Raúl

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Fotografía: Lee Jeffries

Estaba en el muelle de Bluefields, un pequeño pueblo portuario de la Nicaragua caribeña, cuando me crucé con su magnética mirada por primera vez. Habría cumplido 63 años en unos días, aunque según los cuentos de sus mil aventuras en el mar parecía haber vivido más años de los que tenía en realidad.

Jamás conoció a su papá, y era el único de los once hermanos que tenía esos ojos de un azul tan intenso. A su madre, Concepción, la dejó encinta un marinero inglés que le prometió amor y riqueza, pero se fue tal y como había venido.
La suya es una vida transcurrida en el mar. Silencioso y solitario desde que era niño, a los seis años aprendió a reparar las redes de los buques pesqueros en los que poco después empezó a embarcarse, y gracias a su reconocido talento en la pesca de langosta, muy pronto terminó consiguendo un barco solo para él. Siempre fiel a sú unico amor, el mar, nunca se casó ni tuvo hijos. Feroz fumador, como demostraban su dientes manchados, encendía un cigarillo tras otro.

Ese día era igual que todos los de su vida. Se adentró en el mar a pesar de que todos lo desaconsejaban: las aguas estaban demasiado movidas debido a las lluvias incesantes que, en aquellos días, golpeaban la costa sin interrupción.
Nunca lo volví a ver. Nadie sabe si había regresado al puerto o, como había hecho su padre, un día salió al mar, y nunca más fue devuelto.

Giorgia                                                                                                  revisión del texto

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