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“Los deberes que no nos gusta hacer” por Francisco Longo en EL PERIÓDICO

Los deberes que no nos gusta hacer

EFE / CHEMA MOYA – Un grupo de alumnos asisten a una clase, en un instituto de Madrid.

(El tema de los deberes trae cola. En esta ocasión incluimos en DEBATS SERT un artículo que nos ha hecho llegar Joan Carles Lacueva escrito por Francisco Longo, del Instituto de Gobernanza y Dirección Pública de ESADE, y publicado en EL PERIÓDICO el 3 de febrero ).

El sistema educativo tiene serios fallos pero preferimos centrarnos en lo periférico mientras lo decisivo queda olvidado o pospuesto

Cómo somos, hablando desde un punto de vista colectivo? ¿Cómo nos vería un extraterrestre transportado a la sociedad española de este tiempo, observando los asuntos que destacan en los medios y las redes sociales como objeto de preocupación o controversia? Pensaba en ello durante el debate de hace unas semanas sobre los deberes escolares, del que nuestro imaginario visitante hubiera podido deducir, creo yo, algunas conclusiones jugosas.

Para empezar, seguramente le habría producido una cierta perplejidad nuestra propensión a irnos de lo esencial a lo periférico. Hablemos un poco de lo primero: nuestro país tiene el récord europeo en abandono precoz de la educación post-obligatoria, lo que hace normal que aparezcamos en el puesto 23 entre 24 países analizados por la OCDE en la cifra de población adulta que presenta niveles altos de cualificación.

Como diría Ronald Heifetz, de Harvard, nos encandilan los liderazgos que nos evitan el trabajo

Son pésimos datos, fallos importantes de nuestro sistema educativo. Sin embargo, preferimos que nuestro debate público fluya altisonante por los meandros de las clases de religión, el antagonismo entre pública y concertada o las identidades lingüísticas, mientras lo decisivo, aquello con lo que nos jugamos el futuro, queda olvidado o pospuesto. Y ahora, la historia de los deberes para abundar en esa ancestral afición nuestra a tomar el rábano por las hojas.

“POLI MALO”

Y no nos andamos con chiquitas. La CEAPA llamaba nada menos que a una huelga de familias contra los deberes. No les temblaba el pulso a la hora de desautorizar ante sus hijos a los maestros que se los habían prescrito. Una señal de cómo algunos padres –bastantes, al parecer- conciben su rol educativo y el de la escuela. Los españoles, deduciría tal vez el observador extraterrestre, están por evitar a toda costa a sus hijos una carga de esfuerzo que los incomode, especialmente si son ellos mismos –los padres- los que deben gestionarla.

Han externalizado a la escuela el papel de “poli malo”, a condición de que sus niveles de exigencia no creen frustraciones en los alumnos. Y menos si ese riesgo se traslada al ámbito familiar que debe ser preservado como espacio amable, lúdico y protector. No parece preocuparles que todo ello pueda crear en los estudiantes carencias de aprendizaje.

El resultado es previsible. Como en la película de Josh Sugarman, sus ‘trophy kids’ (literalmente, niños-trofeo) sufrirán tal vez dolorosos ajustes de expectativas cuando deban afrontar entornos laborales y sociales difíciles, pero se habrán presentado en ellos, eso sí, con la autoestima bien alta.

DEL AULA AL PARLAMENTO

¿Es lógico que este asunto llegue –como ha ocurrido- al Parlamento? Podría pensarse que son cuestiones que debieran solventarse más bien en las familias, las reuniones de padres, los comités pedagógicos o los consejos escolares, donde lo peculiar de cada situación podría ser analizado y cabría gestionar los acuerdos entre los directamente afectados. Pero no. Nuestro alienígena deberá tomar buena nota: los españoles preferimos que sean nuestros representantes políticos –para eso están- quienes se hagan cargo de asuntos como éste y nos los mastiquen, como ablanda la madre pelícano el alimento de su retoño para hacérselo digerible.

Es cómodo que la política procese la cuestión y nos la devuelva, convenientemente simplificada, borrados los matices y las zonas de sombra, reducida preferentemente a una disyuntiva binaria, televisada y amplificada por medios y redes, directamente a nuestros sofás. Como diría Ronald Heifetz, de Harvard, nos encandilan los liderazgos que nos evitan el trabajo.

A GOLPE DE REGULACIÓN

Y, claro, nuestros políticos están encantados. Les permite hacer aquello para lo que se sienten mejor dotados: transformar lo complejo en simple (ahora, a esta clase de alquimia se la llama “construir un relato”) y canalizar las soluciones a través del BOE. No se cambia la sociedad por decreto, observaba Crozier.

A estas alturas, todos sabemos que los problemas que pueden resolverse a golpe de regulaciones son más bien escasos, y el de los deberes escolares (suponiendo que lo sea) no es uno de ellos. Limitar por ley el tiempo que debe dedicárseles –que es de lo que se ha estado hablando- no es sino crear una de tantas obligaciones sin sanción, cuyo cumplimiento nadie estará en condiciones de asegurar ni controlar. Un brindis al sol, sí, pero qué bien se adapta a ese reparto de roles en el que unos hacen como que arreglan las cosas y otros, liberados de la responsabilidad de afrontar el problema, hacemos como que nos lo creemos.

Olga R. Sanmartín entrevista a Massimo Recalcati en “El Mundo”

Massimo Recalcati: “Los padres se han convertido en sindicalistas de sus propios hijos”

Este psicoanalista, ensayista y profesor italiano analiza en su último libro publicado en España la crisis que atraviesa la escuela como institución

“Se ha roto el pacto generacional; los padres y los profesores ya no trabajan juntos en la educación de los jóvenes”

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EDITORIAL: El profesor, en el eje de cualquier reforma educativa

A Massimo Recalcati (Milán, 1959) se le considera en Italia una especie de rock star del psicoanálisis. Ensayista mediático y profesor en varias universidades, se dedica a analizar los males de la hipermodernidad. En La hora de clase, que acaba de publicar Anagrama, reflexiona sobre el papel de la educación en una sociedad en la que se ha diluido la autoridad paterna y, por extensión, la del profesor. A diferencia de lo que ocurría en la generación del 68, los jóvenes ya no tienen que rebelarse contra sus progenitores -ni matar, como Edipo, al padre- porque los tienen a su lado, convertidos en compañeros de juegos. «El maestro está cada vez más solo y humillado», sostiene Recalcati, que reivindica la figura del docente que despierta en el alumno la pasión por el conocimiento.


¿En qué se diferencia el maestro actual del de generaciones anteriores?
El hecho novedoso es que se ha roto el pacto generacional y esto ha incidido en el discurso educativo. Los padres y los profesores ya no trabajan juntos en la educación de los jóvenes. Los padres más bien son los aliados de los hijos contra los profesores. Es un cambio inaudito: los padres, en vez de apoyar el trabajo de los profesores, se han convertido en sindicalistas de sus propios hijos. Para Freud existía un vínculo espiritual entre padres y docentes. Hoy, este vínculo se ha deshecho. Cuando un profesor asume la responsabilidad de suspender a un alumno o iniciar un procedimiento disciplinario, las familias lo miran con sospecha. Se preguntan: ¿No estará abusando de su posición de poder? ¿No estará infravalorando la calidad de nuestro hijo?
¿Qué opina de la huelga contra los deberes que han promovido en España varias asociaciones de padres?
Es el signo de esa ruptura: reivindicar la libertad de los hijos significa negar la función educativa de la escuela. Es un viento anti-institucional que atraviesa nuestro tiempo. Descalificar la escuela es descalificar la dimensión colectiva de la vida. El niño es el rey de la familia; todo debe ser sometido a sus exigencias. Es una metamorfosis antropológica; ya no es el hijo el que tiene que hacer cuentas con la realidad, sino que es la realidad la que tiene que plasmarse según el capricho del hijo.
¿Cómo puede el profesor, cuando está sistemáticamente cuestionado, incentivar las ganas de aprender de sus estudiantes?
Hay una profunda soledad del profesor. Ya no son los estudiantes los que esperan en fila a ser triturados por el sistema, como contaba The Wall de Pink Floyd. ¡Ahora son los profesores los que son consumidos por el dispositivo escolástico! La única forma de resistir es no perder el deseo por lo que se enseña. Y hacer equipo con otros profesores, para sentirse menos solo.
España tendrá otra ley educativa. La Lomce apenas habla de los docentes. ¿Ayudaría para darles más reconocimiento que la nueva norma contemplara incentivos económicos para los mejores maestros?
En Italia la humillación económica y social de los profesores ha llegado al límite en el ventenio berlusconiano. El ministro de Economía ha dicho que la cultura no se come. Un país que no tiene sentido del futuro, que no piensa a largo plazo, no invierte en su escuela ni en sus profesores. Invertir en la escuela es invertir en el futuro.
En su libro dice que los estudiantes de hoy quieren ser autónomos, pero la «crisis estructural del sistema capitalista» les provoca «una dependencia sintomática». Antes era más fácil porque, si estudiaban y se esforzaban, era muy probable que prosperaran en la vida. Ahora esa premisa ya no sirve.
La cultura es la única vacuna que puede salvar la vida de nuestros hijos frente al riesgo de la disipación y la violencia. Lo decía Pasolini al inicio de los 70: es el vacío de cultura el que genera el deseo de la muerte. La droga, el alcohol, la violencia, la dependencia de internet, el aislamiento, la anorexia… son manifestaciones de este vacío. Ésta debería ser la primera función preventiva de la escuela: donde hay cultura hay deseo de vida y no de muerte.
¿Hay aprendizaje sin esfuerzo?
No. El aprendizaje no es Twitter. Exige el largo tiempo del pensamiento. En el estudio se necesita constancia, dedicación, empeño. Y, sin embargo, la belleza del estudio consiste en la experiencia de la constante apertura a nuevos mundos. Se da una emoción en el aprender. El buen profesor no considera al alumno como una cabeza vacía que hay que llenar, sino como un fuego que hay que encender.
¿Cuál es el sentido de la verdad en un mundo en el que un hombre que miente llega a presidente de EEUU?
La línea Berlusconi-Trump es sintomática de la declinación perversa del poder en la edad hipermoderna. En la perversión ya no hay ideales, razones, impulso colectivo, valores… La única forma posible de la ley es la ausencia de la ley. Trump puede mentir sin pudor porque, al no tener ninguna relación con la realidad, no tiene sentido de culpa frente a sus propias mentiras.
Explica en su libro que la crisis de la escuela ha coincidido con la crisis de la palabra.
Hoy todo el mundo habla demasiado. Pero pocos asumen las consecuencias de sus palabras. La palabra circula vaciada de su significado. La cultura restituye dignidad a la palabra, custodia su secreto y su fuerza.
¿Qué consecuencia va a tener la pérdida de las Humanidades en la escuela?
Uno de los síntomas más evidentes de la escuela contemporánea es que ha subordinado la propia lengua y sus raíces humanísticas al lenguaje economicista empresarial. El mito de la producción y del rendimiento proyecta su sombra sobre nuestra escuela. ¿No debería ser precisamente la escuela la que permita un tiempo improductivo que sea fecundo? ¿No es el colegio el lugar donde se puede dedicar toda una tarde a estudiar y leer juntos una poesía, donde el tiempo se emancipe de la pesadilla de la productividad?
¿Para qué sirve aprender de memoria?
Yo pensaba, cuando era joven e indisciplinado, que no servía para nada. En cambio, Daniel Pennac subraya un aspecto de la memorización que yo había descuidado. Se trata de sumergir a nuestros hijos en el gran río del lenguaje. Es una experiencia de recuperación de nuestra procedencia. Por eso siempre escucho, con una mezcla de envidia y admiración, a amigos que en nuestras fiestas recitan poesías que aprendieron de memoria siendo niños…
¿Qué explicación psicoanalítica encuentra en el hecho de que usted, al igual que Pennac, fuera un mal estudiante y, en cambio, se haya convertido con los años en un ferviente defensor de la importancia de la escuela?
Generalmente, los psicoanalistas se ocupan de causas perdidas porque lo han sido ellos previamente. Saben, por lo tanto, bastante bien qué significa ser una causa perdida. Sólo por este motivo pueden ayudar a las personas que se han perdido a volver a empezar. Gran parte de nuestra vida está determinada por los encuentros que tenemos. Yo he tenido algunos malos encuentros al inicio de mi vida. Pero también buenos encuentros. Aquellos que han sabido dejar huella realmente. ¿No es acaso éste el significado más precioso de enseñar, dejar huella en quien aprende?

¿QUIÉN HA DE HACER LOS DEBERES?, por Elvira Lindo

No es la primera vez que en DEBATS SERT incluimos un artículo de Elvira Lindo. En esta ocasión la escritora reflexiona sobre el papel de los deberes, uno de los temas estrella de este año 2016 que está próximo a acabar. Pero, como veréis, es una excusa para hablar del sistema educativo y de aspectos que merecen nuestra atención. El texto va destinado a los padres, pero vosotros en la hora de tutoría podéis opinar y llegar a conclusiones. Atención a los enlaces y a los “puntos” para mejorar el sistema educativo (hemos sido nosotros quienes los hemos puesto así, para que se vea mejor; también son nuestros los subrayados). 

Lo mejor sería que dividierais una hoja en varias columnas y sobre cada una de ellas pusierais PADRES, NIÑOS, PROFESORES, CENTROS, GOBIERNO/POLÍTICA. Id poniendo en cada columna los “puntos” resumidos a medida que leais. 

Después debatidlos en clase y valorad finalmente si ha valido la pena la lectura.


Se me ocurre que hay una sociedad que tiene una serie de deberes pendientes y más aún con los resultados aún calientes de la evaluación Pisa

La leyenda, más que urbana, doméstica, existe: los deberes los hacen los padres. No los míos, desde luego. Ni tampoco los suyos, si compartimos generación. Cuando nosotros éramos niños, las madres, que eran las que solían estar en casa, no estaban muy pendientes de ese asunto. De vez en cuando, se oía la célebre frase “¿no tienes deberes?” en un tono rutinario. Éramos, para bien o para mal, más independientes; para bien o para mal, nuestra primordial misión en la vida como niños era no dar guerra. Y aprobar. Una vez que nos tocó ser padres y madres, en ocasiones, divorciados, vivíamos nuestro papel con culpabilidad, y sí, les hicimos algunos deberes a nuestros niños. Que tire la primera piedra el que no lo hiciera. En mi caso, como mis cualidades pedagógicas son nulas era como que terminaba antes si lo remataba yo. No siempre me pusieron buena nota, la verdad sea dicha.

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Ahora me cuentan amigos más jóvenes que las criaturas andan agobiadas por el volumen de deberes a los que han de enfrentarse cada tarde. A eso se suma que con los disparatados horarios españoles, las madres o los padres ya no están en casa para aliviarles el trabajo. Dado que el asunto ha llegado al Congreso de los Diputados, de lo cual me alegro (es urgente que los políticos hablen de asuntos como la educación y dejen de embarullarnos con sus polémicas banales), se me ocurre que hay una sociedad que tiene una serie de deberes pendientes y más aún con los resultados aún calientes de la evaluación Pisa.

Apunto algunos:

  • Los padres tienen el deber de educar a sus hijos en la medida de lo posible, para que el profesor pierda menos tiempo en corregir unos modales que dificultan la enseñanza.
  • La sociedad en sí misma tiene el deber de entender que la buena educación diaria, en la calle o en el trabajo, es formativa, que la cortesía es tan contagiosa como la zafiedad.
  • Si antes aceptábamos que la educación de los niños correspondía a la sociedad en general y no solo a papá o a mamá, ahora debería comprenderse que el aumento de la grosería y la violencia verbal contribuyen a cómo se comportan los niños.
  • El Gobierno y la oposición tienen el deber de racionalizar los horarios para favorecer la convivencia familiar.
  • Los padres tienen el deber de no sobrecargar a sus hijos con un exceso de actividades extraescolares que a cualquiera de nosotros agotaría.
  • Los niños tienen el derecho inapelable a jugar.
  • Los adultos tienen el deber de favorecer el juego en la calle.
  • Los niños tienen el deber de aburrirse, y los padres, de no provocar en sus hijos una necesidad constante de novedades.
  • Los padres tienen el deber de no sobreestimular a los niños favoreciendo un carácter ansioso e impaciente.
  • Los profesores deben serlo por vocación, no es un oficio que tolere las medias tintas.

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  • El Gobierno no debe sobrecargar a la educación pública con las necesidades provenientes de la inmigración, es un asunto que concierne a toda la comunidad educativa, privada, concertada o pública.
  • El Gobierno debe entender que es urgente y necesaria una asignatura que aborde los derechos y deberes de la ciudadanía.
  • Los centros no deben tolerar las faltas de respeto a los profesores por parte de los alumnos.
  • Los padres no deben tolerar que sus hijos ofendan a sus profesores.
  • Los padres no deben hablar de manera displicente de los profesores delante de sus hijos.
  • Las tutorías, más en estos tiempos, deben considerarse parte fundamental de la actividad escolar.
  • Las asignaturas creativas, como la música o las artes plásticas, no deben relegarse al horario extraescolar como si no sirvieran para nada.
  • Los niños tienen el derecho a ir bien desayunados al colegio.
  • Los padres, los profesores y los médicos deben entender que hay niños que sufren ansiedad y la ansiedad no precisa medicación sino un ritmo social distinto.
  • El estado debe asumir que la escuela tiene que seguir siendo el mayor mecanismo de igualdad social.
  • El sistema educativo debe insistir en que los niños aprendan a expresarse con claridad y a comprender un texto, de ahí depende en gran parte su futuro.
  • La educación debiera ser uno de los temas prioritarios del discurso político.
  • Los profesores deberían de tener más tiempo para desarrollar sus clases y no vivir esclavos de la burocracia.

Cargar sobre el profesorado el que los niños sean excelentes es injusto

Todos deberíamos entender que un niño no se educa solamente en el colegio y que los resultados académicos son un reflejo de lo que está ocurriendo en un país: el nivel de educación en la calle, en los medios, la ansiedad que provoca la falta de expectativas, la agresividad, los malos modos, las palabras gruesas. Eso importa. Cargar sobre las espaldas del profesorado el deber de que los niños sean excelentes es injusto. Los cachorros se educan en la manada, así que usted y yo, como parte de ella, también tenemos un montón de deberes que hacer.

 

TONI COROMINA ESCRIU SOBRE ELS DEURES ESCOLARS

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En un article publicat ahir a LA VANGUARDIA Toni Coromina reflexiona sobre les vacances d’estiu de nens i professors i del tema dels deures escolars i explica les idees d’un amic que va morir. Què és més important, fer els deures a casa o  jugar i parlar amb la familia?

http://www.pressreader.com/spain/la-vanguardia-catal%C3%A0/20160920/282157880717915

Sobre l’autor de l’article:

https://ca.wikipedia.org/wiki/Toni_Coromina