MANHATTAN TRANSFER

“El crepúsculo redondea suavemente los duros ángulos de las calles. La oscuridad pesa sobre la humeante ciudad de asfalto, funde los marcos de las ventanas, los anuncios, las chimeneas, los depósitos de agua, los ventiladores, las escaleras de incendios, las molduras, los ornamentos, los festones, los ojos, las manos, las corbatas, en enormes bloques negros. Bajo la presión cada vez más fuerte de la noche, las ventanas escurren chorros de luz, los arcos voltaicos derraman leche brillante. La noche comprime los sombríos bloques de casas hasta hacerles gotear luces rojas, amarillas, verdes, en las calles donde resuenan millones de pisadas. El asfalto rezuma luz. La luz chorrea de los letreros que hay en los tejados, gira vertiginosamente entre las ruedas, colorea toneladas de cielo.

(…)

El sol le goteaba la cara a través del sombrero de paja. Iba deprisa dando pasitos cortos a causa de la estrechez de la falda. A través de la fina seda, el sol le hacía cosquillas, como una mano que acariciase su espalda. En el bochorno, las calles, las tiendas, la gente endomingada, sombreros de paja, sombrillas, tranvías, taxis, surgían a su alrededor rozándola con reflejos cortantes, como si fuera andando entre virutas de metal. Ella se abría camino por entre una inextricable maraña de ruidos chirriantes como dientes de sierra.
(…)

(…) En el abismo de su alma, millares de gnomos edificaban altas torres, frágiles, resplandecientes.”

Dos Passos, John. “Manhattan Transfer” (1925)

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