A MORDISCO LIMPIO
¿Cómo impedirlo?
Ocurre con frecuencia: muchos niños, entre el año y los dos años, demuestran su agresividad con los dientes.
Su hermano pequeño, un amiguito del parque, la abuela… a veces se convierten en víctimas de sus diminutos dientes. “Una niña se acercó en el parque para jugar con mi hijo Daniel y él le mordió con todas sus ganas en el brazo. Nos quedamos perplejos, con una mezcla de indignación y vergüenza ante semejante comportamiento”. “Dejé a mi bebé de tres meses instalado en su hamaca un instante junto a su hermana (20 meses), no había llegado a la cocina cuando le oí llorar: tenía las marcas de los dientes en la mano. No sabía cómo reaccionar”. Son testimonios de escenas familiares que se repiten con habitualidad.
Es preciso entender por qué muerde el niño y conocer las diferentes causas que justifican esta conducta.
¿Se considera una actitud normal?
“Por una parte hay que valorar que el ser humano tiene una tendencia biológica a morder como evolución normal en función del desarrollo del sistema digestivo y del lenguaje. No olvidemos que el niño, a esa edad, todavía está en proceso de dentición y morder puede suponerle un desahogo o consuelo a sus molestias. Igual que con los mordedores, siente alivio y libera su ansiedad”, afirma Cocha Soler, doctora en Psicología y directora de la Escuela de Psicología Mirasierra de Madrid.
Periodo de transición hacia la independencia
Según esta experta, el aspeco psicológico también ha de tenerse en cuenta. Es una etapa de transición en la que el niño empieza a ser independiente y quiere descubrir el mundo, pero, por otro lado, todavía se siente desvalido. “Es la época del no de los padres: ‘no hagas eso’, ‘eso no se toca’, ‘no, que te caes’… El niño se frustra y siente que le están coartando sus ansias de conocer el mundo y de tener lo que a él le gusta. Todo esto hace que el pequeño tenga sentimientos contradictorios de amor y hostilidad hacia su madre, la persona más cercana a él en este momento. Igual que puede dar besitos y acurrucarse, es capaz de sentir hostilidad y por eso agrede”. Añade la doctora, Pero, generalmente, no suele morder a la madre porque, como también siente por ella un intenso amor, después se sentiría culpable, “Hay un mecanismo, que se llama desplazamiento -añade-. Puede ser que muerda a otro niño porque no puede morder a la madre”.
Otra de las causas, cuando la “víctima” es el hermanito, son los celos. En el caso de que le hayan provocado, hay que pensar que utilizar los dientes es un método de defensa como otro cualquiera. Por último,el mordisco puede usarlo para confirmar cuáles son sus límites: “Me han dicho que no se debe morder, pero voy a volver a hacerlo para ver si es verdad”.
“El que un niño muerda es algo natural y normal, aunque haya que enseñarle que no debe hacerlo -asegura la doctora Soler-. La agresividad es un instinto. No es malo tenerla, sino cómo se manifiesta. Cuando nos llega un niño a la consulta, preguntamos a los padres cómo fue el paso de los alimentos líquidos a los sólidos, precisamente para saber cómo mordía, si ha sabido sacar su agresividad, si es pasivo o violento en exceso”.
La actitud de los padres es un punto clave, sobre todo la de la madre, que es la persona más cercana al pequeño de un año. Es imposible dar pautas de comportamiento porque cada niño es diferente; en general, la clave está en adaptarse a las necesidades de cada crío. Según la doctora en psicología “la actitud correcta es decirle que no se muerde siempre que lo haga, pero con cariño, cogiéndole firmemente y abrazándole. No basta la explicación verbal: el lenguaje corporal lo entiende mejor. Se trata de prohibir sin dureza apara que el niño no lo interprete como un castigo muy grande o que ya no le quieren. Esa sensación de no sentirse querido da lugar a adultos muy agresivos, con sentimientos de soledad y personalidades débiles. Lo que más fuerza da es saber que te quieren”.
Los especialistas en educación insisten en la importancia que tiene poner límites desde la infancia. En este descubrimiento del mundo que inicia el niño tendrá que atenerse a la prohibiciones que se va encontrar. Los noes de los padres le dicen cómo es el mundo exterior y que existen unas barreras con las que tarde o temprano se va a encontrar en la sociedad.
Una duda frecuente es si la actitud de morder puede tener alguna repercusión en la conducta de adulto. “Si los padres son demasiado permisivos y no le controlan o no le corrigen, la consecuencia es que ese niño no va a saber cuáles son sus límites y va a entrar en una sociedad que no se lo permitirá. Si no se le delimitan, podrían formarse personalidades psicópatas, regidas por el principio del placer por el placer, todo se hace porque se desea, sin sentimiento de culpa. Cuando no se han enseñado los límites no se adquiere algo básico.
Article de la revista – Padres Hoy-
