Érase una vez existía un niño al que le gustaba mucho la naturaleza. Se llamaba David, era alto, ojos azules y rubio. Odiaba las fábricas, los coches, los aviones, etc. porque contaminaban mucho. No se podía creer las cantidades de humo que las fábricas y los vehículos desprendían cada día. Él, Juan, siempre decía que si se podían inventar fábricas y vehículos que no contaminaran tanto, es decir, ecológicos. ‘Por culpa de las fábricas hay el efecto invernáculo que nos hace pasar mucho calor y además se contamina mucho el aire’ –pensaba.Cuando se fue a dormir tuvo un sueño: la madre naturaleza lo llamó y le dijo que no se preocupara que él no saldría perjudicado de que se acabase el agua, o que respirase aire sucio y contaminado. Ya que él como la quería tanto no lo perjudicaría. La madre naturaleza le dijo:– ¿Me escuchas David? –– Sí. – contestó el.– Tranquilo que tu ya que te preocupas tanto, respirarás aire puro, beberás agua siempre que quieras y de la más natural. – dijo la madre naturaleza.¡Riiiiiiiiiiiiiiing!– ¡Oh no, a estudiar otra vez! –Se preparó: se duchó, se puso la ropa, se puso los calcetines y los zapatos y desayunó. Preparó su mochila y fue al colegio a estudiar. Ese día precisamente hablaron del medio ambiente. Él preguntó:– ¿Cuánto humo saca una fabrica al día? –– Depende, una fabrica nuclear saca 13 kg de humo espeso al día – respondió la maestra.– ¿Y eso es mucho o poco señorita? – dijo él.– Para hacerte una idea: un litro de zumo sabes cuánto es ¿no? Pues serían cincuenta mil litros de humo. –– ¡Dios! ¡Cuánto humo! –A la noche siguiente se fue a dormir. Soñó lo mismo: la madre naturaleza le llamaba de nuevo:– ¡David! ¿Sabes lo que te comenté ayer? Pues se cumplirá mañana. –David no se lo creía, aire y agua puros como si los tomaras de un bosque. Cuando se despertó, era verdad el deseo se le había cumplido. Respiraba como un pájaro libre volando y bebía agua pura como la de las nubes. Cuando creció, que ya tenía 20 años, se puso a investigar sobre los biocombustibles, como el biodiesel. El mismo hizo el diseño de un coche que funcionase con biocombustible o sea, con biodiesel. El se había dedicado a la ingeniería e hizo una carrera que le duró tres años como ingeniero de motores de vehículos terrestres, voladores y acuáticos. Hizo el diseño y con ayuda de unos amigos lo intentaron construir y fue todo un éxito el prototipo ya que iba bien y funcionaba con biocombustible que contaminaba mucho menos que el combustible normal. Lo llevaron a un concesionario y por un millón quinientos mil euros se lo quedaron e hicieron su fabricación en serie. David Hernández Fernández hizo el invento del siglo, un coche ecológico. Más tarde se dedicó profesionalmente a la ingeniería y cuando ya tenía treinta años intentó inventar un reactor nuclear que no contaminara tanto. Mezcló nitrato de sodio con biocombustible y ácido fosfórico (SiO2H2OF3C4). Este combustible contaminaba mucho menos y quemaba mejor. Otra vez, Juan Hernández Fernández había descubierto el invento del siglo, una fábrica que contaminaba mucho menos que las fábricas adicionales:– Te lo agradezco una vez más – le dijo la madre naturaleza.
Me gusta mucho Rachid. Supongo que a ti te ha influido mucho eso de “la madre naturaleza”.