Han pasado casi 500 años desde que Maquiavelo escribió “El Príncipe”, en el contenido del cual está presente la afirmación que da título al texto, afirmación que es y seguirá siendo motivo de debate y controversia.
Respecto a este tema suelen adoptarse tres posturas principales: la de asegurar que el fin siempre justifica los medios, la de afirmar que bajo ningún concepto el fin justifica los medios y la de defender que el fin justifica los medios sólo en ocasiones puntuales.
La primera de las posiciones anteriormente nombradas es, desde mi punto de vista, difícilmente defendible, ya que en muchas ocasiones los medios tienen más importancia que el propio fin. O dicho de otra manera, aunque el objetivo a conseguir sea, en teoría, noble y justo, no es moralmente aceptable llegar a este de cualquier modo ni a cualquier precio.
Tampoco estoy de acuerdo con el segundo posicionamiento, no por la esencia de su mensaje, que considero correcta, sino por su rotundidad, puesto que antes de enunciar una sentencia tan tajante se deben tener en cuenta las circunstancias. Un ejemplo, quizá extremo, de este posicionamiento lo encontramos en ciertos fanáticos religiosos, quienes ante una situación como la siguiente: “una persona necesita una transfusión de sangre para seguir viviendo”, considerarían que el fin (en este caso salvar la vida de una persona) no justifica los medios (una transfusión de sangre), ya que estos medios están en contra de sus creencias religiosas y de lo que ellos consideran moral.
En mi opinión, el tercer y último planteamiento es el más correcto, siempre y cuando se presenten las siguientes condiciones:
-Que los medios utilizados no impliquen un daño a terceros mayor que el que le supondría al afectado en cuestión no utilizar estos medios. Por ejemplo, si una persona necesita el transplante de un órgano para vivir, es moralmente lícito robar el órgano siempre y cuando no se causen daños graves a terceros.
-Que la utilización de estos medios sea la última opción disponible. Utilizando el ejemplo anterior, si se cuenta con los recursos suficientes para pagar el transplante no sería moralmente correcto robar el órgano.
-Que los medios utilizados sean proporcionales al fin. Siguiendo con el mismo ejemplo, no es aceptable hacerse con dos órganos si sólo es necesario uno para el transplante.
Sin duda delimitar en qué casos el fin justifica los medios y en qué casos no, es tarea difícil, pero es ahí donde reside la subjetividad de la moral.
¿El fin justifica los medios? (Eduard Martínez)
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