incluso me puse a mendigar, pero no me daban más de dos euros la hora. Frustrada, me fui hacia casa, y al llegar al edificio, le vi. Gabriel tenía los ojos rojos y llorosos, y aunque hacía apenas unas horas que nos habíamos visto, se había cambiado para ponerse su bonito pijama azul.

Esa imagen me desoló, y aunque no estaba nada segura de lo que iba a hacer, pique su timbre.

La puerta se abrió lentamente, y al cruzar miradas, supe lo mucho que la había cagado. Quería decirle que lo sentía mucho, que era una imbécil, pero que no quería perderle, porque me había dado cuenta de que no veía un futuro sin él a mi lado, sin embargo no me salían las palabras.

Estuve un buen rato sin decir nada, así que me cerró la puerta en la cara, se que me lo merecía pero no me iba a rendir, si he podido contra las drogas puedo con esto, no me quedaré de brazos cruzados.

Una vez en mi piso, decidí llamar a la policía. Ella sabría qué hacer.

Más tarde, cuando esta llegó. Solté todo acerca de los mafiosos, les dije donde los solía encontrarlos y cómo eran, las amenazas que habíamos recibido y el secuestro de mi amiga.  Por lo visto, gracias a eso reunieron pistas suficientes para encarcelar a los mafiosos, porque sin yo hacer nada más me trajeron a Martina de vuelta.

Hablamos con los padres de Martina así que decidieron quedarse con ella un mes, a mi me dejaron quedarme en su casa hasta tener un buen trabajo, siempre y cuando buscara uno rápido como camarera o algo por el estilo, algo para de mientras reunir dinero.

Me volví la cajera de un supermercado. Fui a alcohólicos anónimos, a sitios de desintoxicación, fui al psicólogo, y  cada miércoles charlaba durante 30 minutos con Martina. En ese momento supe que era feliz. Tenía una familia que me apoyaba, una mejor amiga maravillosa y un trabajo estable. Solo me faltaba una cosa. Gabriel.

Decidida le toqué el timbre a Gabriel, no estaba segura de que le diría, en cuanto me abrió la puerta corrí a darle un abrazo, le dije que lo amaba, que un día sin él era como una semana entera sin verlo. Fui cursi lo admito, pero estoy orgullosa de decirlo, estoy orgullosa de poder expresar mis emociones sin sentir miedo al rechazo.

El caso es que me perdonó y sentí que mi vida ya estaba tomando rumbo, sentí que ya tenía sentido, solo tenía una cosa pendiente. Llamarlos, llamar a mis padres.

Llamé a mi casa y no atendió nadie hasta pasar unas horas, creo que si no fuese por Gabriel no hubiese aguantado la llamada porque nada más respondió mi madre pude escuchar la voz de un niño de fondo, sentí que me desmayaría ahí mismo, pero tenía que ser fuerte, por mí por mi vida y el rumbo que esta estaba tomando gracias a mí.

Fui al grano, le pregunté tal cual porque no me quería y le pregunté por qué nunca me prestó ni un poco de atención, casi me hecho a llorar cuando me dijo lo siguiente, por suerte Gabriel, al ver que mis ojos se empañaban de lágrimas me abrazó, y mi madre me dijo que yo no era su hija, sinó que yo había sido el error de su hermana y que esta al tener el bebé se lo dejó a ella, pero ella y su marido solo me recibieron con odio porque yo les recordaba a su infertilidad y lo injusta que es la vida, ya que ellos aunque dieran un riñon por uno, no podrian tener un bebé, mientras que su hermana los tenía sin quererlos. 

Pero eso no es justificable, por muy triste sea lo que les haya pasado tenían a un ser vivo en su cargo, si no me querían solo debían dejarme en un centro social o un sitio donde me pudiera sentir querida. 

Una mínima preocupación por tu sobrina, pero en vez de adoptarme como hija o quererme como una me dejaron hacer lo que quisiera, dejaron que me metiera en líos en los cuales podría haber muerto, y todo eso sin sentir la más mínima preocupación por mi. Luego ellos adoptaron a un bebé. Intenté llegar a mi madre de alguna manera pero fue un gasto de energía y tiempo. 

Por suerte nada más terminar de hablar con mi tía Gabriel me llevó al parque, y me hizo olvidar todo, aparte no iba a dejar que gente que ni siquiera eran mis padres arruinaran mi vida.

Por suerte podría olvidar el asunto, por lo menos mañana ya que es mi cumpleaños y lo voy a celebrar yendo a esquiar, los padres de Martina, que son como los míos, les han pagado todo a todos mis amigos y ahora a Gabriel para que vayamos a esquiar por mi cumple.

18/04/2025

Ya he cumplido 17 años, los he cumplido hoy mismo, todos los regalos que me han regalado son estupendos, pero como siempre Gabriel resalta de una manera maravillosa, lo amo y creo que lo nuestro será de por vida, nunca en mi vida creí o quise encariñarme tanto con alguien. Menos creí enamorarme en la etapa en la que le conocí a él.

Ahora mismo Martina, Gabriel, mis nuevos amigos y mis padres, digo los padres de Martina, estan esperandome para ir esquiar, mi vida es maravillosa y estoy orgullosa de ella, y orgullosa de mí, en mi peor momento logré salir a flote, logré todo cuanto tengo, logré la amistad de Martina y el amor de mi novio, pero solo con haber conseguido a alguien la mitad de lo que es Martina ya me consideraría afortunada, pero no soy eso, soy mucho más que eso.

FIN

Yarai y Mara

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