
A mi juicio, lo mejor del artículo eran las dos historias que incluía. También las adapto aquí porque ahora no tengo el artículo a mano.
En la primera tenéis que imaginaros a un anciano sioux sentado junto a la hoguera, rodeado de sus jóvenes nietos. Cada noche acostumbra a narrarles leyendas y viejas historias de sus antepasados, de cuando él era niño y joven, aunque a veces les explica historias sobre la vida en general. Esa noche les dice:
-Desde que era niño noto que hay dos lobos que luchan en mi interior. Uno es malvado y está lleno de ira, es celoso, envidioso y egoista.
-¿Y el otro? -pregunta rápidamente uno de los niños.
-El otro es todo lo contrario: es generoso y comprensivo, alegre y vital. Esta misma pelea la tenéis todos vosotros y todos los seres de la tierra.
Los niños se quedaron pensando en las palabras de su abuelo. Entonces, el más pequeño, preguntó:
-¿Y quién crees que ganará la pelea, el lobo bueno o el malo, abuelo?
-Está claro que ganará el que más y mejor alimentes.
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Para la segunda hay que imaginarse la imagen del guerrero samurai de la que he hablado en la entrada anterior, un hombre valeroso y fuerte que ha vencido en mil combates. Se presenta ante un maestro zen y le pregunta:
-Maestro, ¿existe el infierno y el paraíso? Si existen, ¿dónde se encuentran las puertas de entrada?
El maestro zen le mira con dureza y le pregunta a su vez:
-¿Quién eres tú para hacerme esa pregunta?
El otro le dice que que el mejor samurai que ha existido y que existirá. (Como podéis ver la batalla en su interior la está ganando el lobo malo).
-¿Tú un samurai? -le espeta despectivamente el viejo maestro.- Si con esas ropas que vistes más bien pareces un mendigo…
El samurai se levanta y hace el gesto de sacar la katana (se llama así, ¿no?). El maestro sin pizca de temor o miedo le enfurece aún más cuando le dice:
-¡Si hasta tienes una katana! Pero serás tan torpe y bruto que hasta fallarás en el golpe.
El samurai, rojo de ira, la saca y se dispone a rebanarle el pescuezo.
-Ahí se abre la puerta del infierno -le dije el maestro zen con una tranquilidad pasmosa.
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Al parecer, el samurai entendió el mensaje y no le cortó la cabeza. ¿O si lo hizo? Os recomiendo que pongáis música de los indios americanos y japonesa cuando las leáis. Ayuda mucho a meterse en situación.