LA CONFIANZA EN UNO MISMO HAY QUE FORJARLA

Desde que nace, el niño va forjando la confianza en sí mismo a través de la mirada confiada y orgullosa de sus padres. Gisèle Georges, psiquiatra infantil, nos explica cómo alimentar esta sensación día a día. Porque la confianza en uno mismo nunca se adquiere de forma definitiva.

¿Por qué la confianza en sí mismo es un valor tan esencial para el niño?

Es lo que le permitirá intentar cualquier cosa, aceptar desafíos y enfrentarse a nuevas situaciones sin angustiarse demasiado. La confianza en sí mismo tiene un verdadero efecto estimulante en el niño: le da la energía y el valor necesarios para adentrarse en la vida, enfrentarse a los aprendizajes, hacer amigos y conquistar, poco a poco, su autonomía. Frente a una dificultad, un niño que tieneconfianza en sí mismo apostará por sus posibilidades de triunfar, se dirá que puede hacerlo. El que carece de ella, se encerrará en una predicción negativa y estará convencido de que va a fracasar. De ese modo, o no hará siquiera el intento, o encontrará a alguien que acepte el reto por él, o efectivamente fracasará. ¡Y eso sí que es una lástima!

¿La confianza en uno mismo es innata? ¿Es un rasgo de carácter que se posee o no se posee?

¡De ningún modo! No nacemos seguros de nosotros mismos, nos hacemos. El niño adquiere las bases de esta sensación ya en los primeros meses de vida, gracias a los lazos de confianza y de apego que le unen a sus padres. Dado que los padres están atentos a sus necesidades e intentan responder a ellas lo mejor posible, el bebé se siente digno de interés y puede considerar el mundo que lo rodea con más confianza que desconfianza. Por lo que a los padres respecta, también es esencial que confíen en sí mismos como padres, que no se dejen invadir por las dudas, aunque sea normal tenerlas. ¿Cómo puede un niño forjar la confianza en sí mismo si sus padres no están seguros de su papel y de su posición? No olvidemos que el pequeño adquiere confianza a través de la mirada de sus padres.

Entonces, ¿cómo hay que mirar al niño para transmitirle seguridad en sí mismo?

¡Con confianza, simplemente! Diciéndonos a nosotros mismos que tiene todas las cualidades y las capacidades necesarias para lograr lo que se propone. Eso supone, para empezar, no tener miedo de todo, no transmitirle implícitamente el mensaje de que está rodeado de peligros, de que es preferible no intentar nada para no correr riesgos. Debemos tener en cuenta que mirar de forma confiada al niño significa aceptarlo tal como es y no como quisiéramos que fuera. Tomemos un ejemplo concreto: aprender a montar en bicicleta. Si a un niño inseguro, con un equilibro todavía precario, le quitamos los ruedines a los 4 años y le decimos: «Quiero que lo consigas, lo vas a conseguir», no lograremos nada. Seguro que fracasa. Y la confianza en sí mismo saldrá malparada, especialmente porque percibirá la decepción de su padre o de su madre.

¿Cómo habría que actuar?

Hay que observar al niño, determinar el momento en que ha adquirido las capacidades necesarias y acompañarlo, como quien no quiere la cosa, hacia el nuevo objetivo: «Sé que ahora ya puedes montar en bici solo. Si quieres, podemos probar a quitar los ruedines, pero no te preocupes, que yo te sujetaré todo el tiempo. No te soltaré hasta que tú me lo pidas y me quedaré a tu lado».Así situamos al niño en condiciones de lograr el objetivo. Y el hecho de experimentar esa sensación de éxito personal reforzará su sensación deconfianza en sí mismo. En resumen: es importante conocer bien al niño, pedirle o proponerle objetivos acordes con sus capacidades y no intentar amoldarlo a nuestros propios deseos.

¿Son necesarios los elogios y las felicitaciones para que el niño mantenga la confianza en sí mismo?

Son el abono indispensable para alimentar esa sensación y hacerlo crecer. Es lo que le dice al niño que está sobre la buena pista, que ha escogido la estrategia adecuada para triunfar. Por eso no debemos dudar en felicitarlo. Muchos adultos de hoy han recibido una educación en la que, ante todo, se señalaban los errores y se consideraban los logros como algo normal. Se temía que la valoración de los actos convirtiera al niño en un ser pagado de sí mismo. Para evitar este riesgo, basta con manejar bien los elogios centrándolos en el objetivo logrado, no en la persona. Es inútil que le repitamos constantemente lo guapo y listo que es. Lo realmente eficaz es decirle que el dibujo que ha hecho es fantástico y que estamos orgullosos de él.

¿Y las críticas? ¿Hay que desterrarlas?

No, pero siempre que sean justas. ¿Que le ha tirado del pelo a su hermana? Es mejor subrayar que su conducta no nos gusta o que no es admisible que decirle que es malo. Demasiados excesos verbales del tipo «¡Eres un desastre» o«¡Eres insoportable!» –aunque pensemos que no tienen consecuencias porque los decimos en momentos de enfado- pueden acabar minando su autoestima. El amor no lo arregla todo…

Los padres no son los únicos «responsables» de la confianza del niño en sí mismo. El colegio también tiene su papel, ¿no?

Exacto. Pero, de nuevo en este caso, la pelota está en el tejado de los padres. Cuando el niño enseña un deber corregido en el que ha tenido una mala nota, ellos pueden tranquilizarlo destacando lo que ha hecho bien en otra página o lo que sabe hacer bien al margen del colegio: hacer una torre con sus construcciones, chutar el balón… Precisamente porque la mirada de los padres no transmite angustia, porque no lo imaginan ya suspendiendo la Selectividad, el niño conservará intacta la confianza en sí mismo.

 

FONT: www.conmishijos.com

Entrevista realizada por Isabelle Gravillon

 

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