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La Pasqua jueva o pessah

Marc Chagall (1914) Der Rabbiner aus Witebsk.

Marc Chagall (1914) Der Rabbiner aus Witebsk.

Hoy he llegado al aeropuerto de Ben Gurion de Tel-Aviv. Me ha llevado mi bisnieta, una encantadora joven que vive en Jerusalén oeste. Mi bisnieta se presentó un día en Nueva York y dijo que ella se encargaba de todo y que me llevaría a su casa y que estuviera todo el tiempo que fuera necesario. Fue un viaje largo, pero intenso. Ella me preguntaba cosas del gueto de Varsovia y de cuando era pequeño. Me dijo que había unos vuelos baratos y que si me hacía ilusión podíamos regresar a Polonia. Pero mi Polonia desapareció para siempre y no está el corazón para grandes melancolías. Yo no había estado nunca en Eretz Israel y lo primero que quiero hacer es ir a las colinas de Galilea, allí donde pacen los corderos más sabrosos de Oriente. Compraré un cordero en las laderas del sur de Nazaret y marcaré la pata trasera  izquierda, que en aquel lugar es mejor que la derecha ¿Y saben por qué? Porque el cordero, cuando se tumba rumiar, lo suele hacer por la tarde, a la puesta de sol. El rebaño jaspea los prados y todas las cabezas miran hacia el oeste. Entonces, sentados en la pendiente, la pata trasera derecha es la que sostiene todo el peso del animal tendido, y eso la comprime y hace que sea más fibrosa. La otra pata, en cambio, sin esa presión del cuerpo rumiante, siempre acaba siendo blanda como la espuma. Eso es lo que he venido a buscar aquí: ni historia, ni  esperanza, sino sólo una pata excelente, brillante como la caoba o como el cobre recién salido de la fragua. Porque yo nunca he comido cordero en Galilea, pero recuerdo pascuas felices en mi casa de Sosnowiec, cuando el rebino daba permiso para que empezara el sacrificio del animal hasta que se desangraba por completo y la cocina exhalaba ese aroma e casa segura. Los platos blancos de la infancia y la servilleta doblada y aquella sensación de que nada nos podía faltar si había una madre frente a los fogones. Pero las fiestas se acabaron cuando nos mandaron a Varsovia en unos camiones y sólo los niños y los más jóvenes estaban contentos porque nos íbamos a la capital de Polonia. Se acabaron las fiestas y las pascuas y hasta se acabó mi madre.

 

2 (…) Ahora estoy yendo hacia Galilea. Mi bisnieta conduce y canta una canción moderna. Le he dicho que vaya despacio porque hay un cordero tumbado ahí en la pradera mirando hacia el oeste de Nazaret que me espera para ofrecerme mi última Pascua en paz. En realidad ese cordero de Galilea y mi bisnieta son la última familia que me queda. Y desde la autopista me ha parecido ver otro gueto en forma de muro, pero he pensado que las digestiones siempre provocan pesadillas cuando hace tanto tiempo que esperas.

 

L’anyell de Pasqua. Joan Barril: Un deseo póstumo  

Marc Chagall (1933) Einsamkeit

Marc Chagall (1933) Einsamkeit