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KEN ROBINSON: “Es un error educar solo para el mundo laboral” POR marta ricart

(Publicado en el MAGAZINE de LA VANGUARDIA del 29 de octubre de 2017. Como es una entrevista un poco larga, he subrayado  con negrita los  aspectos más interesantes. Si queréis podéis ver los vídeos.)
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El profesor inglés, afincado en EE.UU., Ken Robinson es el experto en educación más internacional, sobre todo desde que en el 2006 dio una conferencia TED, planteando si la escuela mata la creatividad, que sigue siendo la más vista en la red: lleva 47,5 millones de visionados y se estima que ha llegado a 350 millones de personas de 160 países. Robinson defiende una educación que rompa la rigidez de la mayoría de los sistemas educativosactuales.
 A Ken Robinson, distinguido con el título de sir en su Inglaterra natal (nació en Liverpool en 1950), le consultan desde medio mundo. Le invitan a dar charlas sobre cómo mejorar la educación, y él seduce con el convencimiento con que habla, su buen humor y sus propuestas de formar a los niños y las niñas para que sean capaces de ser ellos mismos, felices y manejarse y manejar el complejo mundo actual y el más incierto que se augura. No defiende alambicadas teorías pedagógicas, pero sitúa a la educación en el centro de la sociedad.

Como sus asesorías y charlas, tienen también un gran eco sus libros (este otoño publica una nueva edición de Out of Our Minds, the Power of Being Creatives). Ahora trabaja en uno que saldrá en marzo del 2018, en principio titulado Tú, tu niño y la escuela. Robinson fue profesor de artes y autor de un importante informe para renovar la educación británica, aunque ya hace años que se mudó a Los Ángeles, desde donde ha contestado, por teléfono, la entrevista.

Ya hace 11 años de su viral charla TED, ¿qué ha cambiado en la educación desde entonces?
El año pasado pregunté a la gente en las redes sociales qué efectos había tenido en ellos y qué cambios creían que había habido. Tuve cientos de respuestas de quienes decían que había cambiado su forma de ver la escuela o su manera de enseñar. Eso en el mundo de la educación; también contestó gente que no pertenece a él y decía que le había supuesto pensar en sus retos o modificar su manera de pensar. Sé que muchas personas se han sentido alentadas por esa conferencia (sigue siendo la más reproducida de TED y se ha visto en 160 países). Estos cambios suelen ser lentos y difíciles, pero que tanta gente la haya visto y se sienta estimulada indica que muchos quieren cambiar la manera como se educa.

 

¿Los niños de hoy reciben mejor o peor educación que décadas atrás?
Depende de donde mire. Hay que tener en cuenta que el mundo donde hoy crecen los niños es muy diferente al de hace 20 o 30 años. Ha cambiado en muchos aspectos. Mucho, por efecto de la tecnología. Ha variado la manera como los niños se comunican y relacionan. Ha habido grandes cambios en las familias. También, los niños están más protegidos que antes en muchos aspectos; por ejemplo, estoy haciendo un proyecto con municipios ingleses sobre que los niños pasan muy poco tiempo jugando fuera de casa. Otro factor es que hoy, en todo el mundo, los niños están bajo una mayor presión en la educación. Cuando mi generación iba a la escuela no teníamos tantos exámenes; ahora los niños son examinados todo el tiempo. Los gobiernos dedican millones a evaluaciones. El contexto es muy distinto. Con todo, hay grandes escuelas y grandes profesores. Yo no critico a las escuelas ni los profesores, pues he trabajado en la educación y sé cuánto luchan para mejorarla. Además, la presión examinadora no viene de los profesores sino de los políticos; los docentes están también bajo presión. Hay buenos programas y escuelas que trabajan para cambiar, pero hay presión, y los currículos, los sistemas, son a menudo muy rígidos. En EE.UU., por ejemplo, en la educación pública, cada año se gastan millones en analizar cómo lograr que más alumnos lleguen a la universidad, cuando el valor de la titulación universitaria cae, ya no es útil como antes.

Lo preguntaba porque mucha gente afirma que se han perdido valores como el esfuerzo, la disciplina… ¿La educación actual no tiene valores?
El libro que escribo ahora va dirigido a los padres. La gente mira los problemas de la escuela; no en todos, pero hay centros con problemas de disciplina; los niños tienen actitudes diferentes de un par de generaciones atrás. Y es fácil culpar de los problemas a la escuela, pero muchos no se originan allí, sino que son fruto de la cultura general. Por ejemplo, en muchos lugares de EE.UU. hay grandes problemas con drogas, en particular con los opiáceos, y provocan también dificultades en la escuela, pero ella no es la causa. Hoy, los padres están menos inclinados a encargarse, en general, de los niños, y hay diferentes nociones de autoridad. Muchas veces los padres se quejan de que hay un problema en la escuela, pero no piensan que sea su hijo. Es muy complicada la relación y ha cambiado mucho el sentido de la autoridad en el mundo.

¿Cómo debería ser la educación? La primaria, la secundaria, la universidad…
Sobre todo en los primeros años, es muy importante que los niños tengan tiempo para construir relaciones entre ellos, para jugar y explorar el mundo, para su desarrollo físico, igual que el cognitivo y social. No hay que inventar un nuevo modelo de escuela. Sabemos desde hace tiempo cómo crear unas buenas condiciones para que los niños aprendan. Por ejemplo, Maria Montessori, hace cien años, creó maravillosas escuelas para niños pequeños, y sólo en América debe de haber más de 4.000 de estas escuelas en que se alientan el juego, las relaciones sociales, la actividad física y en que los niños se agrupan no por tener la misma edad. Y son centros que suelen tener bastante éxito. Es verdad que ni todos los centros son iguales ni todos los demás son malos, pero es un método muy recomendable. En Europa hay centros en que los niños pequeños no se sientan en un pupitre y pasan el tiempo haciendo tareas para aprender a leer y escribir, lo que pueden hacer un poco más mayores. En los primeros años, el cerebro de los niños se desarrolla, y deben aprender cómo son los demás, a relacionarse, tienen una gran imaginación y deben poder desarrollarla, deben aprender a desenvolverse por su cuenta… Y hay sistemas que pretenden sentarlos y hacerles hacer determinado trabajo y evaluarlo, cosa que es ridícula.

¿Y en las siguientes etapas?
A medida que los niños crecen y se desarrollan debe haber un equilibrio. El ser humano tiene una gran curiosidad, por sí mismo, por los demás, por el mundo… Los niños aman aprender, el mejor ejemplo es cómo aprenden a hablar. Les gusta aprender, pero no siempre les gusta ser educados, y por ello tienen problemas a veces en la escuela. Aprender es natural, la educación es un programa organizado de aprendizaje; es un proceso intencionado en que indicas qué y cómo aprender, y la escuela es el lugar donde ocurre. Pensamos en la escuela de determinada manera, con mesas, armarios, en que se enseña determinadas materias… Pero la escuela no debe ser así, los niños no deben ser organizados por edad, el modelo de escuela de que hablamos todo el tiempo. Cuando propongo transformar la educación es sobre la base de que los niños aman aprender y deben darse las condiciones adecuadas para que lo hagan. En los primeros años eso pasa por jugar, socializar, captar su interés y estimular su imaginación con montones de actividades que ayudan a su cerebro a desarrollarse. A medida que se hacen mayores, hay que mantener eso, y hay lugar para jugar en todas las edades. Pero, como sus capacidades se desarrollan, pueden aprender más, y hay que enseñarles y respaldarles, que reciban un feedback de cómo van. En términos de currículo, creo que normalmente es demasiado estrecho, focalizado en lo que establece el mundo académico. La escuela debería ser más práctica, y es importante un equilibrio entre ciencias y artes y humanidades. En muchos países europeos, las artes no tienen un papel apropiado en la escuela, lo que es un empobrecimiento, porque tienen igual importancia que las ciencias en ayudar a las personas a comprenderse a sí mismas y lo que les rodea. Matemáticas y lenguas son la base de muchas disciplinas, pero debe haber un equilibrio entre todas las materias y también entre el trabajo teórico y el práctico. Por eso se diferencia entre conocimientos y competencias. Hay un conocimiento de información, de hechos, pero además hay que saber cómo funciona una cosa, cómo hacerla. Al final, se trata de aprender a ser un ser vivo en el mundo, entendiendo el mundo de tu alrededor, las relaciones con otras personas, tus sentimientos, tus talentos y pasiones y entender que la experiencia de estar en el mundo es única para cada uno, por mucho que tengas en común con otras personas. Todo esto debe incluirse en la educación de los niños. Y a medida que se hacen mayores y progresan en la escuela, van desarrollando intereses particulares y hay que darles herramientas para satisfacerlos.

Así, ¿cómo imagina usted un aula dentro de 20 o 30 años? 
No hay una sola manera de diseñar un aula o una escuela. He estado implicado en una campaña que anima a las escuelas y los profesores a no sentarse en una clase todo el día, sino a salir a aprender del entorno. A pensar que no sólo se aprende en clase con los alumnos sentados en pupitres. Hay colegios muy innovadores en esta línea. Las clases deben ser más flexibles de lo que en general son. Algunas formas de aprendizaje no exigen que estés sentado, concentrado, memorizando y haciendo trabajo académico tradicional. Las escuelas, como las casas, pueden tener diferentes salas para distintos propósitos. Hay arquitectos que hacen interesantes diseños. La estética y el entorno de la escuela tienen un impacto en los alumnos. La distribución del espacio o los muebles pueden marcar diferencias. Las escuelas futuras no deben parecerse a como han sido hasta ahora.

La educación aplicada hasta ahora se antoja obsoleta, pero nadie sabe bien qué enseñar a los niños para su futuro. La música o la filosofía desaparecen de las aulas, todos quieren enseñar tecnología…
Sí, y creo que es terrible. Es importante que los niños aprendan ciencias, tecnología y matemáticas, por supuesto. Son importantes, pero igual lo es que aprendan sobre valores, arte (que es parte central de nuestra cultura), a hablar y debatir y a pensar de manera organizada (que es un poco lo que hace la filosofía). Es un gran error reducir el currículo escolar a sólo áreas de aprendizaje que los políticos crean que son útiles para el mundo laboral-económico. Muchas reformas educativas tienen detrás razones económicas; por eso los políticos están interesados en la educación: piensan en educar a la mano de obra laboral para que sea competitiva, pensando en el progreso y la innovación. No estoy en desacuerdo con eso, el propósito económico-laboral es importante, y la educación es una gran inversión, pero tiene además propósitos sociales. La forma como los chicos son educados afectará a cómo serán esas personas, qué tipo de ciudadanos, cómo participarán en el mundo. Los jóvenes se desen­cantan; en algunos países europeos, casi la mitad está sin trabajo, eso indica que la razón económica no puede ser la única. Vivimos una situación…, recuerde el atentado de Barcelona…, es un gran desafío defender los valores, la perspectiva social. Hay un movimiento tectónico de diferentes maneras de ver las cosas; la humanidad afronta grandes problemas ecológicos, diferencias sociales… y la educación debe preparar para colaborar, para entenderse. Además, cada vida es única y contribuye a desarrollar su comunidad, si la educación ignora los talentos de esa persona… La depresión es una enfermedad creciente, hay problemas existenciales, y no puede reducirse todo a no sentirse útil económicamente. Los políticos tienen grandes responsabilidades en conectar con la escuela, porque es parte de la solución. No se trata de un sistema educativo u otro, sino de que la civilización utilice la educación para no ir a la catástrofe. Ya no se trata sólo de proporcionar mano de obra al mundo industrial, el mundo es hoy más sofisticado y exige políticas públicas más sofisticadas.

¿Qué opina de los rankings o de las pruebas PISA, que dicen que Corea del Sur o Finlandia ofrecen la mejor educación?
Finlandia es un buen ejemplo. Ambos países obtienen buenos resultados.

Pero son sistemas muy diferentes, ¿no?

Sí. Finlandia no se obsesiona con el propósito económico de la educación. Lo hace bien; las escuelas no examinan todo el rato ni compiten entre sí; la educación se focaliza en las elecciones de los estudiantes, hay menos trabajo académico. Corea del Sur tiene un sistema más enfocado a la evaluación y la competencia y provoca mayor estrés en los estudiantes. El éxito es a un coste más elevado. Hace poco me vi con autoridades educativas coreanas y están intentando reformar la educación para dar más protagonismo a la creatividad y los gustos personales. En China ocurre algo parecido. En distintos países hay cambios, políticos y responsables educativos están entendiendo que no se puede seguir con el sistema educativo rígido que hemos tenido hasta ahora, que los niños tendrán muchos desafíos y que será mejor un sistema que tenga más en cuenta los intereses y los talen­tos personales, no uno basado en examinar o en la competencia, sino una escuela más conectada con la cultura y las familias...

¿Están, en general, mal pagados los docentes? ¿Por qué ya no se les aprecia ­socialmente como antes?
No es igual en todos los lugares. En Finlandia sí son respetados; es una profesión muy exigente y tiene un elevado estatus social. En los países asiáticos, Singapur, por ejemplo, es también una profesión respetada. Debería ser así siempre, pienso yo, pero es cierto que no es lo que ocurre en EE.UU. o en muchos países europeos. No creo que sea sólo una cuestión de sueldo, sino de respeto, del rol o las expectativas sobre la educación… Pero si queremos mejorarla, no lo conseguiremos sin apoyar la docencia como profesión. Como tampoco puedes tener una buena sanidad si los médicos y enfermeras están mal pagados. O no puedes tener un buen restaurante si quien hace y sirve la comida no tiene cierto nivel. Se gasta mucho dinero en asesoría, pero no lo suficiente en personal. Se dedica mucho dinero a implantar el currículo, a los exámenes… y no se tiene en cuenta a los que enseñan, y así no se puede mejorar el sistema educativo.

¿Es partidario de los deberes?
No los veo necesarios. Pero no marcaría una línea de sí o no: depende de la escuela, el profesor, el niño… Para empezar, creo que los niños no ­duermen, en general, lo suficiente. Necesitan dormir bien, pero muchas veces van cansados a la escuela. Y cuando vuelven a casa, a hacer deberes… Las evidencias de sus beneficios son reducidas. Necesi­tan tener vida, ser niños. Pasa igual con los ­adultos. Si los niños no tienen tiempo para jugar, relajarse, desconectar, tampoco ­rendirán en la escuela. Es un error creer que la única ­manera de que los niños consigan logros en la escuela es con más trabajo en casa. Si hacen actividad física, se relajan o salen el fin de semana, estarán más comprometidos y tendrán mejores resultados. Trabajas mejor si tienes descanso, vacaciones… ¿no?

http://www.magazinedigital.com/historias/entrevistas/ken-robinson-es-un-error-educar-solo-para-mundo-laboral

UNA SANDÍA EN CLASE o “Profesoras contra la pedagogía tóxica” por ANA TORRES MENÁRGUEZ

Acabamos de incluir dos artículos sobre el uso de los móviles y los deberes y nos encontramos con otro en el que el protagonismo recae en una sandía para provocar reacciones. Si clicáis sobre Las escuelas matan la creatividad poséis ver el vídeo de Ken Robinson.


Dos docentes de universidades públicas crean una nueva metodología para activar el deseo de aprender

por ANA TORRES MENÁRGUEZ

En 2006, el pedagogo británico y gurú de la educación Ken Robinson hizo temblar las bases del sistema educativo con su charla TED Las escuelas matan la creatividad, con más de 43 millones de visitas. Robinson criticaba que los colegios son el primer freno con el que se encuentran los niños y alertaba sobre el desacierto de los programas educativos al primar materias como las matemáticas y arrinconar las más artísticas como la música o el dibujo bajo el pretexto de que no son útiles a la hora de encontrar un empleo.

El diagnóstico estaba claro, pero nadie sabía muy bien la fórmula para conseguir que la escuela no mate la creatividad. Las profesoras universitarias María Acaso, de 46 años, y Clara Megías, de 32, parecen haberlo conseguido. Han desarrollado una nueva metodología para darle la vuelta a la forma de dar clase.

http://epv.elpais.com/epv/2017/02/13/seccion_espana/1486970692_434316.html

Las profesoras Clara Megías y María Acaso.                                                        KIKE PARA

“Hay que acabar con la pedagogía tóxica y aplicar nuevas fórmulas para despertar el deseo de los estudiantes por aprender”, explica María Acaso, experta en innovación educativa y profesora de la Universidad Complutense. Su método, al que han llamado Art Thinking, tiene como base los descubrimientos de la neuroeducación, que estudia cómo aprende el cerebro, y cuyo principal hallazgo es que para que se produzca el aprendizaje es necesario encender una emoción, despertar la curiosidad del estudiante. Para ello, su metodología se inspira en los procesos de creación de arte.

La investigación de las docentes, que comenzó en el año 2011 y cuyos resultados se publicarán en el libro Art Thinking. Transformar la educación a través de las artes, señala que en la pedagogía tradicional el esfuerzo está asociado al dolor, al malestar, y a la idea de que adquirir conocimiento tiene que ver con la ansiedad, el miedo o la evaluación. Su propuesta es incorporar el arte en la educación para generar placer y de esa forma conseguir que el esfuerzo y la constancia aparezcan de forma automática. Los profesores puede emplear esta metodología para impartir cualquier asignatura.

En uno de los capítulos de su libro señalan que de las células madre del cerebro nacen a diario entre 4.000 y 5.000 neuronas, a través de un proceso llamado neurogénesis. Las actividades que se realizan desde pequeño crean circuitos neuronales; algunos se mantienen y otros desaparecen. ¿En función de qué? Cuando esas actividades no son significativas para nuestra vida diaria, se diluyen.

“En el caso de un examen de un tema que no me interesa y con el que no he logrado establecer una conexión personal, los circuitos construidos me permitirán aprobar, pero no aprender. La información desaparecerá de forma automática nada más acabar la prueba”, explica Acaso. La clave para que el aprendizaje sea significativo, sostiene la docente, es que tanto la información como el proceso de enseñanza sean relevantes para el estudiante y se repitan.

Las investigaciones sobre neuroeducación demuestran que para activar el deseo de pensar es necesario encender previamente una emoción, y para ello es fundamental despertar la curiosidad. “Hay que comenzar la clase con un elemento provocador, puede ser una frase, un dibujo o un pensamiento; algo que resulte chocante”, indica Francisco Mora, profesor de la Facultad de Medicina de la Complutense y autor del libro Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama.

“Desde que somos mamíferos hace más de 200 millones de años, la emoción es lo que nos mueve. Aquello que nos extraña, que no nos resulta monótono. Ahí se abre la ventana de la atención, imprescindible para aprender”, explica Mora.

Eso es lo que hizo María Acaso con sus alumnos de Bellas Artes en la Complutense. Un día apareció en clase con una sandía y frente al asombro de los estudiantes, la cortó y creó un cuadrado. Su intención era generar extrañamiento entre los estudiantes. “El ser humano está diseñado para prestar atención a lo que no es habitual. Una situación nueva que no sabes cómo resolver te atrae. Atención, emoción y aprendizaje. Ese es el orden según la neuroeducación”, remarca Acaso.

En el aula se creó un clima muy diferente al habitual, en el que el silencio propio de la clase magistral, en la que el profesor habla y el estudiante escucha, dio paso a un debate sobre el significado de esa sandía. Una vez captada la atención de los alumnos, las dinámicas de aprendizaje cambian.

La sandía con forma de cuadrado que Acaso usa con sus alumnos.
La sandía con forma de cuadrado que Acaso usa con sus alumnos.
Acaso les explicó que esa sandía con forma cuadrada era una pieza del artista cubano Wilfredo Prieto llamada Políticamente correcto, y su intención era precisamente cuestionar los estándares de la educación, plantear por qué el mobiliario, los programas académicos y la forma de enseñar no han evolucionado. “Llevar una sandía a clase es un acto de subversión, hace que el aula explote”, explica.

En 2009, Acaso publicó el libro La educación artística no son manualidades, en el que criticaba que las disciplinas relacionadas con las artes han sido consideradas como un conocimiento de segunda categoría, prescindible, frente a los “conocimientos altos” como las matemáticas o las ciencias. En su opinión, el nuevo escenario laboral, en el que el número de robots no deja de aumentar, requerirá perfiles muy creativos, una cualidad que las máquinas no dominarán. “Precisamente al Art Thinking no le interesa demostrar hechos, no es una metodología cerrada basada en certezas, sino encender la curiosidad para activar procesos de investigación”.

En su libro, las dos profesoras desarrollan los cuatro puntos clave de esa nueva metodología: pensamiento divergente, incorporación del placer, alumnos y profesores como productores de contenidos y trabajo colaborativo y por proyectos. El próximo mes de junio organizan en Madrid un curso junto al colectivo Pedagogías Invisibles para 100 profesores de todos los niveles educativos en el que enseñarán cómo poner en práctica el Art Thinking.

En la escuela se aprende a través de la memorización, sin pensar. La gente llega a la edad adulta y no sabe pensar por sí misma, se han dedicado a reproducir lo que dicen otros. Es cierto que necesitamos información en nuestra memoria, pero hay que cambiar el proceso por el que nos llega”, explica Clara Megías, profesora de la Facultad de Educación en la Universidad de Alcalá. Investigar y analizar por uno mismo. Cuestionar lo que se da como cierto. Eso es lo que hace el arte.

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