“Será una batalla larga. En el Congreso y los tribunales. En la opinión pública. Definirá el ambiente en el que Estados Unidos elegirá al sucesor de Barack Obama en noviembre de 2016. Las medidas de Obama para regularizar a hasta cinco millones de inmigrantes indocumentados —y la respuesta de la oposición republicana— amenazan con elevar la crispación que paraliza Washington desde hace media década.
El problema, para el Partido Republicano, es medir las fuerzas. La derecha, dividida entre un ala dura que instintivamente querría la destitución del presidente y unos líderes pragmáticos que saben que la gesticulación excesiva puede resultar contraproducente, duda.
La primera respuesta a la acción ejecutiva de Obama —medidas adoptadas sin el Congreso— fue doble. Primero, una enmienda al método y al supuesto abuso de poder que revela, pero sin ningún anuncio de represalias concretas. Y segundo, una denuncia ante la justicia federal, preparada desde hace meses pero que hasta este viernes no se efectuó, por las acciones ejecutivas de Obama en otro logro de su presidencia: la reforma sanitaria.
El argumento del Partido Republicano es que Obama ha excedido los límites constitucionales de su cargo y exhibe una tendencia peligrosa a convertir la presidencia de EE UU en un poder imperial que revienta los equilibrios de poder establecidos en la Constitución.
“Si el presidente puede salirse con la suya y hacer sus propias leyes, los futuros presidentes también tendrán la capacidad de hacerlo”, dijo el líder republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes.
“Las acciones que he adoptado no solo son legales, sino que son el tipo de acciones que todos los presidentes republicanos y todos los presidentes demócratas han adoptado durante el último medio siglo”, dijo Obama en la noche del jueves al presentar sus reformas. Obama ha firmado este viernes las acciones ejecutivas en Las Vegas (Nevada), el Estado con una mayor proporción de sin papeles de EE UU, para presentar las decisiones.
La medida más controvertida evitará la deportación de unos cuatro millones de inmigrantes sin papeles que, además, podrán obtener un permiso de trabajo. Los beneficiarios son indocumentados que llevan más de cinco años en el país y cuyos hijos son ciudadanos estadounidenses o residentes legales. Otro millón de personas se beneficiará de las otras medidas del plan de Obama. Quedan unos seis millones de indocumentados que se mantendrán fuera de la ley.
En un memorando difundido por la Casa Blanca, el Departamento de Justicia responde a las críticas por abuso de poder que el presidente disfruta de la discrecionalidad a la hora de deportar a unos inmigrantes y permitir a otros seguir en EE UU.
Otra justificación es política. El presidente sostiene que no le ha quedado más remedio que recurrir a las medidas unilaterales por el bloqueo de cualquier intento de aprobar una ley de inmigración convencional en el Congreso. Desde 2011, los republicanos son mayoría en la Cámara de Representantes. Como resultado de las últimas legislativas, en enero serán mayoría en el Senado.
En el discurso, el presidente esgrimió que EE UU es un país de inmigrantes. “Todos fuimos extranjeros una vez”, dijo, tras citar el Antiguo Testamento (Levítico, 19.33.34).
Los argumentos morales colocan a los republicanos en una posición delicada. La retórica antiinmigrantes cada vez es menos aceptable en el discurso público. Y saben que los votantes de origen latino cada vez serán más decisivos en las elecciones.
De ahí que los argumentos contra las medidas Obama sean jurídicos. Si esgrime que la identidad de EE UU es indisociable de la inmigración, la derecha replica que este país se fundó en la división de poderes, destinada a frustrar cualquier tentación monárquica del presidente.
El Partido Republicano sopesa dejar sin fondos a los programas responsables de aplicar el plan de Obama sobre la inmigración. Otra posibilidad es llevarlo a los tribunales, como ha hecho con la reforma sanitaria. Aunque el Congreso la aprobó en 2010, el litigio sigue abierto. Con la inmigración, que divide Washington como la sanidad, puede ocurrir algo similar.”
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Obama: “La inmigración es lo que nos define como país”
[Yolanda Monge, El País, 21-11-2014]
Barack Obama partió esta noche las aguas y avanzó en una dirección que no deseaba pero que resultó ser la única senda abierta para salvar parte de la palabra comprometida con un grupo que representa el 17% de la población de Estados Unidos: 54 millones, más de 25 con derecho a voto. Con su decisión de dar la espalda a un Congreso que ha lastrado su presidencia y que le ha condenado a no firmar ninguna ley de calado a excepción de la reforma sanitaria- que sigue sufriendo embates-, el presidente de Estados Unidos ponía fin a una batalla para iniciar la guerra.
Con frustración maquillada de elegancia, Obama se dirigió a la nación en un simbólico horario de máxima audiencia, simbólico ya que ninguna de las tres grandes cadenas de televisión optó por ofrecer el discurso presidencial en una noche –la del jueves- cargada de series y espectáculos millonarios en dólares, publicidad y espectadores. Tan solo Univisión retransmitió en directo las palabras del mandatario, para lo que tuvo que dar el alto durante 14 minutos y 57 segundos a la retransmisión de los Grammys Latinos –así se hace historia-.
Como si de un corrido se tratara, el presidente contó una historia. La historia de un país que desde hace más de 200 años tiene la tradición de recibir inmigrantes de todas las partes del mundo, lo que beneficia a Estados Unidos. “La inmigración nos define como país”, dijo Obama. Y como en todo buen corrido, hubo partes trágicas, amores no correspondidos, lágrimas y hasta moraleja.
El presidente recordó que este país, la nación que fue creada por gentes llegadas de fuera, tiene hoy su sistema de inmigración roto, con 11 millones de personas viviendo en las sombras. “Cuando llegué a la Casa Blanca me comprometí a arreglar el sistema”, dijo Obama, que abrió la exposición de la narración refiriéndose a la seguridad de la frontera, para neutralizar, de entrada, a quienes creen que con la palabra emigrante solo rima delincuencia. “Durante los últimos seis años, las entradas ilegales se han reducido a la mitad”, informó el hombre que, además, ha sido calificado por los activistas proinmigración como “deportador en jefe”.
En este punto, Obama hizo una referencia a la grave crisis humanitaria vivida en la frontera el pasado verano tras la llegada a EEUU de miles de menores sin compañía de un adulto. “Sin embargo, el número de gente que intenta cruzar la frontera de forma ilegal se encuentra hoy en su nivel más bajo desde la década de los setenta”, matizó Obama.
Recurriendo entonces a sus dotes más didácticas, propiciando un ‘in crescendo’ y tras declarar que el Congreso se había convertido en un muro infranqueable para su ambiciosa ley de reforma –que hubiera abierto el camino a la ciudadanía para millones de indocumentados-, Obama dijo que como presidente tenía la autoridad para tomar acciones ejecutivas y eso es lo que iba a hacer.
-“Primero, seguiremos dotando a la frontera de más recursos”.
El presidente recordó que este país, la nación que fue creada por gentes llegadas de fuera, tiene hoy su sistema de inmigración roto, con 11 millones de personas viviendo en las sombras
-“Segundo, se hará más sencillo para los inmigrantes con estudios, empresarios y de alto perfil quedarse y contribuir a nuestra economía”.
-“Tercero, daremos los pasos necesarios para tratar de forma responsable con los millones de inmigrantes sin papeles que ya viven en nuestro país”.
El tercer punto es en el que el presidente quiso extenderse. Fue ese el asunto en el que se transformó, de repente, en el profesor Obama. Aunque antes de hacerlo, se vistió el traje de hombre de consenso y recordó las palabras que solía decir quien antes ocupó su cargo respecto a los inmigrantes que hacen posible el día a día de EEUU. “Como dijo una vez mi predecesor, el presidente Bush: “Son parte de la vida americana”.
Obama concentró el nudo de su acción ejecutiva como sigue: “Si usted ha estado en América durante más de cinco años; si usted tiene hijos que son ciudadanos americanos o residentes legales; si usted se registra, pasa un control de antecedentes y está dispuesto a pagar una parte justa de los impuestos que le corresponden; usted podrá quedarse en este país de forma temporal, sin miedo a ser deportado. Usted puede salir de las sombras y hacer las paces con la ley”.
No hubo acompañamiento musical. Pero Obama acababa de abrir la madre de todas las batallas, la cruzada que puede llevar a que en poco más de dos semanas los republicanos amenacen con un nuevo cierre del Gobierno como represalia por su actuación. Quedaba sobre la mesa el asunto que definirá los dos próximos años y que entrará en el primero de quien sea el nuevo mandatario de EEUU en 2017.Se que muchos de los que critican la acción que estoy tomando lo llaman amnistía. Pues bien, no lo es”
Era consciente de ello. Lo sabe. Razón por la que contraatacó con su habitual dosis de bipartidismo y memoria histórica. “Las acciones que estoy tomando no sólo son legales, son los tipos de medidas adoptadas por cada presidente republicano y cada presidente demócrata durante el último medio siglo. Y para aquellos miembros del Congreso que cuestionan mi autoridad para hacer que nuestro sistema de inmigración funcione mejor, o cuestione mi juicio de actuar en donde el Congreso ha fallado, yo tengo una respuesta: Aprueben una ley”.
Estaba todo dicho. Obama acababa de poner la pelota en la cancha republicana. Había movido ficha. Se había rebelado ante la inacción e incluso preguntó si acaso EEUU era una nación que toleraba la hipocresía, dejando que trabajadores ilegales recogieran la fruta e hicieran las camas mientras se miraba para otro lado.
“Se que muchos de los que critican la acción que estoy tomando lo llaman amnistía”, dijo el presidente. “Pues bien, no lo es”, sentenció. “Amnistía es el sistema que tenemos hoy, en el que millones de personas viven aquí sin pagar impuestos o estar al día con la ley, mientras los políticos usan el asunto para asustar a la gente y obtener votos en las elecciones”.
“Esa es la verdadera amnistía, dejar el sistema como está, roto”, continuó, dominando ya a la audiencia que a las puertas de la Casa Blanca le daba las gracias con pancartas.
“La amnistía general sería injusta. La deportación total sería a la vez imposible y contraria a nuestro carácter como nación. Lo que estoy describiendo es responsabilidad, abordar el tema con sentido común y llegando a un justo medio: Si usted cumple con los criterios, puede salir de las sombras y estar dentro de la ley. Si usted es un criminal, sera deportado. Y sepa que si está pensando en entrar en EEUU ilegalmente, han aumentado las posibilidades de que sea capturado y enviado de regreso”.
Si Obama fuera hombre de Ejército, la moraleja habría sido: “Señores republicanos, se han metido con el marine equivocado”.