Pienso en la vida como un camino. Un camino que curiosamente hacemos siempre solos y a al mismo tiempo acompañados. Nos acompaña el mundo que nos circunda, con toda su variedad de seres y fenómenos, pero especialmente nos acompañan siempre otras personas con las que establecemos relaciones diversas.
Estos compañeros de viaje puede que nos molesten, nos entorpezcan y nos creen dificultades y tristezas, aunque también pueden ayudarnos, alegrarnos y aportarnos amor y felicidad. Algunos comparten su camino con el nuestro durante mucho tiempo, otros se alejan, temporal o definitivamente, porque su propio camino termina o sigue una trayectoria diferente al nuestro.
Las personas que nos resultan especialmente valiosas llegan de tal manera a formar parte de nosotros mismos que nos acompañan durante toda nuestra vida, aunque su presencia física haya desaparecido de nuestro lado o incluso aunque nunca nos hayan conocido. Estas últimas son las que han vivido en otras épocas o en otras geografías pero que llegan a nuestra vida y la condicionan a través de las acciones históricas o las obras artísticas que nos han legado.
Siento una inmensa gratitud por todas aquellas personas pasadas, presentes y ¿por qué no? futuras que, en una forma u otra, habrán formado parte de mi vida.
Seguro que habré aprendido de todas ellas.