¡Gelati!

 

 

 

 

 

 

 

 

Traducción: Sergi Valdivieso

SINOPSIS

Nía quiere ser periodista pero los contratiempos se lo impedirán momentáneamente. Quien crea que renunciará a escribir un reportaje sobre el Centro Europeo de Tautavel por falta de la formación académica necesaria, no la conoce en absoluto. Removerá cielo y tierra para ponerse al día: ni Lucy ni Internet se le podrán resistir. Lo que ella no se imagina es que se verá implicada en la búsqueda de unos valiosos restos que han desaparecido y que en esa búsqueda llegará a comprender los aspectos más curiosos de la evolución de las especies. Navegar por el ciberespacio como toda una experta la llevará más lejos de lo que podía haber imaginado.

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                                                                                          Capítulo 1.  

 

Hacía un buen rato que Nia garabateaba en aquel papel: nubarrones de tormenta, caballos resoplando, árboles enfadados… Daba vueltas a mil ideas que abandonaba enseguida, recostando la cabeza sobre la mesa.

A pesar de lo que pudiera parecer, no estaba dibujando; buscaba la forma (el quién, el qué, el cuándo, el dónde, el por qué y el cómo) de cumplir con el primer compromiso profesional de su vida: “No os arrepentiréis!” –les había dicho. Y ahora quien se arrepentía de haber sido tan bocazas era ella. Porque si después de haber jurado y perjurado que tenía el reportaje absolutamente atado ahora les venía con que un imprevisto….

¡Qué vergüenza! Y no sería porque su padre no la hubiese advertido que no se precipitase, que se asegurase bien antes de comprometerse. Pero quién se podía imaginar que todo le fallaría en el último momento? Desalentada, acabó el último árbol enfadado de la página y, al ir a estrujar el papel, notó que entraba alguien.

  • Papá?
  • Sí, sí, soy yo. ¿Qué Nia, todo a punto?

Habría soltado una retahíla de palabrotas contra el mundo y habría empezado a romper papeles. Pero tan pronto vio los ojos de su padre arropándola con la mirada, dejó caer la cabeza sobre la mesa, abatida.

  • Eh, eh, ¿qué te pasa?
  • Estoy desesperada. ¡Me ha engañado, me ha dejado colgada!

El hombre dejó el maletín en el suelo para dirigirse hacia su hija.

  • Veamos, siéntate aquí. ¡Seguro que no es tan grave!
  • ¿Qué no es tan grave? Se acabó. ¡No lo quiero ver más!
  • ¿Estás llorando? Ya me imaginaba, que te acabarías enamorando…
  • ¿Pero qué dices de enamorar? ¿Cuándo me has visto a mí soltar jamás una lágrima por un chico, eh?
  • Pues, ¿qué te ha hecho? ¿No érais uña y carne?
  • Me ha venido con la excusa de que les han prohibido llevar a gente a las escenas que rodarán en la Costa Brava, que era donde se suponía que me lo tenía que presentar para hacer el reportaje. Mucho decir: “Anthony Hopkins tiene fama de poco accesible, pero en los descansos siempre charlamos. Estoy seguro que le encantarás…”, y después…
  • ¿Y por qué no le has propuesto que te lo presente en el hotel, en una cena? No lo sé… ¡No tenías que abandonar tan pronto, mujer!
  • ¿Y qué te piensas que he hecho? Pero me ha dicho que no había tiempo porque se van enseguida a Los Angeles, que si acaso si surgía otra oportunidad, más adelante…No sé qué entiende por “más adelante”, ¿de aquí a mil años, quizá?
  • Y tú ya debías haber quedado con los del Siete por Siete, ¿verdad? Pues deberás llamarles y decirles que tu contacto te ha fallado en el ultimo momento
  • Eso, no, ¡nunca! Antes me pongo enferma o desaparezco del mapa. Me moriría de vergüenza. ¡Noooo!

Sólo de pensar que tendría que telefonearles, le venían nauseas. Fue y se zambulló en el sofá, dispuesta a no salir hasta que hubiesen pasado bastantes años como para que todo el mundo se hubiese olvidado de todo.

¡Y pensar que su padre se había ofrecido a echarse él mismo la camara a la espalda y hacerle las fotos! Pero, ella, crecida como estaba por haber ganado el premio Revelacion, le había contestado con un “!Sí, hombre!” de lo más despectivo y acabó añadiendo “Debo ir con un pro-fe-sio-nal. ¡Qué estamos hablando de Anthony Hopkins y no de un muerto de hambre¡cualquiera¡”

Ahora le sabía mal haberle hablado de aquella manera.

  • Venga, Nia. ¿No eras tú la chica que hace cuatro dias se iba a comer el mundo?
  • ¿Y qué puedo hacer? –sollozó sin levantar la cabeza.
  • Buscar una solución. Por algo somos seres racionales, ¿no? Esto significa que ante un problema somos capaces de pararnos a pensar en la manera de resolverlo. La pensée c’est le travail continuel de l’esprit, recuerdas que siempre lo repite el abuelo. Pongámonos a pensar…. ¡Espera! ¡Me parece que ya lo tengo!Bueno, es una posibilidad.. Por lo menos es del mismo nivel que lo que tú querías hacer, aunque de un ámbito completamente distinto. Sí, me parece que podría estar bien.

Con la pizca de ilusión que las palabras de su padre le habían producido, Nia asomó media cara del cojín y un hilillo de voz justo para formular la pregunta.

  • ¿Qué es?
  • ¿Estás dispuesta a romperte los cuernos y jugar fuerte?

Golpeando los cojines del sofá con impaciencia, la chica miró a su padre, implorándole con los ojos, que se dejara de disquisiciones y le dijese, corto y claro, qué se le había ocurrido.

  • Pues bien. Conozco a alguien. –El hombre dejó un espacio de tiempo, para que Nía apartase toda la cara del cojín, antes de continuar-. Alguien muy interesante que seguramente accederá a dejarse entrevistar por una periodista novel, si es que esta periodista novel tiene el empuje suficiente para zambullirse en un mundo nuevo, con el mismo interés con que se traga todos los libros y las revistas de cine.
  • Sí, sí, sí, ¿cómo te lo tengo que decir? ¡Basta, no puedo más! Lo siento, si no me dices quién es, me cierro en el vater y no salgo nunca más.
  • Nunca es mucho tiempo para quedarse en un sitio tan estrecho, ¿no te parece? Va, te lo digo. Se trata de Emma Roure.

Con un ademán de extrañeza que le alargaba su cara redonda y una voz gruesa que parecía salir del fondo de las cavernas, Nia estampó la pregunta.

  • ¿Y quién es esta Emma Roure?
  • Una amiga mía…
  • ¡Papá, eres único! Iré a ver al director del Siete por Siete y le diré: “¿Sabes una cosa, Javi? Anthony Hopkins me ha fallado pero no importa, hay una amiga de mi padre que estará encantada de que le haga una entrevista”.
  • Bueno, de hecho se lo puedes decir de otra manera. Les puedes decir que has conseguido una entrevista con la nueva directora del museo donde se expone uno de los cráneos humanos más antiguos de Europa.
  • ¡Anda, ya! ¿Y tú la conoces?
  • ¿Tú qué te crees, que sólo tus amigos americanos tienen contactos?
  • Mira, ¿sabes qué? Se me ocurre una idea. Te lo guardaba para tu cumpleaños, pero…

El hombre se levantó del sofá y fue a coger su maletín para sacar el ordenador portátil. Conectó un cable al enchufe del telefono, y después movió el ratón un rato.

  • Veamos… Perfecto. Aquí lo tenemos.

Nia se levantó y, arrastrando los pies, se colocó al lado de su padre para poder mirar la pantalla.

  • ¡Ostras! ¿Y por qué no me lo habías dicho antes?
  • ¡Tenía que ser una sorpresa, Nia!

Al cabo de poco, en la pantalla del ordenador se podía leer con claridad “Musée de Tautavel. Centre Européen de Préhistoire. Madame le Conservteur Emma Roure.”

  • ¿Y esta Emma Roure es amiga tuya?
  • Sí, aquí está su dirección de correo electrónico. Si quieres le podemos enviar un mensaje.
  • ¡Papá, eres fantástico! ¡Sí, sí, escríbele ahora mismo que quiero hacer el reportaje! ¡Me has salvado la vida!

Ante los ojos atónitos de la muchacha, el hombre conectó la impresora, y una vez tuvo una documentación impresa en las manos, apagó el ordenador y fue desconectando los cables.

  • Pero, ¿por qué apagas el ordenador? ¡Tenemos que escribir la carta ahora mismo!
  • Todavía no. Ahora vamos a preparar la comida, comeremos, y mientras lo vamos hablando. Quiero que te lo pienses bien. Toma, antes que nada, léete toda la información de estas hojas.
  • Pero, papá… ¡Tengo que hablar con Javi, quedar con el fotógrafo, preparar el viaje, comprar los billetes y todo lo demás!
  • ¡Des-pués! Esta vez tienes que hacer las cosas bien.

A regañadientes, Nía siguió a su padre hasta la cocina. El hombre abrió la nevera y fue sacando los ingredientes para preparar una sabrosísima ensalada.

  • Me han dado una receta para chuparnos los dedos. Vamos, empieza por lavar la lechuga y los tomates.
  • Sí, ¡Para lechugas y tomates estoy yo!
  • Bien, no te preocupes… ya le pondremos pasas que van bien para la azotea.

Resignada, Nía comenzó a lavar las verduras en el fregadero. Aquella acción tan mecánica no le impedía ir haciendo preguntas a su padre

  • Vamos a ver si lo he entendido bien. Emma es la directora del Centro Europeo de Prehistoria de París.
  • ¿Quién te ha dicho que está en París?
  • Como me has dicho que era uno de los cráneos más antiguos de Europa, y el nombre del centro viene escrito en francés…
  • ¿Y te crees que todos los objetos valiosos tienen que estar en París? Nía, Nía, Nía…. ¿No ves como te tienes que leer las hojas que te imprimí?

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