

por Jordi Navarro
Puedo presumir de haber conocido al escritor Juan José Millás hace unos meses (diréis “qué tontería”), de haberle enseñado el Museu Marítim, de haber tomado un té con él, de haber disfrutado de su compañía durante una hora. A pesar de compartir editorial, no he leído todas sus novelas ni todos sus artículos (lo confieso, Juanjo), pero sí muchos de estos últimos, los que publica en “El País Semanal” comentando una foto para sacarle los colores a la realidad o para darle la vuelta como si se tratara de un calcetín (sucio).
Ayer domingo 11 de septiembre en su sección LA IMAGEN escribió “Los jefes del tinglado”

“Os vamos a buscar, acusar y castigar”, avisaba el primer ministro británico, David Cameron, en el Parlamento el 11 de agosto. ¿Se refería a los especuladores de la economía? No.
He aquí al primer ministro de allí en el instante de pronunciar las siguientes palabras: “A la minoría de los sin ley, a los criminales que se han quedado con todo lo que han podido, hoy les digo: os vamos a buscar, os vamos a encontrar, os vamos a acusar ante los tribunales, os vamos a castigar, vais a pagar por todo lo que habéis hecho”. Dado que Europa se iba en esos mismos instantes a la mierda, pensamos que se dirigía a los especuladores, a los directores de las agencias de calificación, a los traficantes de deuda, a los directivos de los fondos de alto riesgo (de alto riesgo para nuestras pensiones de jubilación). Qué ingenuidad la nuestra. ¿Se imaginan a un primer ministro europeo increpando de ese modo a los causantes de los recortes sociales llevados a cabo en los barrios más pobres de sus urbes? ¿Se lo imaginan amenazándoles con la posibilidad de reducir sus movimientos de capital o de cortar sus comunicaciones inalámbricas para evitar transferencias de dinero capaces de hundir la economía de un país? ¿Veremos algún día las fotografías de estos vándalos con corbata de seda, bajo la leyenda de “se busca”, en los aeropuertos, en los telediarios, en las salas de estar de las comisarías? Sospechamos que no, sospechamos que hay forajidos que caen bien a las personas de orden como Cameron, y les caen bien porque en última instancia son los jefes del tinglado y los que deciden, por tanto, dónde aflojar la presión y dónde mantenerla. Por eso a veces nos duele la Bolsa; a veces, la deuda soberana, y a veces, los suburbios de Manchester, Londres o Madrid.
Han pasado varias semanas de los disturbios y la noticia se va olvidando tragada por otras nuevas (el décimo aniversario del 11-S, por ejemplo), pero me gustaría que leyerais este artículo con vuestros padres, si es posible, y que entre todos añadierais un comentario.