Fotografía: Stefan Pabst
Detrás de cada foto hecha con el alma hay una historia. Yo he inventado una. Es una historia de amor. Una mañana de un día laborable, temprano, un pintor joven caminaba por la ciudad aún dormida. Había niebla. Las calles brillaban por el rocío de la mañana. Levantando sus ojos hacia un tranvía que pasaba frente a él, el artista vio que una hoja pequeña amarilla se había pegado al vidrio mojado. Pero después, avistó los bellos ojos azules de una joven. Eran profundos como el universo. El chico pensó que nunca había conocido a una chica tan hermosa. A él le hubiera gustado detener el tranvía que se alejaba. Se quedó como encantado. Su corazón estaba latiendo con fuerza, y una voz dentro de él gritó: “Tonto! ¡No te la pierdas!” Pero él no hizo nada y el tranvía se fue.
El artista volvió a casa por la noche. No se podía quitar de la cabeza la imagen de la chica. Pero tiene un pincel y un lienzo. De madrugada, el retrato de una bella joven está listo. Sus bellos ojos no dan descanso al artista y nace en él una intención firme de buscar a la chica. Cada mañana, a la misma hora y en el mismo lugar, espera al tranvía que llevaba a esa chica. Pasó todo un mes, y al fin, llegó «su tranvía». Ahora él sabe que nunca más va a perderla.
Natalya revisión del texto