Mirando a tu hijo

A Pepita y al hijito, para cuando mayor,
vea en las rimas a la musa tierna, dulce i buena…

Este sábado por la tarde
allá cerquita del río,
cuando amiga, me mostrabas
orgullosa, el hijito
con los tus ojos verdiazules
y sus piernas y bracitos
desnudos, batiendo palmas,
tan risueño y tan vivo…
he vuelto a correr la senda
de tu cálido camino
perfumado de albahaca,
de romero y de tomillo
y un rescoldo has avivado
de sentimientos dormidos…
De como tú novel y tierno
por los míos, ya crecidos…
que, con orgullo mostraba
a los mejores amigos.
Y todo tu gran contento
y gozo, yo he sentido
como si fuera otro tallo
de mis seres más queridos…
que tanto estimo e idolatro
con mi fervor el más íntimo…
Con tu mirar de dulzura,
y en los ojos aquel brillo
que es un caudal de terneza
y amor, de los cinco sentidos
que brota del seno de las madres…
el único e insustituible,
que perdura y nunca pasa…
con sonrisas y suspiros,
con alegrías y penas,
lo forjan bueno y fornido
con su fuerza creadora:
el barro nuevo de su niño…
Por eso siento tu orgullo
y el mío de serte más que amigo
con el cariño de hermano,
-el de tu padre tan sencillo-
de admiración y confianza,
de afecto honrado y límpido
cuando oigo de tu boca:
las travesuras de tu hijo.
Que lo mimas y lo pules
y les peinas los ricitos,
y la leche y las papillas
engulle el àvido hociquito.
Cuando en la noche le velas
el su sueño tan tranquilo,
que es por ti la miel y cielo…
y tu tesoro más rico!…
en mi me pones vibrante
la lira del verso mío.
Y he de seguir por la tarde
en mi lugar preferido:
Al pie de tus tres màquinas
entre sus cruces y sus hilos:
con tu calor amistoso,
con el aire tuyo tan fino…
Que, lo voy dejando todo,
por un momento contigo:
Para sentir tu voz dulce
que, como sol claro y tibio
al corazón penetrando…
calma y serena sus latidos.
Cuando me cuentas sincera
las gracias del pequeñito:
-Cielo azul y verdes hojas
hay en los ojos de tu niño-.
Que ya te recorre a gatas
por el parque y el pisito.
Que le cuentas de gnomos y hadas,
de princesas y castillos…
cuando venía la noche…
se va quedando dormido:
De MONTESAy de caballos,
de los afanes del marido.
De tu cuñada morena
y demasiado sensible…
De tus padres: Don Diego
y Mª de los Dolores de Cristo:
los dos de Málaga y Almería,
Andalucía de prados floridos…
De montes y pastoreo,
de rías lagunas y rios…
Que dejando sus jardines
y sus flores de mocitos,
atravesaron el estrecho
y se afincaron en Melilla.
Donde los dos se conocieron,
se amaron, y construyeron su nido:
Do nacieron cinco hermanos:
unos mineros, otros marinos,
Con motonave o barco velero
van surcando los caminos
de mar y tierra. Oro y plata
de sol y luna, siguiendo su sino.
Y a las hermanas las vemos
en la más pequeña: Pepita:
buena y fiel y hacendosa
admirable… diría divina.
De una belleza de Mora
de un porte nada altivo.
Labios de guinda jugosa
y diente de jazmín blamquísimo.
Que yo beso en su sonrisa
y en el hablar cálido, íntimo…
Con la admiración despierta
por esos gratos motivos:
En la piel suave y brillante,
Ojos verdiazules de dorado brillo.
Con ese goce tan dulce
de hierba y luz y perfumado pino.
Que es en la aflicción consuelo,
compaña en las soledades tristes,
quitando de la estrecha senda
los cardos, zarzales y espinos
que brotan al paso nuestro
en la agitada vida y torbellino.
En el canto de tu carne aumentada
en la carne de tu hijo que es himno!:
El que yo he sentido en la tarde,
cerquita de ti y del río…

Tarde del sábado 12 de agosto de 1962

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