En el año 1991 un señor empezó a matar a gente por diversión torturándolos de maneras muy crueles, por ejemplo, atándolos a sitios y dejándoles sin comer, encerrarlos en una habitación llena de insectos, etc. Este señor, tuvo tanta fama en su ciudad que todos lo llamaban ‘’El Torturador’’ y todos le tenían miedo. No se podía andar tranquilo por las calles ya que en cualquier momento podía aparecer el Torturador.
En el año 2001, una chica llamada Natasha, de 16 años, iba caminando por la calle, cerca de una casa abandonada. De repente, escuchó un sonido a lo lejos, pero no se preocupó mucho y siguió caminando. Al rato, escuchó otro sonido y se giró para ver quien era. La primera vez que miró, no vió nada, pero luego volvió a mirar y había un señor mayor vendiendo botellas de agua. El señor le ofreció una botella de agua y ella la cogió. Empezó a beber y se empezó a sentir mal, se estaba mareando y empezaba a ver borroso. De repente se despertó y estaba en un sitio oscuro y cerrado. Cuando ya entendió que se había desmayado, se dio cuenta de que estaba atada a una silla y no se podía mover. Natasha no sabía que hacer ya que no podía moverse. De golpe se abrió una puerta y apareció el mismo hombre que le había ofrecido una botella de agua. Esta vez, no llevaba botellas de agua, sino que llevaba un soplador con ratas dentro. Natasha estaba muerta de miedo y empezó a gritar, ya que no podía hacer otra cosa.
El hombre se empezó a acercar a ella con una mirada malvada, una mirada que nunca había visto nadie. Cuando Natasha le vio la cara, se aterrorizó y se le fue la voz del miedo. No podía gritar y eso le hizo tener más miedo. El hombre, que llevaba un soplador con ratas, empezó a meter la boca del soplador en la boca de Natasha. Como el soplador era más grande que la boca de Natasha, el hombre tuvo que apretar mucho para que entrara y le rompió la parte superior de la mandíbula. Natasha estaba sufriendo mucho a causa del dolor. El hombre encendió el soplador y empezaron a salir ratas de él. La mayoría de las ratas estaban vivas pero había algunas muertas. Las ratas vivas, se desplazaron por el tubo digestivo y llegaron a la barriga, haciendo que parte del tubo se rompiera. En las condiciones que estaba Natasha, el cuerpo murió, pero el alma siguió viviendo. Natasha, vio su cuerpo en la silla y se puso a llorar. Nadie la podía ver ni oír ya que era su alma la que vivía.
Al principio, que nadie la viera era torturador, ya que ella veía a su familia y amigos tristes por su pérdida. Al paso del tiempo, fue una ventaja porque podía hacer cosas que nadie más podía y observaba a la gente sin ser vista.
Pasaban los días y ella ya empezaba a aburrirse, necesitaba hacer algo con todo su tiempo libre y se puso a pensar en su pasado. Se acordó de lo mal que lo pasó en primaria gracias al bullying que le hacían. Empezó a recordar a toda la gente que alguna vez le hizo daño física y mentalmente y se le ocurrió torturarlos de la misma manera que la torturaron a ella.
Lo primero que hizo fue localizar a esas personas a las cuales quería hacer daño. Después reunió ideas de torturas y se puso manos a la obra. Empezó desde la persona que menos daño le hizo a la que más y de menos tortura a más. La primera persona que torturó fue un chico llamado Manuel. Manuel se metía con ella en la escuela encerrándola en los baños sin dejarla salir. Pero con lo que sufrió Natasha, eso no era nada. Lo que Natasha hizo fue que mientras Manuel dormía le asfixiaba con una bolsa de plástico. La próxima persona se llamaba Alejandra y también se metía con ella en la escuela. Le atragantó de manera parecida a Manuel; mientras dormía le metió un cacahuete en la garganta y Alejandra murió.
Se estuvo vengando de estas maneras durante semanas hasta que la gente empezó a notar que moría mucha gente de maneras muy parecidas. La policía al principio no le dió mucha importancia hasta que murió uno de ellos. El que murió se llamaba Mario y resulta que fue novio de Natasha hace años y le puso los cuernos. Mario tenía cámaras en su casa, ya que, como él era policía y había gente que le odiaba, le podían hacer algo en cualquier momento. Tener cámaras en sus casas era una normativa de la comisaría que él trabajaba. Vieron las cámaras de seguridad y vieron que Mario murió a causa de mordeduras de serpientes. Pero no eran unas serpientes normales, eran la especie de serpiente Taipán del interior, solo se encontraba en los bosques y Mario no vivía cerca de ningún bosque como para que fuera una casualidad. En las cámaras se veía como aparecían las serpientes pero no quien las traía y no pudieron averiguar nada.
Natasha siguió matando y torturando a aquellos que le hicieron daño y eso empezó a alterar tanto el mundo de los vivos como el de los muertos. Sin que ella lo supiese, sus actos hicieron que otras almas salieran.
Uno de los mejores amigos de Mario que trabajaba con él, estaba obsesionado con encontrar a quien hizo eso y, investigando, descubrió un diario secreto de Natasha.
El diario empezaba desde los primeros días de escuela de Natasha hasta sus últimos. En él, Natasha explicaba todo lo que le hicieron pasar y quienes. Entonces, el detective buscaba la forma de comunicarse con ella y encontró un médium que podría ayudarle. El médium consiguió contactar con Natasha y le explicó que, esa necesidad de venganza que tenía, solo la estaba atando más a la tierra y que si no dejaba ir su odio, nunca podría trascender.
Natasha, tras escuchar esas palabras, no sabía qué hacer y decidió ir al sitio dónde la mataron. Al estar ahí y recordar, se dió cuenta de que el verdadero culpable de que ella sufriera tanto, no era la gente que le hizo daño en el pasado, sino ella misma por aferrarse tanto a su dolor.
Al final, Natasha decidió perdonar a todos los que le hicieron daño y a sí misma y su alma terminó trascendiendo.
Los detectives no pudieron resolver el caso al 100% pero sintieron que algo inexplicable y justo había sucedido.
El detective, y mejor amigo de Mario, guardó el diario de Natasha como un recordatorio de este caso.
Después de unos días encontraron al Torturador y fue condenado a cadena perpetua.