Había una vez, una niña que se llamaba Makia.Makia vivía en la selva, en un pueblo llamado Palikirulú. Este era muy tranquilo, con sus normas de convivencia, con sus gentes, con sus creencias… Aislado de una civilización moderna, por eso, sus habitantes, vivían de manera muy sencilla. Al lado del pueblo, un río con un pequeño estanque, misterioso para sus habitantes, con muchas leyendas asignadas, de seres misteriosos, de personas antiguas desaparecidas…Tal era el asunto, que la gente temía al estanque, y nunca nadie andaba por allí, ni para bañarse, ni para recoger agua para cocinar…para nada.Habían construido un pequeño santuario, con el propósito de auyentar a los espíritus malignos.Makia, vivía en una casa, cuyas paredes estaban hechas de barro, el tejado con cañas de bambú, el interior decorado con muebles de madera, trabajada por el artesano del pueblo. Su casa no era especial en sí, pues todas eran de un similar estilo.Las calles, eran muy fangosas, pues no eran pavimentadas, y alrededor del pueblo había una pequeña valla para marcar el territorio que ocupaba.Makia era una niña de unos once años. Era de una estatura normal, delgada, con los ojos verdes, y unos labios finos, de un color rosado intenso. Su piel se confundía con aquel color de su tierra, un marrón mezclado con blanco, aunque predominaba el marrón.Como todos los otros niños, cada día, tenía que ir río arriba a buscar agua para todo el pueblo, con unas jarras de cerámica muy grandes, a las que ya se había acostumbrado a llevar sobre sus hombros. Siguiendo los consejos de la gente mayor del pueblo, no cogían agua de aquel estanque del lado, por temor a que ocurriera una desgracia. Así que cada día salían a buscar el agua a un lugar señalizado por la tribu, donde se creían que las criaturas misteriosas, ya no tenían el poder sobre aquellas aguas más lejanas al estanque maldito.Makia no creía en aquellas leyendas. No creía en seres extraños y desconocidos, ya que tampoco había visto nunca uno. Normalmente no se creía cosas que no hubiera visto. Así que ella pasaba de aquellas leyendas, pero tampoco iba por los alrededores del estanque a cotillear de lo que podía haber allí. Con sus amigos normalmente, hablaban del tema, ya que por eso, tenían que ir a buscar el agua tan lejos.Mientras Makia no se creía las leyendas, su amiga Belkin temía que fuesen verdad las historias de los mayores. Otros niños hacían apuestas, en las que se proponía que alguien fuera a los alrededores del estanque. Y, si tenía mucho valor, se diera un pequeño baño en él. Pero estas apuestas nunca se acababan cumpliendo, ya que el que tenía que hacerlo, después daba marcha atrás.Un día de verano, Makia y Belkin, paseaban por el pueblo. Aquella mañana, se cruzaron unos chicos, a quienes oyeron hablar de la apuesta . Linkiu, un chico que conocía a Makia desde pequeño, la llamó. Makia se acercó junto a Belkin, y los chicos le preguntaron si se atrevía a realizar una apuesta, ya que sabían que no creía en ello.-Nunca he jugado en una de estas apuestas vuestras. ¿Qué os jugáis en ellas?-preguntó Makia empezándose a interesar.Linkiu le explicó que la apuesta consistía en que, durante un año, las jarras las cargarían ellos, en lugar de ella, así tendría fiesta y podría descansar de aquella faena tan cansada.-Durante un año…mmmm…-Makia se lo estaba pensando.-No lo hagas Makia!!- le suplicó Belkin, ya que se creía las historias, y temía que le pasara algo a su mejor amiga.-Acepto la apuesta.- afirmó Makia.-Estás loca!!- le dijo Belkin.-Entendido. Ahora no te hagas atrás, eh!- le dijo Mishiu, el jefe de la banda de los niños.-Soy una niña, pero esto no quiere decir que me tenga que echar atrás como muchos de vosotros!- dijo orgullosa Makia.-Está bien. Mañana, a las once aquí. Te vendremos a despedir, por si no vuelves.- le dijo Mishiu.-¡Hasta mañana!- les dijo Makia tan contenta como si ya hubiese ganado la apuesta.
Ya era por la tarde cuándo su madre llegó de guardar el grano, y su padre de ir a cazar. Makia como siempre los recibió, pero su madre le notó un pequeño cambio en su ánimo. Su madre no paraba de preguntar que le pasaba, aunque fue muy inútil, porque Makia no podía explicarle a su madre lo de la apuesta, pues sabía que al día siguiente no la dejaría salir si se enteraba de ello.Makia ahora sí estaba un poco asustada, aunque no quería echarse atrás, quería ganarse un puesto importante, aunque su deseo tampoco era éste, si no que quería enseñar a todo el pueblo que en el estanque no había nada peligroso. Sobretodo, tampoco quería perder la reputación que tenía. Así que por mucho miedo que tuviera, no se podía echar atrás.Esa noche le costó dormir. Aunque una vez dormida, no se volvió a despertar hasta la madrugada. Tuvo un sueño. Tal vez el más raro de su vida, pero al mismo tiempo, un sueño de libertad. En él apareció toda la masa de agua del estanque recogida, suspendida en el aire, en forma de algún tipo de “dios”, supuso Makia al despertarse. El “dios” le dijo que no tuviera miedo, porque el estanque no estaba maldito, y que así demostraría a las gentes del pueblo que todas las leyendas eran, más o menos, mentira.Eran las once. Makia en aquellos momentos ya se encontraba con sus amigos. Había ido con su traje especial para nadar.Belkin, le preguntó que si pasara algo grave qué les diría a sus padres. Makia le contestó que les dijera que ella quiso demostrar a todo el pueblo que el estanque no estaba maldito.-¿Estás segura?- le preguntó finalmente Belkin antes de que Makia se sumergiera en aquellas aguas misteriosas.-Ahora no me puedo echar atrás, Belkin. Vuelvo en seguida. Esperadme aquí, chicos.- dijo Makia antes de sumergirse.Makia empezó a caminar, empezó a sumergirse, empezó a desaparecer de la vista de su querida amiga Belkin. Belkin no paraba de pensar que no volvería a ver a Makia. Se sentó, y esperó que Makia saliera del agua. Los chicos hicieron lo mismo, ahora ya más preocupados por si Makia saldría de aquellas aguas.Makia, al sumergirse, cogió aire y empezó a nadar. Se le acabó el oxígeno rápidamente, porque estaba nerviosa, volvió a salir a la superficie, y sin mirar a sus compañeros, se llenó los pulmones de más aire y se volvió a sumergir…Makia quería explorar qué había en el fondo de aquel lago, pero sólo veía las algas verdes i sueltas, viejas, de aquel viejo estanque, mal cuidado. Después de repetir varias inmersiones, Makia se empezó a dirigir a la orilla, donde estaban sus compañeros. Nadando hacia su nuevo destino, unos seres extraños le cortaron el paso, pero la tranquilizaron con algunos gestos y dándole un objeto muy raro para ella, de un material viscoso. Uno de los dos seres, le enseñó dónde se lo tenía que poner: en la nariz. Cuándo se lo puso, empezó a escuchar que le estaban hablando, y que ahora podía respirar bajo el agua. Los seres se presentaron: uno se llamaba Pumkin y el otro Xampodi. Tenían aletas en los pies, de un color anaranjado, escamas en los brazos, los dedos de las manos unidos por membranas muy finas, y unas orejas muy grandes, también con membranas de un color verdoso. Los seres le dijeron que Makia les siguiera. Makia, pensó que no eran malas personas, pues le habían dado un instrumento para poder respirar bajo del agua, y poderse comunicar con ellos. Así que les siguió.En la superficie, sus amigos se empezaron a inquietar al ver que Makia no salía a coger aire.En el fondo del lago, los seres, la llevaron en una especie de castillo sumergido bajo del agua, adornado con bolas de cristal transparentes, y todo estaba muy limpio y brillante. La hicieron sentar en un sillón majestuoso, y alguien la recibió:-Eres bienvenida a nuestro mundo- habló una voz lejana, y Makia no sabía de dónde provenía.Aún así, contestó:-Gracias-Los dos seres,(Pumkin y Xampodi), empezaron a hablar con ella y a explicarle cosas de aquel misterioso mundo bajo las aguas. -Somos tus hermanos mayores, Makia.- dijo Xampodi.-Cuando teníamos tu edad, también hicimos una apuesta con nuestros amigos, nos pasó lo mismo que a ti, entonces empezamos a venir cada día al lago y pasábamos grandes cantidades de tiempo dentro de sus aguas, queriendo explorar sus fondos. Nos aparecieron estos nuevos rasgos, y nos quedamos aquí, en el fondo del lago, a vivir. No hemos vuelto a la superficie, más bien no podemos, por las adaptaciones al medio acuático que tenemos. Te hemos invitado hoy aquí para que demuestres a todo el pueblo que el lago no está maldito. Ahora tienes que irte. Toma esto. Es una flor de un color especial que sólo crece aquí, enséñasela al jefe de tu tribu i dile que has estado con nosotros. Si no te creen, les enseñas esta pieza que llevas en la nariz. Te la dejamos llevar, pero con la condición de que la tires al lago una vez mostrada. Si no lo haces así, caerá una desgracia sobre tu pueblo. Si lo haces como te hemos dicho, os espera un futuro próspero. Ahora vete, hermanita.- dijo Pumkin.-Gracias.-dijo Makia.Makia subió a la superficie rápidamente, y pudo ver a sus amigos llorando de alegría al verla. -¿Qué te ha pasado?! Has tardado mucho! Estábamos preocupados…-dijo Linkiu.-Estoy bien. Tengo que ir a hablar con el jefe de nuestra tribu!- dijo Makia.Makia corrió hacia su pueblo. Por el camino, no respondió ninguna pregunta. Llegaron al pueblo y corrió hacía la casa del jefe. Se lo contó todo. Sus amigos se quedaron impresionados, al igual que el jefe. Makia le enseño la flor. No fue necesario enseñarle la pieza de la nariz. El jefe la creyó a la primera.-Había leído en el libro sagrado del pueblo alguna historia similar, pero nunca llegué a creérmela. Ahora me la creo. Eres la nueva jefa del poblado.-dijo el gran jefe del pueblo.-¿Yo? Pero si sólo tengo once años!!- dijo Makia.-Eso no tiene importancia. Has sido la que ha descubierto el gran misterio del lago.-dijo el jefe.El jefe salió a la plaza principal y tocó la campana anunciadora de reunión urgente. Aquel día hizo un discurso explicando todo lo ocurrido y nombró delante de todos a Makia como nueva jefa. Makia vivió muchos años y fue una gran jefa. Gobernó muy bien la ciudad y todos la quisieron mucho.